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Rescatar a la cultura con “C” mayúscula

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Diana Kuba

De acuerdo con Mario Vargas Llosa durante el siglo XX la Cultura con “C” mayúscula –es decir la alta cultura- se ha ido banalizando hasta nuestros días, dejando a la zaga a las humanidades y al espíritu religioso que las estimulaba, los cuales se han dedicado a cuestionar e intentar responder cuáles son los significados álgidos de la vida, el espíritu, el alma, la trascendencia, el amor, la solidaridad, los ideales, la creatividad, el conocimiento, la belleza, el arte, la vida en comunidad y el placer, entre otros. Paulatinamente, la cultura de masas, manejada principalmente por los grandes medios audiovisuales y los entretenimientos de la civilización de los espectáculos se ha alejado de todo este acervo espiritual que se denomina Cultura, que pese a que ha sido patrimonio de una élite, tenía capacidad de influir en la vida social, en los ideales cívicos y en los valores de convivencia social de la humanidad.

La cuestión es qué pierde la humanidad ante el fenómeno de la democratización de la cultura o cultura de masas actualmente dominada por la información infinita que se manifiestan en los blogs, Twitter, Facebook y en los distintos medios de las redes sociales. En parte se pierde la lectura del libro en tinta y papel que poco a poco ha sido desplazado por las pantallas grandes, medianas y pequeñas, que ofrecen una comunicación de textos desmañados, sin una buena sintaxis, ni ortografía, llenos de apócopes y jerga de términos, que destruyen los principios formales de autoridad para el buen uso del lenguaje, el cual se aprende reflexionando la gramática, leyendo concienzudamente los fondos de un escrito, para crear destrezas en expresión inteligibles a la generalidad del público, y no solo en imágenes y palabras entrelazadas, divertidas y fugaces que dan  tranquilidad y placer momentáneos a la persona.

No sabemos todavía si los libros serán totalmente sustituidos por las pantallas electrónicas, cuya aparición se asemeja a la misma revolución que significó la invención de la imprenta y si la gran literatura, filosofía, humanismo e historia inmersos en ella, podrá ser degustada de la misma manera como se hace durante la operación de leerla, que significa la práctica íntima de concentración, análisis, síntesis y regocijo de lo que se lee, al igual que se disfruta al escuchar una sinfonía o desmenuzar y paladear una obra de arte. Lo importante es si al momento de aproximarse a una buena obra literaria por medio de una pantalla, se esté dispuesto a ejercer la misma operación, para que sus efectos reflexivos y enriquecedores sean semejantes a los que produce el mensaje táctil de cuando se hojea un libro, y que no solo implique un picoteo del ratón o de la pantalla, para adquirir información infinita, oscilante de una ventana a otra, que distrae la atención y obstruye la concentración, y por lo tanto, impida enaltecer e influir culturalmente a la persona. Esperemos que la adaptación humana a las nuevas tecnologías sí sea capaz de continuar la fina abstracción que requiere la buena literatura de todo tipo, para que la Cultura con “C” mayúscula siga recreándose.

Pero qué tal ¿si esto no sucede? ¿Cómo le hará la buena literatura, tanto artística como filosófica, histórica, política, social, para ayudar a los lectores a comprender mejor la complejidad y los problemas humanos, a escudriñarse en sí mismos y tratar de responderse los problemas torales de la vida, de las circunstancias que se viven en cada tiempo, de las injusticias sociales del mundo, del manejo de sus vidas amorosas, de los valores con los que uno quisiera comprometerse, de la necesidad de un espíritu solidario para ayudar a los demás,  para tener una vida humana, comunitaria y cívica más plena?

Tanto en el ámbito literario como en el tecnológico, se necesita un compromiso y convicción de que la buena escritura y lectura –forjadoras de Cultura con “C” mayúscula- pueden formar hombres conscientes, sensibles y lúcidos ante las inconformidades, violencias e injusticias que existen en el mundo a fin de que se avance hacia un ambiente más pacífico, libre y de mayor justicia social. En la medida que la humanidad se percate que es preciso rescatar y adentrarse en la alta Cultura con objeto de que abra los ojos de la gente para no solo disfrutar de la cultura light de masas, promovida principalmente por las imágenes y espectáculos de los medios audiovisuales y las redes sociales, que informan, entretienen, expresan ideas, pero son insuficientes para moldear pensamientos reflexivos profundos que comprendan y se comprometan con los complejos problemas que se viven en la actualidad, posiblemente será más difícil evitar confrontaciones étnicas, religiosas y las guerras, matanzas, genocidios, terrorismos a los que conllevan; encontrar soluciones a los desplazamientos de refugiados y emigrantes en búsqueda de mejores condiciones de vida para orientarse hacia una mayor justicia social entre los países del primer y tercer mundo, y así, impulsar la construcción de una infraestructura para un mundo más pacífico.