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La jalá de colores
Título: La jalá de colores.
Género: Cuento
Categoría: Secundaria.
Seudónimo: Sol.
Era una día cálido. Una niña llamada Sara era muy feliz. Vivía en Polonia con su mamá, llamada Gabriela. Juntas estaban haciendo jalá; era un viernes. Todos estaban muy felices, aunque su mamá intuía que algo iba a pasar, pero no sabía qué. Le dijo Sara a su mamá:
– Mamá, me prometiste hacer jalá de colores.
– Está bien – respondió Gabriela -, pero me ayudas a limpiar.
– Si mamá.
– Elige solo cuatro colores – dijo Gabriela
- Quiero azul, verde, rosa y naranja.
Después de hacer la jalá, sonó una alarma. Todos se fueron a esconder al refugio. Ahí se encontraron con más personas: niños, ancianos, soldados. Sara conoció a un niño llamado Aron. Juntos pasaron días en el refugio. Un día necesitaron más comida y agua; salió Gabriela pero no regresó. Pasaron los días y Sara y Aron ya estaban desesperados, la mamá de Sara no regresaba y no podían hacer ruido ni jalarle al baño hasta que fuera de noche para no ser escuchados.
A Sara le gustaba pintar, pero solo tenía una hoja y un lápiz. Se dibujó a ella y a Aron en el parque, felices, aunque estaban encerrados. Le enseñó el dibujo a Aron pero él dijo que era una tontería, porque nunca iban a salir.
Mientras tanto, afuera, a Gabriela la atraparon y la llevaron al campo de exterminio.
Observó que había mucha gente delgada, triste, nerviosa y asustada, pero ella estaba decidida a no terminar como ellos, tenía que sobrevivir por su hija.
En el refugio, Sara seguía pintando cuando escucha ruidos, y Aron le dijo:
- Hay que escondernos.
De repente, entró un soldado nazi y gritó:
- ¡Si hay alguien aquí, que salga, o los voy a matar!
El soldado empieza a voltear la mesa, los platos. A Aron, le da ganas de toser y no sabe qué hacer pero se lo logró aguantar. Se escondieron atrás de una pared, estaban muy nerviosos.
El dibujo de Sara estaba en el piso, el soldado ve, lo toma y lo rompe con enojo. A Sara se le escapa un grito. El nazi lo escuchó y los encontró.
- Muy buenos escondiéndose… Te pareces a mi hija. Sal de aquí, corre y no te quiero volver a ver. Lo mismo para ti niño.
Salieron corriendo y llegaron a otro refugio, donde había más personas. Una señora llamada Laura los recibió.
Laura, con la mirada cansada y un suéter mal cosido de color azul con líneas blancas, tenía un sidur en la mano.
– ¿Qué es eso? – preguntó Sara.
- Es un sidur, sirve para rezar – respondió Laura
Laura le dijo:
- Si tú eres Sara, la hija de Gabriela siéntate en esta manta que está en el piso.
Se sentaron al mismo tiempo. Sara, muy preocupada preguntó:
- ¿Dónde estamos? ¿Por qué me conoces? ¿Dónde está mi mamá?
Laura le explicó que había una guerra, que todos los judíos estaban en peligro, y que a su mamá había sido atrapada, y que no sabían dónde estaba. Luego le preguntó a Aron sobre su familia.
– Mi papá murió hace dos años y mi mamá no logro esconderse y se la llevaron- respondió Aron con lágrimas en los ojos.
Laura muy triste dijo:
- No se preocupen. Yo siempre he soñado con tener 2 hijos, y si sus mamás no regresan, si quieren, pueden quedarse conmigo.
Pasaron los meses y Laura protegió a Sara y Aron. Vivían felices aunque no habían visto la luz, ni el exterior en un año.
Después de muchos meses, se escucha una alarma, anunciando el fin de la guerra ¡Ya podían salir! Gabriela corrió al refugio en el que habían estado al principio de la guerra, pero no encontró a nadie. Todo estaba destrozado. De repente encuentra el dibujo, manchado y roto. Al verlo, reconoció los trazos de su hija Sara y esto la llenó de esperanza. Empezó a buscar a sobrevivientes en los refugios cercanos. Preguntó entre los vecinos y los conocidos si alguien había visto a Sara.
Recordó a Laura, su amiga. La había visto momentos antes de ser atrapada y llevada al campo de concentración. El lugar donde se escondió estaba a menos de un kilómetro de ahí. Fue hasta allá, entró y encontró una carta sobre la mesa que decía:
“Si eres Gabriela, tengo a Sara y a Aron. Estamos a salvo. Salimos al parque a disfrutar del exterior”
Momentos antes, al salir los 3 al exterior, a Sara le lastimó la luz en sus ojos, pero no le importó, porque estaba feliz de poder ver el sol. Agarró una manzana de un árbol cercano y la probó. Recordó a su mamá y su promesa de hacer jalá de colores y dijo:
- Mi mamá me debe una promesa… si sigue en este mundo vamos a preparar juntas la jalá de colores.
Levantó la vista y vio a su mamá a lo lejos. Corrieron y se abrazaron, llorando. Aron estaba triste, pero vio parada a una persona cansada, con ropa de rayas y un número tatuado en el brazo que se acercaba hacia él. Era su mamá. Corrió hacia ella y se abrazaron.
Laura miró la escena y pensó que era el momento de regresar sola, a su casa. Los niños ya se habían reencontrado con sus mamás. Al darse cuenta los niños le gritaron:
- ¡Quédate! Podemos vivir todos juntos, como una familia- Laura aceptó.
Cuando llegaron a casa de Gabriela, encontraron sobre la mesa de la cocina los colores para la jalá. Comenzaron a festejar y jugaron a “peleas de colores”. Mientras los niños se bañaban, las mujeres fueron a conseguir los ingredientes necesarios para hacer jalá. Prepararon juntos la masa y por fin pudieron cumplir la promesa de ese viernes, de cocinar juntas jalá de colores.
