Carretera obscura y remota, árboles altos e intimidantes, aire frío y pesado, y nieve acumulándose sobre el suelo. Polonia, 25 de noviembre de 2018. 

 

Dicen que cuando se trata del Holocausto, entre más se sabe, menos se entiende. Así que me vuelvo responsable de conocer. Momentos de reflexión requieren valor y temerosa de donde mis pensamientos me puedan llevar, me atrevo a reflexionar sobre la vida. Porque la muerte, sin duda, no la entiendo.
Me queda más claro que nunca hasta donde es capaz de llegar el humano y entiendo por fin, que en la Shoá solamente fue partícipe el humano. Humano perpetrador, humano víctima, humano espectador. Me llena de enojo y me obliga a cuestionarme absolutamente todo. Pero fue humano el que resistió, el que protestó y el que salvó. Y eso me da esperanzas, porque me empeño a vivir en un mundo con bondad, en ser mejor persona, en educar. Ya que esa es la mejor manera de contraponerse a lo ocurrido.
Recorrí comunidades enteras intentando imaginarlas llenas de vida; visité calles que solían ser parte de guetos mientras escuché historias de las personas que vivieron dentro de ellos, y estuve en campos de concentración y exterminio pensando en almas que anhelan ser recordadas.
Me considero testigo de lo que conozco y por consecuente, responsable de hacer conocer.
“Venimos a Polonia no solo para ver, sino para que los lugares nos vean a nosotros”. Fui portadora orgullosa de vida, de victoria y por siempre seré portadora de la memoria y del recuerdo. Me paré ahí para dar vida a quien le fue arrebatada, caminé en honor a ellos; y di señales de mi existencia, porque no acepto. Así que escuché y observé las historias que alrededor desbordaba a gritos. Sentí por un momento la densidad de lo impuesto, y me estremecí por el inevitable dolor. Entonces puse mi cabeza en alto. Nunca más.
Esto es por lo que lucho; mi lucha por ser una mejor persona, mi lucha en contra de la indiferencia, mi búsqueda constante de la bondad humana, mi memoria activa y transmisora, porque así, es como se devuelve la vida.

Am Israel Jai
¡En Macabi solo faltas tú!

Las dos cosas que aprendí

Durante esta visita vimos la vida de los judíos antes, durante y después de la Shoá; visitamos diferentes ciudades como Bedzin o el shtetl de Tiktin en donde los judíos habían vivido ahí durante más de 400 años, formaban parte activa de las comunidades y se llevaban con sus vecinos; visitamos en donde estaban situados los diferentes guetos de Cracovia y Varsovia en donde los judíos vivían en situaciones terribles, también visitamos los diferentes campos de trabajo y de exterminio de Auschwitz, Auschwitz-Birkenau, Majdanek, el bosque de Lupujova; el después de la Shoá lo sentimos cantando en las sinagogas abandonadas por las comunidades que ya no existen, caminando con nuestros tilboshiot y la bandera de Israel por las vías del tren, pasando al lado de donde antes estaban las barracas, nosotros somos el después de la Shoá. Los sentimientos que tuve eran confusos, la tristeza e impotencia al entrar a las cámaras de gas, el sentimiento de encierro al caminar por donde se encuentran las rejas, emoción por ir al templo en Shabat, en donde mi tatarabuelo rezaba, pasé por donde él vivía y visité su tumba. En este viaje aprendí principalmente dos cosas: los nazis, todos ellos, eran humanos aunque parezcan que son de otro planeta por las acciones que cometieron, esto me deja que el ser humano puede hacer cosas tan atroces como esta, pero, lo segundo que aprendí, es que también el ser humano es capaz de ayudar al otro y de frenar lo que no considera que está bien, tuve la suerte de escuchar el testimonio de una Justa entre las Naciones, y ver cómo 180 personas del Majón Le Madrijim se levantaron de su silla para aplaudir. Lo que vimos y aprendimos es algo que está en nosotros, que no se vuelva a repetir.   

//JAIME CHARAF

DATOS

Auschwitz – Birkenau
Era el más grande de los campos de concentración y exterminio establecidos en Polonia, y funcionaba simultáneamente como un centro de trabajos forzados y de asesinato masivo. Este campo fue designado para ser el centro principal para el exterminio del pueblo judío y para ello fueron construidas instalaciones para el asesinato masivo y hornos crematorios. Las matanzas se realizaban en cámaras de gas utilizando para ello un pesticida sumamente letal denominado Zyklon B. Su utilización había sido experimentada con prisioneros de guerra soviéticos.

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