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Pancho el Retador
Pancho el Retador
Cuento – Infantil A
Por: Natalia
Había una vez un niño que se llamaba Francisco, pero a él le gustaba que le dijeran Pancho. Era alto, flaquito, con el pelo chino como un perrito poodle y siempre estaba corriendo, brincando o metiéndose en líos. Lo que más le gustaba eran los retos, por eso todos le decían: “Pancho el retador”.
Desde chiquito su mamá siempre le decía:“¡No vayas!” “¡No hagas eso!” “¡No hagas tonterías!” Pero cuando alguien le decía:“a que no te atreves a comerte un gusano”,“a que no te atreves a darte una vuelta de carro”, “a que no te atreves a saltar esa barda”, Pancho sólo escuchaba dentro de su cabeza una voz que gritaba: “¡¡Hazlo!!”, y pues claro, ¡lo hacía!
Todos sus amigos lo buscaban porque era divertido, aunque a veces terminaban castigándolo en su casa y en la escuela porque sus retos eran muuuy locos, sobre todo en la escuela.
Un día, un viejito que caminaba por la calle le dijo:
—Niño, ¿a que no te atreves a caminar por la banqueta con los ojos cerrados? Pancho lo hizo, ¡y hasta dio una voltereta en el aire! Pero el viejito era tan ágil que giró dos veces sin despegar los pies del piso. Pancho abrió los ojos sorprendido: —¡Guau, este viejito es un campeón de los retos!
Pero lo más interesante pasó en la escuela. El director lo mandó llamar y le dijo muy serio:
—Pancho, ya no puedes seguir así. Vamos a hablar con tus papás, un día te puedes accidentar muy fuerte.
En lugar de asustarse, Pancho se puso feliz y le dijo al director:
—Ay, sí, sí, que vengan mis papás, por lo menos así me verán, hablarán conmigo, aunque sea para regañarme.
Pancho sentía que de sus tres hermanos, a él era al único que no le hacían caso. Su hermano mayor siempre era el más responsable, y el chiquito era el consentido. En cambio a Pancho… casi ni lo pelaban. Así que pensó: “Por lo menos si me regañan, ¡me van a poner atención!”.
El director sintió un poco de tristeza por él y se le ocurrió algo:
—Pancho, te reto a algo.
—Pero claro, ¿para qué soy bueno?
—¿A que no te atreves a que los niños de esta escuela no tiren basura y ya no se lleven pesado?
Pancho se quedó con la boca abierta. ¡Ese sí que era un reto difícil! No se trataba de brincar, ni de correr, ni de comer bichos… se trataba de ser paciente, responsable y de dar buen ejemplo; pero en cuanto oyó el “a que no te atreves” su cerebro no pudo negarse.
Al principio fue complicado porque sus compañeros le decían:“¡Ay, Pancho, no molestes!” Pero él no se rindió. Les inventaba juegos, dinámicas, les hablaba por telefóno, puso más botes de basura, hacía carteles para que supieran del valor de la amistad y mil cosas más. Hizo tanto, que llegó el día en que en el patio de la escuela, no se vio más una basura y no hubo un reporte más por mala conducta.
Cuando el director vio los resultados, llamó a los papás de Pancho y les dijo:
—Miren lo que su hijo logró.
—¡Waw, siempre supimos que Pancho era muy valiente y nunca se rinde cuando se le pone un reto, por eso lo dejamos ser un poquito más libre y así pronto se haga más responsable, poquito a poquito.
Con esas palabras, Pancho entendió que sus papás lo amaban igual que a sus hermanos, sólo que le tenían tanta confianza, que no siempre estaban sobre de él.
Desde ese día, Pancho escogió mejor sus retos, aunque a veces su cabeza lo olvidaba en cuanto le decían: “ a que no te atreves a…”, así que sí hubo más reportes de conducta, gracias a Pancho el Retador.
Fin.
