Las fechas coincidieron, tal como lo había previsto el Consejo Directivo.
A la celebración del quinto aniversario del Centro Deportivo Israelita se sumaba la inauguración de un Edificio Social que, desde ese instante, se convertiría en el corazón mismo de la Comunidad Judía de México.
Los cinco años de trabajo ininterrumpido desde la colocación de la primera piedra, cuando el Deportivo abrió oficialmente sus puertas en octubre de 1950, mostraban ahora el fruto más codiciado que se pudiera imaginar: una moderna estructura arquitectónica en la que se había contemplado en detalle todo lo necesario para su buen funcionamiento.
Hombre culto originario de Manchuria, el arq. Vladimir Kaspé evidenciaba en su proyecto un estilo sobrio, sencillo y funcional, pero a la vez de gran complejidad y detalle. Esta es la descripción del Edificio Social: “La función específica de la obra es ser un edificio destinado al deporte y la vida social. Fue necesario considerar que concurrirá gente de edad, sexo, cultura e ideales diversos, y partiendo de ese criterio resultaron los salones de descanso a los que podrán llegar desde la alberca o los terrenos de juego”.
Concluía Kaspé diciendo: “En el primer piso están los salones para juegos de mesa, conversación, lectura, y hay lugares más privados, como la biblioteca, donde el socio puede aislarse completamente. El auditorio, de 250 espectadores, está acondicionado para cualquier tipo de espectáculos. Una dependencia muy importante, sobre todo por su capacidad, es el Salón de Fiestas (que unido al comedor alberga a 1,500 personas sentadas); tiene una pista de baile y un escenario para conjuntos musicales o conciertos y actos de mayor magnitud. En este salón habrá de realizarse una gran pintura mural con escenas simbólicas de la vida del Pueblo Judío”.
En la concepción general del Edificio Social se evitaron las formas que pudieran envejecer rápidamente. Las instalaciones de aire acondicionado, sonido, acústica, electricidad y plomería fueron estudiadas con especial cuidado, y se concertó una decoración a base de muebles, cortinas, jardineras y biombos que armonizaran con la línea general. Como punto final de la obra, los espacios libres serían cubiertos con hermosos jardines. Absolutamente todo había sido contemplado: Salón de Fiestas, Guardarropa, Auditorio, Camerinos, Salones de Descanso y Lectura, Biblioteca, Terrazas, Salón Comedor, Cocinas, Bodegas, Salas de Juegos, Oficinas, Baños, Lobby, Mezzanine, Mobiliario, Iluminación… Pensando en función de satisfacer a los socios, ningún detalle se había escapado.
La realidad del nuevo Edificio Social tuvo, no obstante, su lado triste al recordar a quien fuera uno de los fundadores del CDI, el Ing. Samuel Dultzin, fallecido a principios de 1954, cuando presidía el Comité Constructor. Por unanimidad, el Consejo Directivo decidió dar su nombre al inmueble, develando un busto suyo al lado de la escalera que da acceso al Gran Salón.
El festejo por la puesta en marcha del nuevo edificio comenzó el domingo 16 de octubre, cuando fundadores, constructores y socios en general levantaron sus copas para brindar por la nueva obra; y concluyó el sábado 22 con una gran Cena-Baile de Inauguración en el Salón Social, con la asistencia de personalidades del mundo empresarial y artístico, así como diversos políticos e intelectuales especialmente invitados al convivio.
Una vez terminado el banquete, casi a la medianoche, se procedió a elegir a la Reina de la Belleza del CDI de entre una veintena de señoritas elegantemente ataviadas. El jurado, en un difícil ejercicio, se inclinó finalmente por la guapa Anita Schwarz: “Ana I”, a quien tuvo el gusto de entregar cetro y corona de Israel en México, Dr. Joseph Kessary.