
La clave es regularidad. Es mejor practicar poco y a menudo,
que durante mucho tiempo pero de manera irregular. Un buen punto de partida es una vez a la semana. Sin embargo, tres sesiones semanales harán que los cambios sean más fácilmente perceptibles. Si incorporas la filosofía, descubrirás que la práctica del yoga entra a formar parte de tu vida.
Para algunas personas, la práctica del yoga consiste en muchas palabras negativas acerca de como “no deben hacer” una determinada postura. ¡Esa no es una buena idea! En vez de ello, invierte tu tiempo en posturas preparatorias. Una tendencia humana muy natural es desarrollar aversión a las posturas que no se pueden hacer. En lugar de salir huyendo de las posturas que significan un reto, elige unas posturas preparatorias adecuadas e intenta rebasar tus límites actuales. La práctica no siempre sale perfecta, pero sin duda, hará que seas mejor en lo que estás practicando. Y al igual que en otros ámbitos de la vida, si no practicas algo, es muy probable que no mejores en ello.
Anímate. El yoga no es como el atletismo olímpico o el tenis profesional. Lo maravilloso del yoga, es que mejoras continuamente a medida que cumples años. La gente sigue mejorando su cuerpo (y su mente) durante decenios. El mantenerte mentalmente consciente y respetar tus propias limitaciones en el día a día te ahorrara lesiones. Encontrar tu filo en una postura, y esperar sin prisas a descubrir el siguiente ampliará tus límites. A partir de aquí, tu fuerza, flexibilidad, confianza y concentración aumentarán sin cesar. Recuerda también que el yoga es un estado mental. El tiempo te dará el beneficio de la sabiduría, puesto que la práctica constante incrementará tu capacidad para serenar la mente.





