En la actualidad, no somos esclavos en Egipto. Podemos decidir qué hacer, a dónde ir, a qué dedicarnos, qué estudiar… Nadie nos obliga a actuar de determinada manera.
Sin embargo, somos esclavos de nosotros mismos, de nuestros impulsos, nuestros gustos, nuestras necesidades creadas: nos es difícil – si no imposible – vivir sin tomar vacaciones, generalmente en el extranjero; tenemos que comer en buenos restaurantes, y poseer un automóvil de los buenos, aunque no sea de los más lujosos. Si vamos a festejar algo, debemos invitar a mucha gente, aunque una gran parte sea por compromiso, y si nos invitan a nosotros, tenemos que cumplir.
Hay que estar al nivel de los demás, en la competencia, y seguramente, no quedar en último lugar.
Tal vez lo que nos esclaviza ahora es la búsqueda de lo material. Por tener más de lo que tenemos, por poseer más que los demás. Por conseguir lo mejor.
No somos esclavos en Egipto, pero no somos tan libres como creemos. Estamos encerrados en jaulas de plata, que no dejan de ser prisiones elegantes, porque nuestras acciones deben llegar a cierto nivel económico, a cierto poder adquisitivo.
En vez de fijarnos en que la salida de Egipto fue para que Hashem nos entregara la Torá a través de Moshé, y de llegar a elevarnos espiritualmente siguiendo las mitzvot, nos enfrascamos en la lucha por lo terrenal.
Ojalá todos tuviéramos el enfoque de continuar nuestras tradiciones, cumplir con las leyes que D-os ha dispuesto para nosotros, ya que Él es nuestro Creador y nos conoce mejor que nadie.
Ahora que tenemos la oportunidad de festejar Pésaj y sentirnos libres, hagámoslo: seamos libres de ser judíos abiertamente, de comer matzá en las noches del séder, de sacar el Jametz de nuestras casas. De llegar a otro nivel en cuanto a ser, y no en cuanto a tener – mejorar como seres humanos y disfrutar de no ser esclavos; no nos esclavicemos a nosotros mismos en aspectos que no valen la pena.
¡Pésaj Kasher Vesaméaj! ¡Felices fiestas!