Existen momentos en la vida que te cambian para siempre, ciertas experiencias
que sin parecer tan importantes marcan tu vida, encuentros contigo mismo que te ayudan a conectarte con lo más profundo de tu ser, pequeños momentos que generan cambios enormes, eso es para mí la marcha de la vida.
Nadie me advirtió que mi viaje tomaría rumbos distintos a los que yo tenía planeado. Inicié un recorrido con dirección a Polonia e Israel, y sin darme cuenta terminé aterrizando en lugares completamente desconocidos para mí, acabé encontrándome conmigo misma, descubrí facetas de mi persona que creía inexistentes en mí, conectándome con mis raíces, despertando un sinfín de ideas y emociones que no sabía que tenía, llegando a los rincones más profundos de mi alma; fue entonces cuando entendí que este viaje era mucho más que un recorrido al pasado, este viaje sería una conexión con mi presente y un aprendizaje para mi futuro.
Me parece que nada, absolutamente nada puede prepararte lo suficiente para realizar este viaje, ni las pláticas que escuché, ni los libros que leí ni la cantidad de películas que vi, nada se compara con estar parada en ese lugar, caminar por ese suelo, y presenciar con mis propios ojos las escenas más crueles de la humanidad.
El día de la marcha de la vida fue en definitiva uno de esos momentos que cambian tu vida para siempre, nunca en mi vida había tenido tantos sentimientos encontrados a la vez, un enorme enojo con la humanidad por permitir esta masacre, tristeza inmensa por las víctimas, felicidad absoluta por la vida, frustración increíble por la belleza del infierno, orgullo total de mis raíces, nervios y miedo por toparme con la muerte cara a cara, millones de sentimientos encontrados en un solo lugar.
He visto Auschwitz millones de veces en fotos y películas, pero ninguna emoción se iguala con caminar por ese suelo, atravesar sus puertas y observar con tus propios ojos aquel letrero tan famoso que te da la bienvenida al infierno, literalmente es toparte con una fábrica de la muerte, una completa y perfecta estructura diseñada para matar, nunca creí poder ver el infierno en la vida real. Sin embargo, detrás de todo ese sufrimiento, nada se compara con la emoción de ver a 10 000 personas marchando en memoria de todos aquellos que hoy ya no lo pueden hacer, ver a tantos judíos parados en el mismo lugar en donde un día intentaron destruirnos, en definitiva no existe mayor prueba de la grandeza de Hashem que el estar parados aquí y ahora en el lugar en donde prometieron exterminarnos por siempre.
Fue entonces cuando me di cuenta que a partir de ese momento mi vida acababa de dar un giro de 180 grados, que después de este viaje no iba a ser la misma, me enfrenté a los alcances más grandes de la crueldad humana, vi cosas que no se pueden explicar con palabras, marché por la vida y me topé con seres humanos judíos y no judíos que nos encontrábamos en un solo lugar con el mismo propósito, demostrarle al mundo que los seres humanos tenemos una inmensa capacidad de dañar cuando permitimos que emociones como el odio rijan nuestra vida, que todos, absolutamente todos somos responsables de no permitir que esta historia se vuelva a repetir, ni con nuestro pueblo ni con ningún otro, de que está en nuestras manos contarle al mundo lo que sucedió, que una vez que conocemos la historia no podemos callarla, que el ser testigo de estas escenas y aun así no hacer nada te convierte en un cómplice.
Me di cuenta de que en la vida muchas veces nos volvemos cómplices de las circunstancias, escuchamos el caos en el que se encuentra el mundo y no hacemos nada para detenerlo, la Marcha de la Vida dejó una huella en mí que va a ser imposible borrar, no puedo permitirme ser la misma persona que era antes de irme, debido a que ahora soy consciente de los alcances que puede tener el ser humano cuando se olvida de amar, en definitiva me llevo una enseñanza para toda la vida, pero no quiero que el aprendizaje que adquirí se quede en simple teoría, me parece que no hay mayor aprendizaje que el llevar la lección a la práctica, por lo que a partir de ahora espero poder poner mi granito de arena para que este mundo sea mejor, sé que no puedo cambiar el mundo yo sola, pero sí puedo ser parte importante de su transformación.
Para mí, los momentos de la marcha no se quedan en la marcha, esos pequeños encuentros contigo mismo y esos aprendizajes son algo que tenemos la oportunidad de vivir día con día, es por eso, que en definitiva mi marcha no terminó en Polonia y en Israel, yo me comprometo a seguir marchando, marcho en nombre de todos aquellos que ya no están aquí, marcho por aquellos que sí están, pero que no lo saben, marcho por las víctimas a quienes les arrebataron la vida sin motivo alguno, marcho por mi religión, con la frente en alto y orgullosa de mis raíces, marcho por el mundo quien necesita de todos nosotros, marcho por ser judía, y por ser humana, pero sobre todo, me comprometo a seguir marchando por la vida.