El surgimiento de un concepto pictórico legítimamente mexicano fue un proceso que llevó mucho tiempo en el cual se sumergieron diversos artistas.

No solo fueron Velasco, Posada y Gerardo Murillo quienes intervinieron en dicho proceso, pero sí son quienes, por su originalidad destacan en la historia de la plástica mexicana.

La vida de José María Velasco se desarrolló durante la segunda mitad del siglo XIX cuando en 1958 ingresa a la Academia, en la cual contaba apenas con 18 años y una larga lista de estudios en Trigonometría, Geodesia, Matemáticas, Geometría, Algebra, Lógica, Ética, Geografía y algunos principios de Arquitectura.

Se afirma que la genialidad del paisajista radica en conjuntar dos corrientes de carácter europeo y adaptarlas a la realidad mexicana. Estas dos corrientes son el paisaje clásico del siglo XVII y los dibujos topográficos que realizaron algunos artistas europeos que visitaron México, y deleitaron su lápiz en la recreación de sus paisajes. Este armonioso encuentro en su obra es lo que lo convierte en uno de los precursores del renacimiento pictórico mexicano.

Otra de las cualidades que caracteriza la obra de Velasco es el empleo de los matices luminosos. En sus más de doscientas obras, el paisaje adquiere la vitalidad de los contrastes entre la sombra y la luz.

Casi todas las obras de Velasco tienen como tema principal el Valle de México visto desde la Sierra de Guadalupe, cerca de donde el artista tenía su hogar y precisamente uno de los cuadros donde lo reproduce es el que lo hace merecedor de la condecoración de Caballero de la Legión de Honor en Europa.
José Guadalupe Posada fue un caso totalmente distinto, ya que jamás tuvo pretensiones de ser un artista, pero lo fue y en gran escala, solo que su obra no era de caballetes ni de amplios conocimientos. Sencillo, popular, pero poseedor de una sensibilidad extraordinaria, Posada plasma en sus litografías la picardía y la agudeza del mexicano.

Nacido en Aguascalientes en 1852, vivió momentos de gran relevancia histórica en el país, en donde presenció sucesos tan sangrientos como la Guerra de Reforma y todo el periodo porfirista. Con gran inteligencia supo representarlos en sus grabados, los cuales se asociaron muy pronto a la prensa de izquierda y al pensamiento popular.

En 1871 inicia sus colaboraciones como ilustrador en El Jicote, que se publicaba en su tierra natal, luego de once números y quizá por sufrir persecuciones políticas se vio obligado a trasladarse a León, Guanajuato. Ahí impartía clases en la Escuela Preparatoria y dirigía su propio taller logrando una gran fama.
Se traslada a México en 1888 y para entonces comenzaron 25 años de producción litográfica y de grabados, con los que colabora en diversos periódicos y hojas volantes. En todas sus caricaturas satiriza muy a su estilo los abusos del gobierno, y ventila toda clase de secretos y chismes de la clase privilegiada del México porfirista.

Creó una vasta documentación iconográfica de uno de los periodos más importantes de nuestro país; supo identificar con gran claridad los conceptos religiosos y tradicionalistas del pueblo mexicano para luego darles una forma amena, popular, para difundirla precisamente entre quienes lo habían inspirado.
La obra de Posada fue una gran herencia que influye en los muralistas del periodo posrevolucionario. Diego Rivera, uno de los principales exponentes de aquel renacimiento pictórico mexicano dijo que ninguno podría imitar a Posada.

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Fuente: www.arts-history.mx

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