
En una entrega anterior exploré los motivos que acercan al gimnasta al gusto por la gimnasia y a su práctica. En esta entrega,
hablaré de un tema estrechamente relacionado: la motivación. En específico, la motivación que experimenta el gimnasta, antes de asistir al entrenamiento y durante este.
La motivación puede ser entendida como la causa de un determinado comportamiento – el que nos ocupará en este escrito será el asistir a la sala de gimnasia a entrenar. La naturaleza de esta causa no es simple, sino que resulta un complicado proceso. Muchos factores se interrelacionan para producir los comportamientos dirigidos de fuerza, resistencia, concentración o estrategia que caracterizan a los deportes. Los factores que modulan la motivación de un atleta son de dos cualidades diferenciadas, aunque interdependientes e inextricables una de la otra. Por un lado, están los factores biológicos como la disponibilidad de energía (que puede verse limitada por la fatiga, el hambre, la enfermedad o las lesiones) o las capacidades de fuerza, rapidez, resistencia y flexibilidad. Al verse mermado en el sentido biológico, un atleta experimentará consecuencias inmediatas y negativas en su motivación para llevar a cabo tareas físicas, lo que en muchos sentidos protege a su organismo de sufrir un daño o un desgaste descompensatorio. Una sensación de bienestar físico y relajación son indispensables para emprender el aprendizaje de nuevos movimientos y técnicas, especialmente en la gimnasia.
Por otro lado, la motivación tiene una naturaleza psicológica y social que relaciona diversos aspectos estudiados por la Psicología y la Sociología del deporte: el deseo de competencia –la necesidad experimentada por todos los seres humanos de actuar competente y eficazmente en nuestro ambiente -, la intención del atleta de experimentar una situación de mayor bienestar a través del entrenamiento, las expectativas de resultar reconocido, elogiado o presenciado practicando gimnasia, el valor de la compañía y la amistad encontrada entre los compañeros, los valores y costumbres de la cultura propia.
Para el psicólogo E. L. Deci (1975), proponente de la Teoría de la Autodeterminación, la asistencia al entrenamiento en la gimnasia o cualquier otro deporte puede entenderse como un medio por el cual, el atleta busca la satisfacción a varias necesidades de las que he hablado anteriormente: la de autonomía (el deseo de iniciar y regular las acciones propias), la de competencia (el deseo de interactuar efectivamente con su entorno y mostrar capacidad), y la de interrelación (el deseo de sentirse vinculado a las personas con las que convivimos). Deci considera que estas necesidades humanas se pueden refinar y diferenciar hasta adquirir la forma particular del deseo de llevar a cabo determinados movimientos, y alcanzar un nivel de autorrealización con su ejecución, en una situación como el entrenamiento gimnástico, donde el niño además será sociabilizado y educado.
El entrenamiento gimnástico se basa en la repetición del movimiento. Un niño adquiere gusto por esta repetición a través de la conciencia de la ejecución exitosa de esos movimientos, que resulta en una experiencia reforzante de la conducta de practicarlo – es decir, que cada vez será más probable que el niño lo ejecute -, y en un aprendizaje acerca de las expectativas de la práctica de ese movimiento: la mejora en el control del mismo, la progresiva soltura y dominio de sus posibilidades. A partir de estas experiencias primarias, el niño adquiere seguridad en su actuación, y se vuelve capaz de evaluar los límites de sus capacidades para llevar a cabo tareas. La creencia de que las capacidades personales son suficientes o adecuadas – o no lo son -, para llevar a cabo una tarea (hacer gimnasia, por ejemplo) fue nombrada como autoeficacia por A. Bandura en 1989. Esta creencia influye directamente en la motivación, el esfuerzo y la persistencia que manifiesta el gimnasta en el entrenamiento, lo mismo que la anticipación de resultados acerca de su comportamiento y la planificación de metas futuras. La influencia que esta evaluación de las capacidades propias tiene sobre la motivación del gimnasta me llevará al cierre de este artículo.
Como lo pudo anticipar un lector padre de algún gimnasta cedeísta, existen por otro lado estados psicológicos como una limitada capacidad paraconfiar en las capacidades propias, la frustración debida a la acumulación de fracasos, las secuelas de accidentes y lesiones, etcétera, que resultan en experiencias que no solo limitan el aprendizaje, sino que hacen menos probable la asistencia regular a la sala de gimnasia. Los entrenadores somos siempre cuidadosos de mantener en equilibrio los factores que mantienen la motivación de los gimnastas durante el entrenamiento, procuramos que los alumnos adquieran seguridad en su actuación y confianza en sus capacidades, e introducimos la competición por medio de puntajes solo cuando esta puede contribuir tanto a la satisfacción de las necesidades de autonomía y competencia del niño (cuando el niño decide libremente participar en la competición porque se siente preparado y capaz), como a la percepción de autoeficacia del niño (es decir, cuando el éxito es alcanzable). El trabajo del entrenador en este sentido dista de ser sencillo: las más de las veces un traspié significa en un largo esfuerzo por recuperar la motivación del gimnasta, y en algunos casos no se tiene más éxito.
Para concluir, quiero apuntar como escribí en otra entrega, que los motivos del gimnasta son solo uno de los factores que determinan la motivación de un gimnasta: una adecuada alimentación, la ausencia de lesiones y un descanso apropiado son tan importantes como encontrar personas gratas y actividades interesantes y asequibles en la sala de gimnasia. Tal como lo he expuesto, me parece lícito concluir que aunque la construcción de los motivos para practicar gimnasia corresponde principalmente a los entrenadores de los gimnastas, la manifestación de la motivación para acudir al entrenamiento recae en tres actores que cooperan por igual: el gimnasta que ha adquirido el gusto por la actividad, y sus padres que proveen las condiciones físicas y emocionales para que los atletas puedan aprender y disfrutar, son los primeros dos. Finalmente, el entrenador de gimnasia ha de procurar ser respetuoso de las peculiaridades y situaciones biológicas de sus atletas, de los procesos de aprendizaje y sociabilización de los gimnastas, y proveer una clase que por sí misma resulte interesante, divertida y satisfactoria en términos de competencia, para el atleta. Este tipo de clases es la que cada día preparan los entrenadores para sus gimnastas en el CDI.
Los motivos de la Gimnasia y los del Gimnasta (Primera parte)
Gimnasia Artística Femenil Representativo
Gimnasia Artística Femenil Enseñanza
Gimnasia Artística Femenil Fundamentos
Gimnasia Varonil Representativo
Gimnasia Rítmica Principiantes




 
									 
					

