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Factor exprés. Ser o no ser: un empresario auténtico

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Enrique Presburger

En el negocio de acreditar empresas, uno tiene la fortuna de conocer decenas de directores generales de empresas, y con ello poder estudiar distintas personalidades de liderazgo y gestión administrativa. En mis años dentro de Factor Exprés, he tenido la fortuna de poder vivir de cerca y a profundidad diferentes reacciones de los dueños de negocios en tiempos de crisis. Aunque hay varios estilos, podría resumir dos de ellos: el positivo y el negativo; en tiempos donde los paradigmas cambian, como en este 2018:

El buen director: en una frase, podemos decir que el director ‘bueno’, es aquel que afronta los tiempos de cambio de manera integral, concreta y rápida; adaptándose rápidamente a un contexto cambiante, estando cerca de sus empleados, proveedores, y aliados estratégicos clave, y ajusta su estructura y estrategia sin apego y sin perder el tiempo a los nuevos retos.

Ajusta sus gastos: un líder inteligente admite que vienen tiempos inciertos, y con ello problemas en ventas, cobranza, y hasta rentabilidad por temas múltiples de índole comercial o fiscal. Por ello, ajusta estructura de personal, de oficinas, y de lujos innecesarios. En la incertidumbre, el flujo es oro.

Está presente en el negocio: el director visionario sabe que tiene que transmitir confianza a su equipo. Está en su oficina localizable, en contacto con su gente, intercambiando ideas, y en una interacción constante y profunda con su entorno comercial. Es momento de explorar alternativas y generar lealtad ante vaivenes del mercado.

Se adapta rápidamente al nuevo entorno: el dueño iluminado no se casa con su manera tradicional de hacer las cosas. Está dispuesto a cambiar de productos, de canales de venta, renegociar condiciones, y hasta de giro si es necesario. Lo importante, es sacar adelante el negocio.

Cuida su nombre ante todo: un emprendedor genuino, sabe más que nunca que el nombre es más valioso que el dinero y las ideas. Por eso es ético, íntegro y coherente. Siempre por lo tanto, cuidará pagar sus deudas, mantener un buró de crédito impecable, y dará la cara a acreedores, proveedores y aliados para demostrar que es una persona de trabajo.

El mal director: el director ‘malo’ es aquel que, distraído por soberbia e indiferencia, no tiene la visión de entender que las estructuras de un medio de negocio aparentemente conocido, han cambiado para siempre. Por lo tanto no se adapta, no transmite confianza a su equipo, y no cuida a la gente que verdaderamente lo apoya. Así, hunde su barco lentamente, no sin antes arrastrar a toda la gente valiosa para él.

No revisa sus márgenes: un líder deficiente, no visualiza a tiempo que los costos de insumos, inventarios, almacenaje y servicios periféricos han cambiado. Con ello, mantiene su misma estrategia, y sus utilidades se reducen. Este tipo de persona, en lugar de cuidar su margen, se apalanca con deudas para mantener una misma estructura en un negocio que deja menos dinero. A la larga, el gasto se come todo el flujo del negocio.

Se ausenta del negocio: el director arrogante, normalmente se ausentará del negocio. Ante tiempos difíciles, tardará en contestar correos, no estará atento al teléfono, no se reportará a mensajes, y estará siempre “ocupado” en juntas. Esta estrategia, no hace más que crear incertidumbre y duda, que harán tambalear su credibilidad y reputación rápidamente; creando un círculo vicioso donde todos le retirarán su apoyo, acelerando su caída.

Se aferra en mantener estructuras añejas: un dueño necio, no reaccionará a tiempo a los cambios permanentes de su sector o industria. Persistirá en convencer proveedores, aliados y financieros en seguirlo apoyando de la misma manera, sin darse cuenta que su negocio se hunde, y perdiendo la oportunidad de cambiar mientras sus competidores lo hacen. Al final, la gente dejará de discutir, y simplemente lo dejará solo.

Traiciona a sus aliados clave: un emprendedor destinado a morir, es aquel que apuñala por la espalda a quien siempre lo apoyó. No paga a su proveedor clave, defrauda instituciones financieras y deja de escuchar a su gente de mayor confianza. Esta es una sentencia de muerte, donde su mala reputación y manchado nombre, lo perseguirán por generaciones, aunque no se da cuenta de ello en ese momento.

A grandes rasgos pues, es en estos tiempos de cambios de paradigmas, incertidumbre y reto, donde se define realmente la madera de un auténtico empresario. La manera de comportarse de una persona en momentos críticos, define su futuro institucional, familiar y personal.
Y tú: ¿qué tipo de empresario quieres ser?

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