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El botón rojo
Título: El botón rojo
Categoría: Secundaria
Pseudónimo: María Garcia
Era una mañana fría. Ana y Paola vivían en un pequeño pueblo llamado Pascalco, ubicado en el Estado de México. La población no era muy grande, habitaban 153 personas para ser exactos. Ellas iban a un evento de “Realidad virtual” en el único y pequeño centro comercial, pero el día estaba raro, como si algo fuera a pasar.
Decidieron ir a ese evento porque desde que se conocieron se dieron cuenta que tenían en común el gusto por sentirse en otra “realidad”.
Llegaron al evento y Ana propuso comprar algo de comer para disfrutar más del evento. Cuando estaban en la fila, había un hombre delante de ellas que, tras escuchar que irían a tal evento, le dijo a Paola que en ese lugar pasaban cosas raras, que parecía que la realidad “virtual” fuera, realmente “realidad”. Ella le dijo que justo ese era el encanto y por eso estaban ahí.
Ana y Paola ya estaban en sus lugares sentadas y estaban maravilladas por la producción del evento: muchísimas pantallas, cámaras, bocinas… efectos sonoros y música que hacían una atmósfera en la que todo parecía haber sido diseñado de forma perfecta sobre un espacio que seguro era mucho más pequeño de lo que parecía, pues lo sentían enorme y a la vez cómodo al estar entre tantas personas.
Les dieron unos lentes que ellas no identificaron, y eso que se consideraban expertas; después de que se los pusieron de inmediato todo se transformó, era tan increíble que no podían ni describir tal experiencia. Había pasado alrededor de una hora y la estaban pasando genial, pero Paola tuvo una extraña sensación por lo que le había dicho el hombre de la fila, y no podía dejar de pensar al respecto.
De la nada todo se va a negro y la música paró. Apareció en su visión una oración que decía “Salgan de aquí, no están seguras”. Ana y Paola se tomaron de mano con nervios, pero medio riéndose, como si fuera parte del show. Al poco tiempo se quitaron los lentes y se dieron cuenta que ya no estaban las personas que antes estaban ahí. La producción desapareció y todo estaba vacío. Solamente estaban Ana y Paola. No había nada en el techo ni en las paredes, que en su mayoría eran grises y rocosas: solo una era diferente: blanca, lisa y la más pequeña de todas.
Al acercarse pudieron ver que había un botón rojo con una tarjeta debajo que decía: “Presione la persona que se quedara aquí, si no escogen quién se queda, será al azar o ambas lo harán”.
Ana y Paola estaban viendo quién le iba a picar a ese botón rojo, pero ninguna se atrevía. Así que pasaba el tiempo y los nervios empezaron a hacer que una desconfiara en la otra.
De la nada, se proyectó una cuenta regresiva: 59… 58… 57… La tensión llegó al punto que comenzaron a pelear entre sí.
La cuenta seguía 34… 33… 32… y Ana pudo controlar a Paola y le grito “¡Tengo una idea!, y si le picamos las dos al mismo tiempo”. Paola intentaba seguir peleando, pero cada vez el tiempo disminuía. 13…12… 11… por lo que dijo “¡Está bien!, ¡intentémoslo!”.
Ana y Paola se levantaron, corrieron al botón, voltearon a verse cuando pusieron cada una un dedo en medio botón, y cuando la cuenta estaba en 2… 1… lo presionaron.
Todo se quedó en silencio. El botón ya no brillaba y unas luces en el cuarto comenzaron a parpadear hasta que se apagaron por completo. De repente, la pared blanca empezó a llenarse como de grietas raras y se escuchó un ruido fuerte. El piso empezó a temblar y empezó a salir una neblina blanca por todas las orillas del lugar. Era como si el cuarto se estuviera deshaciendo. Ana y Paola perdieron el conocimiento.
Cuando abrieron los ojos, estaban otra vez en el centro comercial. Todo se veía normal: las luces, la gente y el ruido, pero algo se sentía raro, como si algo hubiera cambiado. Voltearon a ver el lugar donde estaba el evento de realidad virtual, pero ya no había nada, era como si nunca hubiera pasado. Solo había algo que les llamó la atención: en el extremo contrario había un local vacío con las puertas encadenadas y un letrero que decía “cerrado”. No recordaban haberlo visto.
Se acercaron y justo en las puertas del local había tirada una tarjeta negra. La levantaron y notaron que tenía letras rojas que brillaban, decía: “Lo han logrado, han escapado”.
Ana y Paola no dijeron nada. Guardaron la tarjeta, salieron del centro comercial y se fueron caminando rumbo a su casa. En el camino no hablaron, solo pensaban en todo lo que había pasado. Todo parecía un sueño, una mentira.
Desde ese día, Pascalco ya no se sentía igual. Todo estaba más raro, más callado. Ana y Paola también sentían que algo había cambiado en ellas.
Unas noches después, tras una llamada en la que volvieron a hablar sobre el evento de “Realidad virtual”, se despidieron prometiendo que nunca hablarían al respecto. Se acostaron para dormir, pero comenzaron a sentir, al mismo tiempo y sin saberlo, una sentir una sensación extraña, como si su cuerpo les obligara a cerrar los ojos.
Ambas despertaron al mismo tiempo, pero notaron de inmediato que no estaban en sus respectivas casas, parecía un hospital por aparatos y el tipo de camas, pero no había ventanas solo una puerta; todas las paredes eran blancas y lisas. Las camas estaban de frente, por lo que lo primero que cada una vio fue a la otra.
Pasaron largos minutos en silencio, hasta que ambas notaron, al mismo tiempo y sin decir nada, que había un botón rojo al centro de la puerta.
