Bajo la mesa de los Valmonti

Título: Bajo la mesa de los Valmonti
Categoría: Preparatoria
Seudónimo: Calsarete

En el corazón de Roma a unos pasos de la Fontana di Trevi, hay una trattoria con manteles de cuadros rojos, olor a pan recién horneado y sillas de madera que cuentan historias. Se llama Luna e Mare y es el restaurante insignia del imperio gastronómico, con varias estrellas Michelin, de la familia Valmonti, un apellido que remite al olor del vino tinto y de billetes avejentados. Desde fuera parece un lugar más: turistas piden pastas y se sacan fotos con copas de Aperol en el atardecer.

Pero en la cocina, entre fuego y recetas, hay estrategias, nombres y contratos que no aparecen en ninguna otra parte. Los Valmonti no nacieron entre recetas, tres generaciones atrás Lorenzo Valmonti —el bisabuelo con manos duras y una personalidad que nunca sonreía— vendía aceitunas rellenas en los viejos callejones de Trastevere, mientras movía mercancía que cruzaba fronteras, fue él quien entendió algo que muy pocos podrían: el mejor lugar para esconder un imperio es el lugar que menos se espera.

Hoy, los Valmonti no solamente tienen una cadena de más de veinte restaurantes alrededor de toda Europa, sino que son poseedores de tres viñedos y hoteles que se encuentran en las colinas de la Toscana, donde, según rumores y cuentas que llegan sin precios, se maneja un mercado muy peligroso. Bajo la mesa de los Valmonti, siempre hay algo oculto.

Lorenzo Valmonti murió hace quince años, su muerte fue silenciosa y sin paparazzi. Desde entonces, el poder quedó dividido entre sus hijos: Arturo, el mayor, quien no dice mucho, pero cuando lo hace se lleva a cabo lo que él dice; Enzo, el del medio, que se hace cargo de los negocios más turbios con un puro en la mano; Luciano, el menor, quien, pese a parecer el más relajado, es el más peligroso.

Después vinieron los nietos, la tercera generación, ellos crecieron entre platicas que se cortaban cuando entraban al lugar, aprendieron rápido a no preguntar demasiado y a quedarse con lo que escuchaban. Uno de ellos, Marco, siempre fue diferente, no por raro, sino porque tenía algo en la mirada como si supiera cosas que nadie le había contado. No hablaba demasiado, pero estaba atento a todo lo que sucedía a su alrededor y una noche, como si algo lo llamara, bajó solo a la bodega vieja del restaurante principal, un lugar olvidado con olor a humedad, donde se encontró una libreta antigua tirada en una esquina. Marco la agarró con cuidado y cuando la empezó a leer descubrió que todo eso podría poner a la familia en peligro.

Las primeras páginas parecían recetas, pero no de cocina, eran códigos, lugares, fechas, nombres que no conocía y otros que sí. Había una frase que se repetía varias veces, subrayada con fuerza: “Operazione Mare Nero”, y más abajo una oración escrita con una letra apurada: “Si alguien encuentra esto, ya es tarde”.

El corazón de Marco empezó a latir rápido, sintió su rostro hervir como si tuviera fuego por dentro. Quiso cerrar la libreta y dejarla donde estaba, pero sentía que ya no podía volver atrás.

— ¿Qué haces acá? —la voz lo hizo saltar.

Era Luciano, su tío, quien estaba parado en la entrada, en medio de las sombras.

— ¿Y qué encontaste? —preguntó sin moverse, Luciano lo miró un momento, luego sonrió de lado.— Si encontramos algo, no lo debemos saber, hay cosas que es mejor no saber.

En ese momento, dio la media vuelta y se fue. Marco se quedó solo, por primera vez tuvo miedo de su propia familia.

Marco no sabía que justo esa noche, alguien lo vio bajar a la bodega y lo grabó. Un vídeo borroso, pero claro: Marco con la libreta en las manos. Ese archivo terminó en un lugar equivocado, al día siguiente estalló todo, fotos filtradas, rumores en la prensa y un titular: “Operazione Mare Nero, ¿la cara oculta del imperio Valmonti?”.

Los paparazzi se amontonaban frente a Luna e Mare, los clientes cancelaban sus reservaciones y los teléfonos no paraban de sonar. Los tíos discutían a gritos en el viñedo, el papá de Marco lo llamó a solas con una voz que temblaba.

— ¿Fuiste tú?¿Tú abriste la libreta?

Él no respondió, no hacía falta. Marco no huyó, esa noche volvió a la bodega con la libreta bajo el brazo, la puso sobre la mesa del comedor familiar frente a todos.

— La operación está expuesta, yo no la filtré, pero yo la terminé.

Nadie habló, Luciano lo miraba con los brazos cruzados, Enzo giraba lentamente su copa de vino y Arturo, su papá, estaba inmóvil.

Marco sacó un encendedor y quemó la libreta sin dudar, esperando que cada página dejará de existir.

— O quemamos esto ahora o mañana nos quemarán a todos.

Tras unas semanas, los paparazzi dejaron de insistir y se fueron, la prensa completa se cayó; sin embargo, algo había cambiado dentro de la familia.

Desde aquel día, en la mesa de los Valmonti, a Marco ya no le sirven el vino como a los demás, se lo sirven primero.