// Sara Menassé Arditti

Directora de Primaria, Escuela Yavne

Es indudable que la familia y escuela son los encargados de la educación de los niños hoy en día,

son ellas mismas las que enfrentan los distintos paradigmas que conlleva educar y preparar a las futuras generaciones.

Mucho se ha discutido el papel y la importancia que juega cada una en el aprendizaje de los alumnos, sobre todo para que el mismo resulte significativo y útil (quizá lo más difícil de determinar hoy en día) en la preparación para la vida de los jóvenes. Lo que sí es un hecho es que las buenas relaciones entre escuela y familia son determinantes en el buen rendimiento escolar de los estudiantes, entendido este, no como la excelencia académica, sino como la formación integral del ser humano, que hoy, sin lugar a dudas, es el objetivo principal.

La realidad es que tanto el clima familiar como la cooperación con la escuela dan como resultado el avance tanto académico, afectivo y social y, con estos tres factores, lograremos un joven y más adelante un adulto, proactivo y resiliente que busque soluciones y no sólo encuentre problemáticas.

Y ahora, ¿qué pasa con la relación alumno-maestro? Después de los padres y familiares cercanos, los docentes (de cualquier disciplina) se convierten en los referentes más cercanos que llegan a tener los niños, son ellos los ejemplos a seguir fuera del hogar y también, del vínculo que se forme con ellos se crea una relación de confianza y cariño que aporta seguridad al estudiante en su crecimiento y aprendizaje.

Las nuevas teorías del aprendizaje plantean que, si el alumno no crea emoción, no resulta en un aprendizaje significativo; indudablemente el docente es el facilitador y agente que promueve la relación, la emoción y por lo tanto el aprendizaje significativo y trascendente en los niños y jóvenes.

Un vínculo cercano y positivo con un maestro puede incrementar notablemente la actitud y voluntad del alumno para aprender, de igual manera un vínculo fracturado y negativo promueve el rechazo del alumno a seguir aprendiendo en ese momento específico.

Ahora, ¿el vínculo necesariamente debe ser completamente complaciente y permisivo con el alumno? Muchas veces eso es lo que esperan los padres de familia, un vínculo que le resuelva todo al alumno y en donde la responsabilidad absoluta del aprendizaje es del maestro; si bien un vínculo positivo con el docente promueve el aprendizaje, la desconfianza y descalificación de los padres hacia la escuela y docentes contribuye notoriamente a que este no se desarrolle de manera exitosa y por lo tanto influye directamente en la actitud del alumno sobre el aprendizaje y más que nada en su responsabilidad y papel activo de su propia educación.

Definitivamente las buenas relaciones y cooperación entre escuela y casa son indispensables en el desarrollo integral y formación armoniosa de nuestros niños.

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