
El mundial de futbol que se celebrará en Qatar en noviembre próximo ha estado precedido de numerosos escándalos.
El mundial de futbol que se celebrará en Qatar en noviembre próximo ha estado precedido de numerosos escándalos. Desde la sospechosa elección por parte de la FIFA de este pequeño y rico país para ser la sede, hasta la abundante información acerca de los miles de trabajadores, migrantes la mayoría de ellos, que murieron en la construcción de los estadios debido a las pésimas condiciones de trabajo, la sobreexplotación y el maltrato de que fueron objeto por parte de quienes los emplearon, prácticamente en calidad de mano de obra esclava, tal como lo ha reportado Amnistía Internacional.
En estas semanas previas a la inauguración del campeonato, flotan en el ambiente futbolero varias incógnitas, además de las referidas al pronóstico del desempeño de los equipos participantes. La primera incógnita tiene que ver con la naturaleza de la sede del campeonato, ya que al ser Qatar un país árabe y musulmán ubicado en la península arábiga, ofrece un contexto sociocultural que nunca había sido experimentado en ninguno de los torneos futbolísticos previos. Si bien la inmensa riqueza de Qatar permite suponer que las instalaciones y la estructura organizativa serán de primera, hay incertidumbre acerca de si los comportamientos típicos de la afición proveniente de Occidente no entrarán en choque con el entorno de corte islámico, basado en concepciones distintas acerca de los que es aceptable y permitido y lo que no.
No hay claridad aún acerca del grado de libertad que tendrá la afición femenina para su vestimenta. Es aún incierto hasta dónde se tolerarán los escotes, qué con los brazos y las piernas descubiertas y también qué grado de tolerancia habrá con las expresiones físicas de cariño en público entre las parejas. Respecto a la comunidad LGBTQ, el anuncio ha sido que sus integrantes podrán asistir, siempre y cuando su comportamiento sea discreto. La homosexualidad es considerada un delito en Qatar, aunque por lo visto a las autoridades cataríes les importa no estropear este evento en el cual han invertido cantidades estratosféricas de dinero, que pretenden recuperar con creces. Lo mismo está sucediendo con el alcohol. La ley islámica prohíbe beberlo y la transgresión es penada severamente en países como Arabia Saudita y Kuwait, pero en esta ocasión especial se ha dado el visto bueno para expender cerveza en los estadios. La regulación estribará en que sólo será posible consumirla en secciones específicas de los estadios, mas no en el espacio público en general. Una concesión más en aras del negocio. Una inesperada disposición adicional es la de recibir público proveniente de Israel. Como se sabe, Qatar no tiene relaciones diplomáticas con este país, pero opera aquí la misma lógica de romper con normas y tradiciones añejas en aras del lucimiento del evento. Decenas de miles de israelíes ya cuentan así con sus pasajes y sus boletos de entrada, aunque será necesario establecer operativos de vigilancia especial a fin de que la presencia de esos fans en suelo catarí no genere incidentes de violencia. Incluso, se sabe que recientemente Qatar e Israel han tenido pláticas a fin de establecer una oficina consular temporal en Qatar que, durante la duración del torneo, se encargue de asuntos como pérdida de pasaportes, arrestos y emergencias médicas.
Por último, cabe mencionar que un partido que está causando expectativas más allá de los puramente deportivo es el que enfrentará a la selección de Estados Unidos con la de Irán el 29 de noviembre, partido que trasladará a la cancha el antagonismo político existente entre ambas naciones. El último encuentro similar se dio en junio de 1998 en Lyon Francia, cuando Irán triunfó con un marcador de 2-1. Ese partido fue muy celebrado por el ayatola Khamenei como una gloriosa victoria contra la escuadra del “Gran Satán”. Por supuesto, los futbolistas iraníes llegan prevenidos por su gobierno acerca de las represalias a las que se enfrentarían en caso de pretender no volver a Irán y pedir asilo político.
En fin, que este próximo campeonato mundial de futbol será bien distinto a cualquiera de los celebrados en el pasado. Quedarán como datos peculiares de la historia del deporte mundial la truculenta y no limpia forma como se eligió la sede, las miles de vidas perdidas en la construcción de los estadios, el cambio en el calendario tradicional en que siempre se llevaron a cabo los torneos, y los innumerables detalles referentes a la necesidad de conciliar los usos y costumbres islámicas con las prácticas comunes en sociedades liberales. Todo ello marcará sin duda a este próximo mundial como un evento sui generis, que ojalá termine en paz.
// Esther Shabot*
*Experta en temas de Medio Oriente.
Fuente: Excélsior, 10 de septiembre, 2022.
