Antes de marcharse de casa definitivamente, Salomón y Papías escupen al rostro de su padre, Trinidad, un tendero avaro y cobarde opuesto a las peligrosas pasiones políticas en las que sus hijos andan envueltos ; pues en Remadrín, un pequeño pueblo del desierto, un grupo de desconocidos ha robado las urnas en las narices de los votantes el día mismo de las elecciones. Pero el fraude electoral no queda en secreto. A las protestas multitudinarias en las que participan los hijos de Trinidad, sigue la represión brutal del ejército; los caminos bloqueados; los muertos, los desaparecidos. Pero también se suceden las torpezas y los equívocos propiciados por el siniestro alcalde Romero Pomar, que se resiste a dimitir. Así, mientras se decide su suerte y los espectros deambulan por las calles, un camión de carga en errático bamboleo deja caer un muerto, otro, y otro más, por el sinuoso camino que sale de Remadrín.
No puedes dejar de leer esta joya literaria, en esta ocasión la Biblioteca Moisés y Basi Mischne te trae una novela escrita por Daniel Sada, quien estudió la licenciatura en Periodismo en la Escuela Carlos Septién García, y quién dirigió varios talleres de poesía y narrativa en la ciudad de México y otras ciudades del país.
Daniel Sada no puede rehuir la responsabilidad de haber escrito la novela más endiabladamente difícil de la literatura mexicana. Impone la feroz soberanía del lenguaje al grado que, más que desear lectores, los invita al exilio. La verosimilitud de ese infierno mexicano, acaso el único escrito este fin de siglo, está más allá del fin y de los medios, de la política y de la ética, al manifestarse en un concierto casi insoportable de palabras, palabras sometidas a todas las acepciones y las declinaciones, donde sólo la apariencia es vernácula, pues estamos ante la más "artística" de las prosas. Daniel Sada tuvo tanta necesidad de sus seiscientas páginas como la tuvieron, al extenderse, Gertrude Stein en Ser norteamericanos, Thomas Wolfe en El tiempo y el río o Faulkner en tantas de sus parrafadas, para no hablar de José Lezama Lima o de Joao Guimaraes Rosa, sus maestros más directos.
La extensión es el nervio de la retórica de Sada, capaz de asegurarnos que "vamos a adelantar un poco el tiempo, como si efectuáramos un viaje apócrifo, pero sólo con la mira de ver a vuelo de pájaro la retahíla de sucesos acaecida", es decir, que la cantidad de escritura será inversamente proporcional a la sucesión nimia de los hechos, y la materia novelesca requiere, como lo dictó Joyce, de dilatar hasta su exterminio el tiempo real.
Te esperamos en la Biblioteca Moisés y Basi Mischne para que puedas revisar todas las recomendaciones literarias que tenemos para ti y tu familia.
// Angie Ríos