Perdida entre sueños

Título: Perdida entre sueños
Categoría: Secundaria
Género: Cuento
Seudónimo:  Amora Ravensong

¿No les ha pasado que quieren escaparse de su realidad, dejar de seguir un patrón, dejar de seguir las reglas, vivir una vida mágica, o que todo sea perfecto? ¿solo ser libres?

A Isabella también le pasa todo el tiempo. Odia su vida, no porque sea mala: va a una buena escuela, sus papás tienen buenos trabajos y tiene unos cuantos amigos. Pero odia eso, odia que su vida sea tan aburrida, que los días sean iguales y no poder expresarse con libertad, no mostrarse como es en realidad. Está harta de estar sometida bajo la presión social, de tener que pertenecer y estar bajo los estereotipos.

A Isabella le encanta leer libros y ver películas porque siente que, de alguna manera, puede escapar de su realidad, vivir diferentes historias y experiencias, y eso a ella le encanta, aunque ninguna historia es suya. También suele tener muchos sueños, unos mejores que otros; a veces unos tan buenos que no puede parar de pensar en ellos y les da vueltas por días, aunque también hay otros que son muy raros y que prefiere olvidar. Siempre le ha parecido curioso eso de los sueños. Todo el mundo dice que no tienen sentido y que no les haga caso, pero ¿qué pasaría si los sueños te están tratando de decir algo? Tal vez importan, tal vez puedes quedarte en uno.

Era un día normal como todos los demás: fue a la escuela, volvió a su casa, leyó, hizo tarea. Estaba muy emocionada por dormir, ya que últimamente estaba teniendo sueños muy divertidos alrededor del mundo. Ella ansiaba poder irse a un lugar lejos de todo, donde pudiera dejar atrás la presión social y todo lo que no le dejaba ser libre. Tal vez París o España, trabajar en una cafetería, vivir en un pequeño departamento y enamorarse. Una vida simple pero tranquila, y no volver a oír de nadie nunca más, hacer su vida de nuevo.

De repente se dio cuenta de que se perdió en sus pensamientos y que ya eran las 11:11. Era muy tarde y tenía escuela al día siguiente, así que decidió irse a dormir. ¿Qué es lo peor que podría pasar? Solo le esperaba un día igual de aburrido como los demás.

Al día siguiente Isabella se despertó sin ganas de ir a la escuela, un poco adormilada todavía. Checó la hora en el reloj que estaba en su mesita de noche. Al ver que eran las 11:11 primero pidió un deseo, pero después se dio cuenta de que ya era la mitad del día. Se había quedado dormida para la escuela, pero su mamá no la había despertado, se le hizo muy extraño. Percatándose mejor de su entorno, se dio cuenta de que no estaba en su casa. Era un cuarto muy bonito, blanco con rosa, y una ventana con una cortina, un espejo que llegaba al piso, una estantería llena de libros que ya había leído y un escritorio con una tele encima. El cuarto era muy bonito, se sentía como su casa, pero no lo era. Era como un lugar que no conoces, pero puedes sentirlo como tu hogar.

Decidió salir a investigar y se encontró con un departamento del mismo estilo que su cuarto: blanco, ordenado, minimalista. Siempre se había imaginado tener una casa así cuando creciera. No sabía cómo había llegado ahí. El departamento estaba solo. Pero, ¿cómo era posible?

Un poco confundida, decidió ir al baño, pero al verse en el espejo pegó un grito: era ella en el espejo, pero una versión de 25 años. Demasiado confundida y asustada, decidió mirar por la ventana… y era la Torre Eiffel. Estaba en París, pero no entendía cómo. Era su sueño hecho realidad: vivía en un pequeño departamento en París, sola, lejos de todo el mundo, empezando su vida desde cero.

Más tarde, descubrió que trabajaba en una pequeña cafetería a 5 minutos de su apartamento, tenía amigas en París, le pagaban un buen sueldo y hasta tenía un novio. Llevaba una semana en esta nueva vida, pero la estaba disfrutando mucho: era lo que siempre había querido.

Al nunca haber visitado París, en su tiempo libre decidió darse a la tarea de recorrer la ciudad y, cuando tuviera más tiempo, Francia y otros países de Europa. No le estaba costando nada adaptarse a su nueva vida. No podía explicar cómo había pasado de tener 14 años y ser una estudiante de secundaria con una vida tan aburrida, a de repente vivir en su país favorito, haber encontrado el amor, tener amigas de verdad y un trabajo que le gustaba, pero sobre todo, haber empezado de nuevo.

Llevaba un mes en París, estaba adaptada a su nueva vida y se sentía muy feliz, pero se acordó de sus papás. No sabía nada de ellos desde hacía un mes; ellos no la habían llamado ni intentado contactar. Al final, todavía seguía siendo una niña, aunque estuviera en el cuerpo de una adulta. Decidida a hablar con ellos, buscó su contacto en su celular, pero nada: ni un mensaje, ni una foto. No había rastro de ellos ni de que alguna vez hubieran existido.

¿Cómo era posible? Sin sus papás, ella no podría existir. Decidió contactar con una de sus viejas amigas que tenía en la escuela, pero no había rastro de ella. Buscó rastro de todas las personas que alguna vez había conocido… y nada. Era como si su sueño hecho realidad se hubiera llevado a todos los demás. Solo que ya nadie de su vida pasada existía.

Al saber esto, ya no se sentía tan feliz en su nueva vida. Aunque había gente que no le caía bien de su vida anterior, extrañaba a sus papás y a sus amigos. De repente nada tenía sentido. Al saber que ya no tenía familia, se sentía tan triste que no podía dejar de llorar. Deseaba poder regresar a la noche cuando se fue a dormir, deseaba poder volver. Ya no deseaba esto, solo quería regresar a su casa con su familia, ya que ese apartamento no se sentía como casa. Más bien, nunca lo fue.

A la mañana siguiente se despertó, vio la hora en el reloj de su mesa de noche: 11:11. Pero al ver todo más claro, se dio cuenta de que estaba en su casa, en su cuarto. Rápidamente se paró de la cama y fue corriendo al baño. Se miró en el espejo y era ella, Isabella de 14 años. Estaba ahí otra vez, con una sonrisa de oreja a oreja.

Salió de su cuarto y ahí estaba su mamá cocinando algo que olía delicioso. Sin dudarlo, abrazó a su mamá mientras lágrimas salían de sus ojos y le dijo: “Te quiero, mamá, no vuelvas a irte nunca”. Su mamá no entendía nada, pero la abrazó de regreso; era algo que Isabella no hacía muy a menudo.

Al parecer, todo fue un sueño… aunque se sintió tan real. Pero su mamá dice que estaba dormida tan profundamente que no pudo despertarla para ir a la escuela y la dejó dormir.

Desde que tuvo ese sueño, no desea tener otra vida. Aprecia y valora mucho la suya. Es más cercana a sus papás y pasa más tiempo con sus amigas. Ya no quiere irse lejos, quiere quedarse con sus seres queridos.

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