En lo oscuro de la noche, cuando los pájaros duermen y las abejas dejan de zumbar,
me encuentro acostada en mi cama. Pero no estoy sola, me acompaña mi mejor amigo. Insomnio se escurre entre mis ventanas procurando no despertar a nadie más, camina de puntitas hasta llegar a mi lado y acuesta su pesado cuerpo junto al mío. Realmente no hablamos, pero estoy consciente de su presencia. Hay veces que me quedo viendo a la ventana contando los cuarenta departamentos del edificio de enfrente, también cuento la cantidad de ventanas que se asoman hacia la mía, y cuantos ladrillos le hacen marco. En las noches más entretenidas cuento los minutos y apuesto con Insomnio cuánto tiempo tardarán mis vecinos en apagar la luz. Otras noches volteo hacia mi librero y recuerdo las historias que he leído. Quisiera compartirlas con Insomnio pero parece ignorarme, quieto y frío se queda viendo a mis ojos. No se qué hacer para dialogar con él. Siempre termino rendida y volteo a ver el techo a seguir el silencio. Después de unas horas, Insomnio parece aburrirse y se va, dejándome dormir. Pero la mayoría de veces, se aburre de mí e invita a su prima Ansiedad. A diferencia de Insomnio, Ansiedad no para de hablar. Cuando llega hace un ruido enorme, pareciera que nunca le falta energía. Corre hacia mi cama y se avienta entre Insomnio y yo, dándome un abrazo sofocante e interminable. Emocionada empieza a contarme de su día y las cosas que ha hecho. A quienes vio y las tareas que terminó. Luego sin siquiera preguntarme, comienza a narrarme meticulosamente el mío. No necesito hablar para que sepa todo de mí, Ansiedad tiene súper poderes. Me lee la mente y poco a poco vamos formando una plática de horas. Y cuando parece que no hay nada más de qué hablar, se acerca al baúl de mis recuerdos y saca el álbum fotográfico con menos polvo en él. No importa cuántas veces lo hayamos visto, siempre quiere saber del mismo. Me pregunta de aquella vez que me caí por las escaleras hace tres años enfrente de toda la explanada, y cómo por eso nunca debería de escuchar música mientras camino por ahí. También me recuerda de la textura del sillón de la psicóloga familiar, y de lo vacío que se sentía el salón, pues era la única que asistía. Y cómo olvidar todas las veces que me llamaron por apodos por la ropa con la que vestía, por eso me visto como lo hago el día de hoy. Incluso cuando Insomnio se va y logro conciliar el sueño, Ansiedad se queda y me acompaña en mis sueños. Generalmente me agarra de las muñecas como un adulto por la calle y me guía para no perderme entre mis sueños. Quisiera que las pesadillas vengan a rescatarme. Pero generalmente he perdido demasiado tiempo para siquiera darme cuenta de que lo que parecía ser la luz de la luna, se ha transformado en el sol saliendo para un nuevo día. Insomnio y Ansiedad parecen haberse desvanecido en el aire, dejándome sola al amanecer. ¿Me pregunto a donde irán, y será hoy la última noche que los veré? No creo.