- CDI
- ÁREAS DE INTERÉS
- Academias
- Juventud
- Beyajad
- FIT 00
- Galería Pedro Gerson y Terraza Kikar
- Auditorio Marcos y Adina Katz
- Biblioteca Moisés y Basi Mischne
- Ludoteca
- Fiestas Infantiles
- Jardín Weizmann
- AL-HA ESH, El Entrerriano
- Salón para Bodas y Banquetes
- Anúnciate en el CDI
- Enfermería
- Banca Mifel
- Salón de Belleza y Peluquería
- Restaurante
- Zona de alimentos
- SEDES
- EVENTOS ESPECIALES
- INSCRIPCIONES
- BENEFICIOS
- PUBLICACIONES
- BIBLIOTECA
Lo más reciente
Suscribete para recibir Newsletter
Recibe las últimas noticias en tu correo
Kar, la joven vampiresa
Categoría: Abierta
Pseudónimo: Gondi
Un manto gris ocultó las estrellas de su vista. Esa noche el viento, la lluvia y el infortunio invadieron el entorno de Kar. La brisa hacía que sus cabellos se mecieran sobre su cara, y que las hojas secas formaran remolinos que se alejaban sin rumbo fijo; mientras su mirada vio caer, del cielo, las primeras gotas que marcaron un mal presagio. Instantáneamente su corazón acogió el indicio de peligro. En calma aceptó su destino, arregló su cabellera y sin prisa se dirigió al bar. El lugar estaba lleno, en el salón principal, el bullicio de la gente y el aroma del tabaco daban al ambiente su sello característico de fin de semana. Tiempo después, la joven vampiresa, salió corriendo despavorida. Las cosas habían salido mal esa noche lluviosa. Por lo general, la estrategia que utilizaba le daba buenos resultados y podía alimentarse hasta la saciedad. Era muy simple: iba sola a un bar con su inseparable atuendo negro y ajustado, que insinuaba la suave y delicada silueta de su cuerpo. Su cabello largo y muy oscuro, caía hasta sus hombros, creando un contraste interesante con su rostro pálido y con unos ojos turquesa, como el color de la mar en una apacible playa caribeña. Algún aventurado muchacho, atraído por sus encantos, se acercaría, la invitaría a bailar, a tomar unos tragos y después salir con él. Si todo iba bien, al salir del bar, ella se dirigía con algún pretexto a un lugar apartado y oscuro, donde atacaba a su víctima. Nunca de prisa, dejaba que él se acercara, que la tomara en sus brazos, fingiendo inseguridad y dejándose llevar, besaba tiernamente a su pareja en la boca, cuando él la estrechaba contra sí, permitía que él deslizara sus manos por su cuerpo, podía sentir su fuerza y como se aceleraban los latidos del corazón de su víctima, su respiración se hacía más rápida, víctima. Ella esperaba el momento apropiado para girar su cabeza con calma, sus labios perfectamente delineados en rojo oscuro tiernamente se separaban para abrir la boca y en seguida, clavarle sus filosos colmillos de un color blanco perfecto sobre la piel del cuello y afianzándose fuertemente a su presa, sintiendo como se llenaba de vitalidad nuevamente su cuerpo mientras la sangre caliente de su víctima fluía por su garganta, a veces, en tal cantidad que le escurría por el cuello. Ahora era ella quien sujetaba fuertemente a su presa para evitar su huida y sentía como se debilitaba poco a poco, hasta sucumbir. A continuación de su espalda se desplegaban sus alas de color negro, transparentemente aterciopeladas, con ellas envolvía a su víctima formando un capullo, finalizando con su vida en un abrazo letal, romántico y salvaje, bajo la protección de las sombras de la noche que caían sobre sus cuerpos.
Una vez consumado el acto, nunca dejaba a la vista el cuerpo sin vida de su presa, siempre la ocultaba y desaparecía de la escena sigilosamente.
Esta noche todo se complicó. No pudo seguir el plan de llevar a su acompañante a un lugar seguro para realizar su ataque porque al salir del bar, no estaban solos. Se encontró con que cuatro hombres, cómplices de su pareja, la estaban esperando. La oscuridad de la noche era acompañada por el sonido de los truenos y el viento frío que presagiaba una inminente tormenta. No era la primera vez que ellos lo hacían; buscaban una víctima, entre más puritana mejor, la intimidaban con amenazas. Con sus juegos verbales la atormentaban, abusaban de ella primero psicológicamente, para sembrar el pánico en su víctima, sentir que ellos tenían el control, para después, hacer realidad sus fantasías de esa noche: un ataque en grupo a una víctima indefensa que lucharía infructuosamente por liberarse. Los gritos y las súplicas eran un catalizador en la mente que los excitaba. Eran demasiados para ella, una situación que estaba fuera de su control. Un relámpago iluminó momentáneamente el panorama. Al primer contacto visual, percibió las miradas lujuriosas acompañadas por sonrisas burlonas que traducían en sus malas intenciones. Entonces, se dirigieron a ella con palabras obscenas aromatizadas con alcohol, que les proporcionaba la sensación de valor, seguridad y placer que se manifestaba en sus rostros. Allí, vino el contacto físico, primero con las manos, después con el cuerpo. El grupo se arremolinó a su alrededor y se inició un baile erótico de forcejeos, avance y resistencia. La lluvia empezó a caer con fuerza. Kar giró sobre sí misma aprovechó el movimiento rápido de su parte para derribar de una patada al hombre que se encontraba a su izquierda, quien cayó pesadamente sobre un charco que se había formado en el piso. Así pudo librarse temporalmente de uno de sus captores, aprovechó el espacio que se había formado para salir corriendo atemorizada. Se dirigió hacia un callejón oscuro, donde pensó que los podría perder. La oscuridad le brindaba protección y seguridad, se sentía bien en un ambiente de penumbra. Siguió avanzando para llegar al final del callejón y continuar su huida. Para su mala suerte, era un callejón sin salida. Se sintió impotente, pudo escuchar a lo lejos las pisadas de sus perseguidores que se acercaban y las voces que anunciaban que su presencia había sido detectada. En el fondo del oscuro callejón no había un lugar seguro para esconderse. Buscaba desesperadamente una salida, cuando escucho una voz que provenía de lo alto de una pared.
– ¿Otra vez en problemas?
Se volvió a su izquierda para encontrar encaramado entre las paredes de dos edificios una sombra oscura.
– ¿Domsus? -. inquirió.
-Por lo visto no aprendes.
Definitivamente, esa no era su noche. Ahora no sabía que era peor, si salir huyendo de los hombres que supuestamente iban a saciar su delirante apetito o encontrarse con su peor enemigo: el maldito Domsus. Tenía que manejar la situación hábilmente. Decidió engañar a Domsus y fingir temor a él y la necesidad de su protección.
– Sácame de aquí.
- ¿Por qué? Tú no tienes nada que me interese- dijo de manera despectiva.
Las voces de los perseguidores se escuchaban cada vez más cerca. Un gato negro, que se encontraba escondido detrás de un bote de basura, la observó, manteniéndose lejos, pero expectante.
- Sácame de aquí, ayúdame a escapar.
- ¿Por qué habría de hacerlo? Por el contrario, -dijo en tono más grave-, te voy a usar de señuelo.
- ¿Qué?
- Voy a dejar que te ataquen, cuando estén muy entretenidos contigo, entonces atacaré, tendremos un festín, mis amigos que no tardan en llegar. Si quieres te puedes quedar a mirar.
Los hombres que perseguían a Kar se acercaron entre gritos y risas, no se percataron de la presencia de Domsus en la oscura hendidura, en las alturas.
- No tienes escapatoria preciosa- dijo el hombre con quien había salido del bar.
- Eres escurridiza y eso no nos gusta, creo que debes aprender una lección. Y una paliza que te enseñará a no huir de nosotros. – al tiempo que enredaba su cinturón en su puño derecho.
Kar, sintiéndose más sola que nunca, parada en medio de ese callejón veía cómo se acercaban sus perseguidores en medio de la lluvia. El agua escurría ahora por su negra cabellera. Un farol iluminaba su cuerpo y dejaba en la oscuridad el resto del callejón. El gato negro escondido entre la basura salió de su escondite y subió a una barda.
Todo sucedió muy rápido. Cuando los sujetos se entretenían manoseando a la muchacha por todo su cuerpo, se inició el ataque de Domsus. Ninguno de los cinco atacantes podría precisar de dónde salió. Sólo se percataron que fueron envueltos en un manto enorme de color negro que rodeaba sus cuerpos, proveniente de un ser desconocido de mirada feroz. Las facciones de su rostro expresaban la maldad de las acciones que se disponía a realizar. Abrió su enorme boca para clavar sus afilados colmillos en el cuello de uno de los muchachos. Lo sacudió violentamente con su poderosa mandíbula. El cuerpo del hombre dejó de moverse. Suspendido en el aire y sujetado únicamente por el hocico de aquel ser de mirada perversa.
Kar aprovechó ese momento de distracción de sus captores, que no daban crédito a lo que veían, para escapar. Huir corriendo de aquel terrible lugar, de aquella pesadilla. El gato negro la siguió.
