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Comportamiento político de los conservadores y liberales

Centro Deportivo Israelita, A.C.

// Diana Kuba

Capítulo II

En el último artículo se vio cómo inició la Guerra de los Tres Años o de Reforma, debido a la oposición del partido conservador a la Constitución liberal de 1857. Se dijo que para 1858, la balanza de esta lucha estaba a favor del ejército profesional e institucionalizado conservador y que para 1859, esta se equilibraría entre los dos bandos. Para 1860, los liberales lograrían la victoria militar sobre los conservadores. En este capítulo se analizarán los problemas que cada partido tuvo en su interior, para enfrentarse hacia su enemigo.
Tanto liberales como conservadores, tuvieron fisuras dentro de sus filas por desacuerdos entre ellos, sobre todo en 1859. Dentro del grupo liberal surgieron divergencias entre Melchor Ocampo y Miguel Lerdo de Tejada, porque el primero, siendo el ideólogo de los liberales, era más moderado que el segundo y no quería aplicar la Reforma, hasta el triunfo de la guerra. En cambio, el segundo, el más radical de los liberales, presionaba al presidente Benito Juárez a que decretara las Leyes de Reforma o la “Reforma se decretaría sola”. Finalmente, Juárez las decretó al fragor de la lucha.
Se decretó la nacionalización de los bienes de la Iglesia, so pretexto de que el clero estaba fomentando la guerra invirtiendo sus riquezas en ella, para conservar los fueros que había heredado del gobierno virreinal. Además, se decretó la absoluta independencia entre los asuntos de la Iglesia y del Estado. La Iglesia y sus miembros debían acatar, al igual que cualquier corporación, la autoridad de la Constitución, ya que esta, derivaba de la autoridad civil del Estado, que era la suprema y que estaba sobre cualquier poder que podía tener el clero mexicano.
Dentro del grupo conservador, también surgieron rivalidades por el poder ejecutivo. El militar de 28 años, Miguel Miramón, apodado el “joven macabeo”, por sus victorias de 1859 contra los liberales, fue reconocido para 1859, por el ejército de este partido, como presidente de esta facción en lugar del autonombrado presidente conservador, Félix Zuloaga, quien había perdido popularidad. Sin embargo,este último, no renunció. Así en el ámbito conservador gobernaban dos presidentes, Zuloaga y Miramón, lo que probablemente los debilitó, y en la tendencia liberal, gobernaba Benito Juárez, a quien se alinearon las distintas posturas liberales, moderadas y radicales.
Hay que fijarse cómo políticamente en México funcionaba la lucha de facciones, dentro de los propios partidos, que ni ante momentos de emergencia, podían conciliar intereses para unirse solidariamente, a fin de que unidos consiguieran un objetivo común, que era vencer al oponente. Generalmente, desde el inicio de la vida independiente fue común el patrón cultural de la incapacidad de las facciones de conservar la unidad entre sí, para ganar sobre el adversario. La descalificación, la negación de la otra y confrontación entre sí, era la práctica política común, más que la conciliación entre todos, para construir las bases de la nación.
Así pasó entre iturbidistas, borbonistas y republicanos, que preferían descalificarse y destruirse a sí mismos, en lugar de unirse en el objetivo principal que era dar las bases del Estado-nación recién independizado. Asimismo, los escoceses y yorkinos prefirieron destrozarse entre sí, que consolidar un gobierno estable que impulsara al país políticamente para desarrollarse económica y socialmente. En la guerra contra Estados Unidos, en un momento de gran emergencia nacional, los liberales moderados prefirieron levantarse en la rebelión de los polkos, contra Gómez Farías, liberal radical, que apoyarlo para que sacara los recursos para la guerra, lo que obligó al general Santa Anna, ya derrotado por el ejército estadounidense, dejar el frente y regresar a la Ciudad de México, para calmar a los bandos en lucha.
En la Guerra de los Tres Años o de Reforma, los conservadores no lograron la unidad en su interior, para reconocer al jefe del ejecutivo, frente a los liberales, que por suerte, respetaron la figura de Juárez y sus diferencias, fueron secundarias. Este tipo de conducta o práctica política debilitaba a los partidos, para poder llegar a la meta principal que buscaban. Habría que cuestionarse si este comportamiento político aún sigue vigente en nuestro presente, observando cómo se dan las divisiones y rupturas entre los partidos políticos, tanto el interior de ellos mismos como hacia afuera, entre sí. Si esto se llegara a comprobar históricamente, significaría que el habitus de la lucha de facciones y de la descalificación entre ellas, está impregnado dentro de nuestra cultura o forma de hacer política mexicana, y que puede actuar como un freno para el desarrollo de la sociedad y del país.
1859 también fue el año de las crisis financieras de ambos bandos por conseguir recursos para la guerra, por lo que los dos recurrieron a distintos países y firmaron tratados que conviene analizar, para observar hasta qué punto preferían comprometer al Estado-nación, que pretendían conformar, a fin de lograr la victoria sobre su adversario. En el próximo capítulo se analizarán los tratados de Mon-Almonte firmados por el gobierno conservador con España y el de McLane-Ocampo entre el gobierno liberal y los Estados Unidos, tratado que comprometía la soberanía del país, y que ha sido muy criticado por algunos sectores intelectuales mexicanos, que intentan difamar la figura histórica de Juárez.