Mi extraño hoy

Título: Mi extraño hoy
Categoría: Secundaria
Género: Cuento  
Seudónimo: Cristiano Ronaldo.

Soy el iPhone de Gabriel, y si creen que la vida de un humano es complicada, deberían intentar vivir como yo: el teléfono de un adolescente de 14 años. Mi existencia es una montaña rusa, y mi día a día es una aventura que va desde el drama más intenso hasta el momento más tierno o explosivo.

Mi día comienza a las 5:40 a.m. y les juro que no hay nada más feo que Gabriel ponga esa alarma para que nos despertemos. No me hace caso ni una ni dos, sino hasta la tercera vez y al final, en un ataque de desesperación, me avienta del buró a la cama. Después de despertarme se le ocurre llevarme al gimnasio como si yo tuviera que hacer ejercicio y los peores días es cuando se le olvida cargarme y me lleva sin batería, para luego correr a que se bañe, claro, con música a todo volumen, y después a desayunar, donde me toca un baño de miel si nos toca desayunar hot cakes.

Mi trabajo principal se compone de muchas actividades, recordarle a Gabriel de sus tareas, ayudarlo a vender sus jerseys, a comunicarse con sus papás, y en ratos divertidos nos ponemos a jugar algún juego.

Mis notificaciones son un río inagotable: “El amigo subió una nueva historia”, “el primo te mandó un meme que te va a matar de risa”, “Te etiquetaron en una foto”. Sinceramente, ya no sé qué es real. Mi cámara es testigo de selfies en ángulos imposibles que parecen desafiar las leyes de la física, y de videos divertidos con amigos que por el bien de la humanidad, rezo para que nunca se vuelvan virales.

La escuela es mi zona de guerra. Soy un espía encubierto en la clase de matemáticas. Mi objetivo: sobrevivir sin ser descubierto por la maestra, que tiene ojos en la nuca. Vivo escondido en la bolsa del pantalón, temblando con cada vibración, esperando que no sea un mensaje urgente de la mamá. Una vez casi me descubre cuando un compañero le mandó un video de un perro tocando el piano. Tuve que apagar la pantalla rapidísimo y hacerme el muerto.

Los recreos son mi momento para respirar. Me convierto en el centro de atención, el portal a miles de videos graciosos y soy testigo de montones de partidos de fútbol. Soy el mejor amigo de todos, o al menos el que tiene más datos.

Aunque no lo crean, me entero de todos los chismes, que a quién le gusta esta niña, o quién está castigado por comer en clase, en fin, sé todo lo que viven en la escuela y hasta cuando a Gabriel lo descubrieron por estar viendo un partido de fútbol de nuestro equipo y la maestra me arrebató de las manos de Gabriel y me mandaron a la Dirección.

A pesar de todo el drama, mi vida está llena de anécdotas, soy el traductor que lo salvó en una clase de inglés, y el compañero de aventuras cuando sale con sus amigos a pasear por la ciudad. He sido el árbitro en debates sobre quién tiene razón y he guardado en mi memoria las fotos de cumpleaños y viernes sociales que se ha tomado con sus amigos.

Las tardes es cuando más brillo porque acompaño a Gabriel con música a todo volumen mientras hace la tarea… cuando la hace. Luego, me transformo en su control de videojuegos, vibrando y emitiendo sonidos explosivos y al mismo tiempo hasta hago videollamadas con 3 o 4 amigos a la vez para que puedan jugar Xbox. A veces me utiliza como linterna para buscar cosas perdidas en el abismo de su mochila, donde ya estoy acostumbrado todo el tiempo a convivir con restos de comida, plumas sin tapa, cuadernos arrugados y a veces con sudaderas y guantes de portero sudados después del recreo. Y claro, después de toda la tarde nos toca hacerle un estudio de fotos al perro, en la cama, en la cocina, en el sillón viendo la tele o tirados los dos en el piso y a pesar de poner todo mi esfuerzo en querer enfocarlo bien, se mueve y me llena de baba después de 100 fotos.

Mi batería, pobre de mí, se gasta más rápido que un chiste malo en una fiesta. Pero no importa, porque cada parte de la energía se usa para algo.

Pero no todo es locura. A veces me siento realmente útil. Grabó los conciertos de su banda favorita, capturó el momento. Me usa para videollamadas con sus abuelos, amigos y con su hermana que vive lejos y veo sus sonrisas. Busco videos de entrenamiento para porteros, porque está obsesionado con el fútbol. Y una vez, me usó para buscar oportunidades de negocio para proponerle a su mamá. En esos momentos, me siento parte de la familia.

Al final del día, después de toda la locura, Gabriel por fin me conecta a mi cargador. Mientras recupero mi energía, pienso en todo lo que viví. En los secretos que guardo, en las risas que grabé y en las historias que estoy a punto de vivir. Es una vida caótica, ruidosa y llena de locura, pero al final del día, soy el iPhone de un chico de 14 años, y no lo cambiaría por nada del mundo. En esos momentos, me siento útil acompañándolo en su camino para lograr sus sueños.

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