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Explicación fisiológica del enamoramiento

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Perengana

Las emociones al ser un conjunto de estados adaptativos, producidos por estímulos placenteros o de aversión, generan experiencias subjetivas, cambios fisiológicos internos y respuestas motoras observables (conductas). La dopamina, norepinefrina y feniletalimina, y otras sustancias involucradas en esta emoción hacen que se anule la función lógica en el cerebro. Todas ellas juegan un papel en el sistema límbico, la base de la emoción. Un desequilibrio de este tipo hace que el sistema límbico tome las riendas, que haya menos integración con el córtex cerebral causando el enamoramiento. Los sentimientos románticos irracionales pueden ser causados por la oxitocina, una hormona sexual que participa en la sensación de placer y en el acercamiento. Cuando el flujo de sustancias químicas se acaba y el amor se traslada al córtex, se experimenta el amor verdadero o la desilusión. Las personas que saltan de relación en relación pueden ansiar la sensación de volverse a enamorar como si fuese una adicción. En el caso de los amores verdaderos, la presencia continua de la pareja estable estimula la producción de endorfinas que son analgésicos naturales. Quiere decir que los adictos a la dopamina y adrenalina son gente que siempre tendrá la necesidad de buscar la emoción que produce el ligue y la seducción en la posible conquista.

Considerando que todos estos efectos fisiológicos se deben a circunstancias psicológicas, seguí indagando y encontré en Jung una respuesta muy interesante a este asunto. Gracias al filósofo Lou Marinoff (probablemente más conocido por Pregúntale a Platón), conocí una nueva propuesta acerca de la filosofía como útil para eliminar o hacer frente a ciertas preocupaciones y problemas propios de la vida cotidiana, como la manera de llevar las relaciones amorosas, de vivir con ética, de prepararse para morir, de enfrentarse a un cambio profesional y de encontrar sentido a la existencia. Marinoff nos explica que desde una perspectiva junguiana, lo que normalmente empuja a las parejas al conflicto está más relacionado con los arquetipos opuestos que con las costumbres irritantes. “Mientras un marido interprete el papel del príncipe azul para su esposa-Cenicienta, o ella haga de Ginebra para Lanzarote, no pasa nada. Sin embargo, en cuanto las esposas dejan de tratar a los maridos como si fuesen príncipes azules y los esposos dejan de tratar a sus mujeres como si fuesen hermosas damiselas en apuros, la luna de miel llega a su fin”. Esto puede aplicarse a las parejas en general, aún las que no se encuentran comprometidas por ningún documento religioso o civil. Si no entienden lo que es un arquetipo, la referencia de Paulo Coelho les puede servir más o menos: “Todas las historias de amor son la misma”. Eso es un arquetipo. El punto es, para tranquilizar a quienes sufren de este problema, “No es posible hacer de todo en la vida y todo cuanto hacemos tiene un precio”, lo que se aclara aún más con la referencia que hace Marinoff de Robert Frost: “Dos caminos se separaban en un bosque amarillo, y lamenté no recorrer ambos, y ser un solo viajero…”

Y si Freud dice que somos buscadores del objeto, pues cómo podríamos vivir sin él. Parece que estamos en un punto de pasaje entre algo que comienza en el registro de una sensación corporal vaga de malestar (hambre) que requiere alivio, y el surgimiento de algo existente fuera que es justo lo requerido para calmarse, como lo menciona Cristina López de Caiafa en su artículo El objeto-el otro a partir de las ideas de Winicott.

Y si suena complejo, así es, y no alcanza este espacio para explicarlo sencillamente. El punto radica justamente en cómo nos relacionamos con el objeto de amor.
En este espacio potencial, la vida del individuo se verá enriquecida por diversas formas de creatividad en lo cotidiano, por los efectos de una visión personal, y por la participación en fenómenos culturales que significan unión y disfrute de actos productos y valores compartidos, que hacen de la vida una experiencia grata y valiosa.

Como bien lo explica la autora arriba mencionada, es necesario considerar posibles destinos patológicos del objeto transicional, por ejemplo su persistencia como objeto fetiche o como talismán en funcionamientos obsesivos, o como parte de la funcionalidad adictiva.

Bienvenidos al amor, a la adicción del amor, a la búsqueda irremediable del objeto perdido o separado de la madre, o lo que a partir de ahí sucedió con nuestras partes mentales más profundas por no mencionar el inconsciente.

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