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Los límites para una intervención más activa de la potencia

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Roie Yellinek

El 23 de diciembre de 2017, el Ministro de Asuntos Exteriores chino Wang Yi señaló en una entrevista en el principal canal de televisión de China (CCTV) que “han pasado setenta años desde que la ONU adoptó la decisión de crear un Estado palestino, pero setenta años después, ningún Estado palestino se ha creado aún”.

Su declaración fue pronunciada en un simposio de paz israelí-palestino que tuvo lugar en Beijing del 21 al 22 de diciembre, y tomó su lugar entre las recientes declaraciones chinas similares sobre el conflicto israelí-palestino.

Las relaciones entre Pekín y los palestinos comenzaron en los años sesenta y setenta y consistieron principalmente en el apoyo material y conceptual dado por el gobierno chino, encabezado por Mao Zedong, a la OLP. China también fue el primer Estado no árabe en establecer relaciones diplomáticas con la OLP, realizado en 1965.

Después de la muerte de Mao y el posterior cambio drástico en la política pública china liderado por su sucesor Deng Xiaoping, que incluyó un cambio de concepción de la política bajo intentos de reeducar al pueblo chino para construir una economía fuerte, se redujo el apoyo chino al problema palestino.

Paralelamente, la importancia de Israel para China aumentó por razones económicas, con la mirada apuntando a la innovación israelí y su potencial para ayudar al crecimiento de China.

A pesar de esto, la actitud general china hacia los palestinos y el conflicto palestino-israelí se ha mantenido sin cambios, y Beijing continuó apoyando la demanda de los palestinos de tener un Estado.

La participación de los chinos en este asunto ha aumentado en las últimas décadas, lo que ha llevado a los palestinos a esperar que Pekín los ayude a alcanzar su objetivo.
Beijing apoyó a Hamas después de que ganó las elecciones parlamentarias de 2006, declinando etiquetarlo como una organización terrorista y en su lugar se refirió como el “representante elegido del pueblo palestino”. Ese año, el prominente funcionario de Hamas, Mahmoud Zahar, fue invitado a Beijing. En respuesta, el embajador de China en Israel fue convocado al Ministerio de Relaciones Exteriores en Jerusalem, donde fue duramente criticado por la política de Pekín hacia Hamas.

El 29 de noviembre de 2012, para consternación de Israel, China votó a favor de la resolución 67/19 de la Asamblea General de las Naciones Unidas que otorgaba a los palestinos la condición de observador en la ONU. En abril de 2017, el Ministro de Relaciones Exteriores de China dijo, durante una reunión con un representante palestino: “el hecho de que los palestinos no tengan un Estado es injusto, es una injusticia histórica que debe llegar a su fin. No puede continuar de esta manera”.

El presidente chino, Xi Jinping, también hizo varias declaraciones sobre el tema. Durante la visita del Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu a China en marzo de 2017, Xi le dijo: “La vida en paz, unos al lado de los otros (palestinos e israelíes) será buena para ambos pueblos, así como para toda la región” y ofreció un plan de cuatro etapas destinado a conducir a un acuerdo.

El plan chino de cuatro etapas para la paz

La primera etapa del plan chino consiste en promover una solución de dos Estados.

La segunda, es fortalecer la idea de cooperación en seguridad y garantizar la seguridad de Israel mientras se compromete a dejar de construir en los asentamientos. La tercera y cuarta etapas incluyen medidas de fomento de confianza diseñadas para llevar a una cooperación económica entre ambas partes de las que se desprendería (por lo que se espera) la prosperidad en toda la región.

Nadie discute la afirmación de Xi de que la paz es preferible a la guerra, pero existen serias dudas de si su plan de cuatro etapas conduciría a ese resultado. Xi dijo en otra ocasión, repitiendo uno de los cinco principios básicos del partido comunista chino, que son las propias partes quienes deben avanzar hacia la resolución del conflicto a través de conversaciones directas, y que Beijing solo ayuda si ambas partes solicitan su apoyo. En el escenario actual, en el cual los palestinos se oponen a regresar a la mesa de negociaciones sin condiciones previas, es difícil creer que el plan de paz chino -o cualquier otra solución posible, para el caso- pueda implementarse.

El anuncio del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que Washington trasladará su embajada de Tel Aviv a Jerusalem, por supuesto, ha provocado vociferantes reacciones entre el pueblo palestino y sus líderes. El presidente de la OLP Mahmoud Abbas anunció que Estados Unidos ya no puede ser un mediador justo y dijo que no está dispuesto a cooperar en las negociaciones lideradas por Estados Unidos. China también declaró su oposición a la declaración de Trump, que cree que solo empeorará el statu quo.

El esfuerzo de Pekín para demostrar su participación en la región tomó la forma del simposio de diciembre, convocado por el presidente Xi e integrado por representantes de ambas partes. El evento fue dirigido por el Ministro de Asuntos Exteriores de China, su adjunto y el enviado chino a Oriente Medio; la parte israelí estaba representada por el diputado Yehiel (Hilik) Bar del Partido Laborista de Israel (que es también el vicepresidente de la Knéset y presidente del lobby Israel-China); y el lado palestino estaba representado por Nabil Shaath, asesor de asuntos exteriores del presidente Abbas. El documento del simposio llama a ambas partes a renovar las negociaciones, declarar su compromiso con la solución de dos estados y mantener el statu quo en Jerusalem.

¿Podría este documento ser el comienzo de una nueva era de mediación y asistencia de China para resolver el conflicto israelí-palestino? Probablemente no, a pesar del evidente interés de Pekín y la presencia de delegaciones de ambos lados. En primer lugar, las delegaciones no eran oficiales, lo que significa que no representaban a sus gobiernos; simplemente estaban allí para expresar un llamado genérico a la paz. Además, como se señaló, la intervención china requeriría la voluntad explícita de ambas partes. Es difícil ver por qué Israel preferiría la intervención de los chinos, quienes, después de todo, han sido demostrablemente propalestinos durante muchos años, sobre los estadounidenses, que han sido consistentemente proisraelíes. Y, en cualquier caso, la política de Pekín es contraria a la intervención. Hasta el día de hoy, China ha evitado cuidadosamente insertarse en el corazón del conflicto.

Siendo ese el caso, ¿por qué Pekín se tomó la molestia de convocar el simposio, y por qué sale de vez en cuando con declaraciones sobre el conflicto?

Más un gesto que una intervención

china, como una de las dos economías más grandes del mundo y miembro permanente del Consejo de Seguridad, tiene una influencia cada vez mayor en el escenario internacional. Tiene que pagar un precio por su tamaño y potencia, y una parte de ese precio es asumir la responsabilidad, o al menos asumir la responsabilidad de aliviar las tensiones mundiales. Existen argumentos válidos para afirmar que una intervención china en este largo conflicto, que algunos consideran imposible de resolver, ganaría puntos para Beijing en el escenario mundial al tiempo que aliviaría la presión sobre China para que interfiera en otros conflictos más sangrientos, más cercanos a su país de origen. El gobierno chino siempre puede señalar que ni los estadounidenses ni los europeos han logrado reconciliar a las partes, por lo que no hay motivos para culpar a China por fracasar en la misión.

Visto desde este punto de vista, la preocupación de los chinos por el conflicto israelí-palestino puede verse más como un esfuerzo por demostrar interés y participación que para proporcionar una intervención práctica.

La conclusión es que cualquier apoyo para el largo esfuerzo por alcanzar la paz entre los israelíes y los palestinos debe ser bendecido. El enfoque de China -que es posible establecer conexiones económicas entre enemigos- posiblemente podría aplicarse en un intento de resolver el conflicto israelí-palestino. China sí sabe cómo hacer negocios simultáneamente con enemigos acérrimos, por ejemplo, Irán y Arabia Saudita. Para que esto ocurra, sin embargo, Beijing deberá estar preparado para una intervención larga y profunda. Hasta que Pekín demuestre tal disposición, las partes deberían consultar diferentes canales para establecer comunicación entre ellos.