Susy, Susita, como le dicen muchos, o Susele quienes que con cariño nos expresamos hacia la Lic. Anderman,

quien desde que salió de la licenciatura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en donde aprendió a desarrollar su creatividad comunicativa y social que tanto benefició por muchos años a la Casa de Todos, pues en ella recaía la voz institucional del Centro Deportivo Israelita. Ella con puño y letra redactaba todo el acontecer junto con su maravilloso equipo de profesionales, logrando evolucionar muy ampliamente el área encargada de producción de los distintos medios informativos, la difusión e imagen del Dépor.

Con 43 años laborales en el Comité de Prensa y Publicidad, después Comité de Comunicación al crecer de ser una pequeña imprenta a un sofisticado y complejo departamento muy completo con plotter, redes sociales, producción de video, diseño gráfico, además de la edición semanal del CDInforma, también se editan revistas, programas de mano y un montón de cosas más, y en el que sus profesionales han sido escogidos por sus capacidades intelectuales como creativas; es por lo que en el Comité de Comunicación siempre tendrás una respuesta positiva y propositiva.

El Salón anexo al Mural se encontraban consejeros, ejecutivos, directores de diferentes comités de nuestra Institución; asimismo, familia y amigos estuvieron presentes para el homenaje que merecidamente estuvieron celebrando. Un máximo de sesenta personas estuvo con ella para desearle éxitos futuros en su nueva etapa… y todos en unas cuantas palabras pudieron expresarse abiertamente. El común denominador fue la palabra amiga. Susy sabe cómo hacer amistad con la gente. Trasciende. Los Millenials le tienen admiración, respeto y reconocen en ella la sabiduría, por eso, ellos no se despegan.

Tras breves palabras, el C.P. Isaac Roizen, Presidente del Consejo Directivo, y la C.P. Mónica Kibrit, Presidenta, y el C.P. Daniel Wulfovich, Vicepresidente, el Lic. Sión Mercado, Secretario, y muchos más directivos del Comité Ejecutivo dieron sus palabras, así también, narraron sus experiencias al conocer a Susy, quien de una forma enigmática llegara a sus corazones, convirtiéndose en un miembro más de sus propias familias, y además, quienes le dieron una cordial despedida otorgándole un reconocimiento por su larga y extensa trayectoria.

Susy aún con lágrimas en los ojos terminó su discurso, en la que los asistentes hicieron una ovación en la que se pusieron de pie, y finalizó con la entrega de un merecido reconocimiento, siendo ésta una gran despedida como lo gran profesionista que es.

Palabras de Susy Anderman, quien fue directora del Comité de Comunicación

 Estimados Consejeros, Ejecutivos, Directores, profesionales, colaboradores, amigos y mi querida familia.

Es jueves a la media noche, las primeras horas del viernes y a pesar del reloj, me encuentro precisamente acompañada de la computadora y de mi equipo de trabajo, revisando absolutamente todo para cerrar una edición más del semanal del CDI. Al salir casi de madrugada, pasamos cansados frente a la Alberca. Los edificios ostentan el enorme logotipo de aluminio del CDI pegado en la pared. El cielo tiene un especial brillo, y la luna provoca un efecto curioso a su alrededor, su razón áurea de luz que mi imaginación procura traducir en un mensaje de buen augurio acerca de lo que publicamos para el fin de semana.
En mi haber, logré un poco más de dos mil 300 ediciones, más varios libros, folletos, catálogos, artículos, mensajes, conceptos gráficos, estrategias, más a últimas fechas, redes sociales, web, App CDI, y a pesar de todo, seguíamos esforzándonos para evitar erratas, errores o el descuido de la líneas editoriales, a través del severo análisis de contenido que algunas publicaciones deben mantener sean impresas o digitales.
Antes, no dormía de jueves a sábado, y si con suerte daban las dos de la tarde sin ninguna queja, podía pasar mejor mi domingo para, de nuevo el lunes, comenzar con la siguiente publicación y los mismos nervios.
No quiero parecer el personaje del asno de Buridán, que quedó paralizado por no decidirse entre la cubeta de comida y la de agua, pero francamente les confieso que tenía algunas dudas de si escribir esta presentación desde la visión personal, o como casi siempre lo hago cuando se trata del CDI, con una postura meramente institucional, sin afán de sentimentalismos ni aprovechando mi posición profesional en un desayuno de despedida.

Sin embargo, en esta ocasión, se trata de hablar de mi trayectoria en esta Institución, en la que no solo crecí profesionalmente, sino que es también mi Deportivo, al que solía venir con mis padres, quienes cuando yo era una niña, nunca imaginaron que sería mi lugar de trabajo, que tanto les quitó de mi tiempo con ellos, incluso en el último hálito de su existencia, pero me alivia pensar que estaban muy orgullosos de mi vocación periodística en los ámbitos comunitarios.
Recuerdo en mis escasos años, cómo me llamaba la atención lo que el CDI hacía en relación al periodismo y al espacio que daba a los escritores, tenía la intención de concursar y participar como escritora, nunca imaginé que D-os me daría la oportunidad de dirigir el periódico o los certámenes literarios, y me daba un poco de miedo atreverme a abrir el campo de la difusión de las propias ideas, pero como dijo Bretón: “El pensamiento y la palabra son sinónimos”. Resultaba algo que me hacía temblar, estaba segura de que nunca me atrevería. Curiosamente visualizaba mi nombre en alguno de los tantos artículos y, llámese causalidad, casi al finalizar mi carrera universitaria, recibí una llamada del Sr. Simón Blachman, presidente del Comité de Prensa y Publicidad, porque necesitaban a alguien para dirigir el periódico. Pasé la prueba y, con algunos saltos y sobresaltos, y con unos pequeños descansos a los que me obligó la maternidad, continué por cuatro décadas esta labor.
He sido una máquina de producir palabras, millones de palabras escritas para el CDI; desde las galeras de la composición en frío, esa revolucionada técnica de los ochenta para hacer los originales mecánicos con los cinco dibujantes que entonces laboraban sin descanso; de ahí comprar las famosas Macs con Corel y Page Maker, guauuuu, la tecnología avanzaba, todo comenzaba ya con la era digital. Después, Indesign Illustrator y Photoshop, hoy Affter Efects y Premier, todos indispensables.

Más allá, los contenidos, provocar a los escritores con sus interesantes párrafos. Muchos que se iniciaron en el CDI, han logrado trascender en su carrera muy productiva, y a pesar de sus complicadas agendas, se mantienen fieles a este foro que les sirvió de trampolín. Entre sus deportes favoritos, estaba el pelear conmigo por el espacio del único semanario comunitario, cuando se extendían demasiado o cuando su planteamiento provocaba mareas o tsunamis en el colectivo.
Las connotadas escritoras Silvia Cherem, Esther Shabot, Paloma Sulkin, Diana Kuba, Perengana, Lituania Mendelewic, Dalia Perkulis, Carol Perelman, Becky Rubinstein, Shoshana Turquía, Linda Bucay, Adela Smeke, me disculpo si omito a alguien; también la exigencia a los profesionales de las distintas áreas del CDI, cuando les pedía información de sus propias actividades, la batalla campal de los martes a las 2 pm. El Consejo editorial de Mardoqueo y Frida Staropolsky, José Hamra, Enrique Chmelnik, Adela Fasja-Ezban, Marcos Metta, que siempre estuvo conmigo decidiendo la apertura de las líneas institucionales.

Cada uno de mis presidentes de Comunicación, Simón Blachman, Leonardo Katz, Natalio Schejtman, Nissim Shasho, Víctor Goldner, Hellen Plaschinski, Joey Amkie, Mario Mekler, Jacobo Viskin, Ariel Hojchman, Denise Belkind, Ronen Ozover, Manuel Sheinberg, Isaac Halkin, entre otros, con quienes mi amistad trascendió más allá de la mera relación laboral. Trabajé con Carlos Halpert, con el Lic. Eduardo Luis Feher, Memo Treistman, Ita Bercovich, Rubén Podoswa, Perla Schwartz, Eva Beitman, Raquel Strauss, Conchita, Martha Gerzkowicz, Chapa Kuzniec, mi querida Fanny Sarfati; muchísima gente sumamente valiosa que trabajó profesional o voluntariamente, o se convirtieron en híbridos, como me consideraba yo misma. Esa combinación extraña de sentir que el CDI le pertenece a uno.

Perdón si omito a alguien, pero todos, con el interés común de dar un marco maravilloso, no solo mostrando con imágenes el pasado y el presente, lo que ha sido y es el CDI para la Comunidad Judía de México, sino también invitar al conocimiento, a la reflexión comunitaria, dar conocer lo que esta Institución única en el mundo es capaz de crear.
Me falta espacio para compartir miles de anécdotas, pero hago caso de la frase: “Quien pudiendo decir algo en diez palabras usa veinte, es capaz de cualquier otra mala acción”. Solo permítanme recordar que tenía veintidós años cuando inicié este camino de tan gratas experiencias, edité entonces algo sobre la tercera década en el año 1980; en otro momento, el ejemplar del Cuarenta Aniversario, luego el de los Cincuenta Años, un maravilloso libro que ganó un premio como edición a nivel nacional; seguí con los Sesenta Años del CDI y hace muy poco el de los Setenta Años; pensaba que quizás, también tendría oportunidad de hacer el de los Ochenta, pero no soy tan posesiva con mi puesto y daré ya oportunidad a otros profesionales de seguir con la estafeta.

El nuevo mundo de la tecnología también me invitó a actualizarme. Siempre he dicho que hice mi maestría, mi doctorado o posgrado en el CDI en las áreas de Comunicación Social. Soy una gran experta en la Comunidad Judía de México y del mundo judío, gracias a las varias veces que me enviaron a Israel, teniendo oportunidad de conocer personalmente a Shimón Peres, Benjamín Nethanyau, Reuven Rivlin y hasta Naftali Bennett cuando era Ministro de Asuntos de la Diáspora; fui seleccionada por el propio Estado de Israel para participar en un Congreso para periodistas judíos de la diáspora, gracias a mi trayectoria en el CDI; estuve en Macabi Mundial en varios seminarios; también acudí representando al CDI a varios JCC en Estados Unidos y en Israel, junto con Smadar Bar Akiva, hoy directora de JCC Global.

Recibí el Premio de Periodismo Comunitario que otorgaba el Instituto Cultural México Israel, elegida por un muy prestigiado consejo de grandes intelectuales; asimismo, Premio a mi trayectoria periodística por APEIM, Asociación de Periodistas y Escritores Israelitas de México, cuando estaba dirigido por gente como Manuel Taifeld, Manuel Levinsky, Marie Pesso, André Moussali, entre otros escritores judíos.

Sin duda, las artes gráficas, los sistemas de producción de medios impresos o de medios digitales, descubren el fascinante mundo que ofrece la creación de ideas visuales, los cuales logran captar la atención de los lectores de todas las edades. Gracias a las sofisticadas herramientas existentes, la comunicación visual atrae la intención de la lectura, aunque en ocasiones ya sea de mínimos párrafos, o tal vez, el escritor tiene la suerte de provocar ser leído ampliamente. Pero sin duda, sin el medio, no hay mensaje.

Los medios informativos tienen la facultad de dejar permanencia y estar en el preciso momento en el que uno hace presa al lector. 

Soy una comunicadora innata que finalizó sus estudios a finales de la década de los setenta en la UNAM; hoy en día, pretendo continuar mi carrera desde otros ángulos, pero nada de esto sería posible de no ser por mi transitar en esta mi casa, mi escuela, mi laboratorio, mi Comité, las múltiples eureka, cuando se pasaban los obstáculos.

Por todo lo anterior y más allá de lo que el CDI significa en mi vida, además de muchas vivencias que compartí con todos ustedes, les extiendo mi más profundo agradecimiento por haberme permitido manejar los medios del CDI, con toda la confianza que depositaron siempre en mi persona para cumplir el gran reto de servir como comunicadora de la Comunidad desde hace casi cuatro décadas. Están aquí mis hijos, de quienes tengo muchas najes, crecieron a la par de los medios y siempre entre estas paredes, aguantando mis respuestas en los miles de WhatsApp que tuve que contestar de manera urgente sin importar el día o la hora, les debo una disculpa pública.

Agradezco mucho la amistad y el cariño de Jorge Wigisser, él siempre me supo guiar en esta la vorágine cedeísta, ese remolino que se genera por la propia complejidad y grandeza del CDI, y que exige excelencia, visión e inteligencia de un profesional. Gracias Coco.

Gracias Isaac Roizen, gracias Mónica Kibrit, gracias a mis compañeros directores, grandes expertos en las diferentes áreas; a Rebeca y a Ricardo, quienes se desvelaron mucho junto conmigo; gracias a mis hijos y a mis nietos; gracias a todos los aquí presentes, por apoyarme y guiarme. Siempre están y estarán en mi corazón.

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