
“Macabi es un sueño del que desearía no despertar. Pero la gente crece,
los ciclos terminan para empezar nuevos. Mis labios saben agridulces al pronunciar lo siguiente, pero sé que no hay mejor sensación que el dolor de mi corazón. Me despido, me voy, pero mi alma no olvida. Macabea hoy, macabea para siempre. Las quiere su hermana macabea, Nicole Bratt”. Así es como termino mi recorrido en Macabi. Después de ocho años, me toca despertarme del increíble sueño que es Macabi. Un lugar al que pude llamar mi hogar y mi refugio. Aprendí a jugar libremente y sentí que realmente pude volar. Y, aunque muchas veces me pregunté si estar ahí dentro era un error, puedo decir fácilmente que es el mejor error que he hecho en mi vida. Gracias a Macabi me formé como persona, como humana. No solo aprendí de cultura general, judaísmo, de México o Israel. Aprendí de mí misma. Se abrió un espacio para relacionarme sanamente con más personas y con mis sueños. Además, tuve la oportunidad de dejar mi pequeña huellita en un movimiento mucho más grande que yo. Me conecté con mis raíces judías, y aprendí acerca de grandes personajes como Freddy Hirsch e Itzjak Rabin. Comprendí que la historia no son solo palabras escritas en hojas de papel, pero el legado de aquellos que imprimieron sus pasos en los caminos que más tarde yo recorrería. Todo es una cadena de tiempo, y yo, ahora, en este mismo momento, dejo mis últimas huellas en la arena para que más macabeos recorran el mismo camino que yo. Eso sí, que lo hagan suyo, así como yo hice mía a la historia. Me considero una mejor persona, y sé que todavía queda mucho por aprender. Gracias Macabi por dejarme aprender y hacerme comprender que el mundo tiene mucho todavía que ofrecerme. En palabras del gran filósofo Sócrates: “Solo sé que no sé nada”. Aprecio a mi ignorancia, y me apasiono por seguir creciendo y aprendiendo. Todo gracias a Macabi.
