De un sobresalto me despierto. Es muy temprano, aún no suena el despertador.

 

Con las ideas confusas, trazo mi mañana.

Sí, hoy es la inauguración del Minian CDI, y acordé ir al rezo de las 9:00 horas para después participar del magno evento.

Con tiempo me preparo y voy camino a mi encuentro.

Como todos los días, el rezo empieza puntual y cada integrante se pone el Talit y el 

Tefilín entonando sus respectivas bendiciones.

Poco a poco, se va llenando el pequeño salón donde acostumbramos reunirnos para el rezo matutino hasta que repentinamente, encontrar lugar para sentarse se vuelve un reto.

Todos están presentes: los de costumbre, los menos constantes, los que asisten esporádicamente e incluso muchos nuevos que seguramente no quieren perder este acontecimiento.

El rezo transcurre con respeto y en un ambiente cordial, amistoso y cada uno al levantar la mirada, saluda al amigo, al colega o al conocido. La expresión de alegría no puede disimularse del rostro de cada uno de nosotros.

Pequeñas bromas, recuerdos, y acciones fluyen como para mantener grabado en nuestras mentes, todos los hermosos momentos que ahí vivimos durante nuestros anteriores rezos.

Con el recorrer de los minutos, atravesamos las diferentes plegarias, entonando en particular el “Shema Israel” (Escucha Israel), donde distinguimos un poco de distorsión, ya que unos se adelantan y otros lo recitan con voz un poco más elevada, sin embargo, todos con un ritmo similar y tratando de acoplarse al conjunto. 

Llegamos al momento más importante: la Amida, la cual es pronunciada en forma individual con un silencio que nos cubre a todos bajo un mismo manto. 

El ambiente es cada vez más espiritual culminando en la Hazara (repetición de la Amidad) durante la Kedusha, donde más de cincuenta gargantas al unísono, al mismo paso y volumen y desde lo más profundo de un corazón a punto de estallar, se hacen escuchar y elevan el recinto como para fundirse con las alturas del Creador. 

Las bendiciones de los Cohanim mantienen el aire sagrado mientras en él, un sentimiento de nostalgia, por los últimos momentos en este salón que nos acogió por catorce años, se contrapone al de la alegría de pertenecer a un nuevo y hermoso templo.

Finaliza el rezo, y todos se apresuran para estar listos al esperado acontecimiento.

Nuevamente los saludos, abrazos, comentarios, se manifiestan mientras los invitados se acomodan para disfrutar de la inauguración.

Las palabras de directivos, colaboradores, participantes son escuchadas con atención. La emoción no es contenida, las lágrimas humedecen notablemente los ojos de fundadores y de participantes del Minian CDI, así como las de algunos presentes. 

Un bonito y bien elaborado video en conjunto, con una enorme mesa de bocadillos y dulces realzan aún más el momento.

De repente, los espectadores abren paso formando un camino improvisado por el cual desfila un hermoso y majestuoso Sefer, conducido a su nueva morada para acompañar a su colega, que ya lo está esperando en el Ejal.

Los cánticos y bailes con los dos sefarim no se hacen esperar, creando un ambiente acogedor y sin igual con la presencia de destacados rabinos que impregnan aún más respeto a la ceremonia.

 Definitivamente la santidad se palpa, la emoción se siente, la alegría se ve y la hermandad se hace presente al constar que el Minian seguirá acogiendo a todos los hermanos no importando a que comunidad pertenecen, como lo ha venido haciendo por muchos años.

La belleza del evento culmina al escuchar el toquido de un Shofar que parece abrir una comunicación directa con el creador, agradeciendo su inmensa bondad por hoy, permitirnos inaugurar una morada donde sabemos que siempre lo tendremos cerca.

Gran inauguración del Minian CDI

Entrevista al Arq. Carlos Metta Hanan, autor del concepto arquitectónico del Minian CDI

La Inauguración del Minian CDI

Recuerdos del Minian CDI

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