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Lo que hay al final del arcoíris
Lo que hay al final del arcoíris
Categoría: Infantil B, CUENTO
Seudónimo: Shelmi
Hola, soy Emilia, pero todos me dicen Emi. Tengo siete años y lo que más he querido hacer en toda mi vida es descubrir lo que hay al final de un arcoíris.
Hoy me desperté y, cuando me paré, vi el reloj y me di cuenta de que ya me tenía que ir a la escuela.
Rápidamente fui al cuarto de mi mamá y vi que estaba dormida. Entonces la desperté y me dijo que hoy no había escuela, que si quería, descansara unos veinte minutos más y luego podía ir por unas tortillas. Regresé a mi cuarto y me quedé viendo la ventana por unos quince minutos, hasta que apareció ¡UN ARCOÍRIS!
No me lo podía creer, bajé corriendo las escaleras, y cuando llegué, agarré una chamarra para que no me diera frío, un sándwich para desayunar, monedas para comprar las tortillas y, lo más importante de todo, mi libro de teorías de arcoíris. A continuación, salí de mi casa y me subí a mi bicicleta para empezar a pedalear. Para comenzar mi recorrido, decidí ir primero por las tortillas y luego seguir el arcoíris, así que fui a la tortillería, compré un kilo y medio y luego me puse a pedalear otra vez.
Mientras pedaleaba, me puse a leer mi libro de teorías de arcoíris, hasta que una página tenía un título que me llamó la atención. Decía: “Clima del arcoíris”. Empecé a leer y decía que el final del arcoíris estaría donde esté lloviendo, así que dejé de leer el libro, volteé hacia arriba y vi un sol fuertísimo justo arriba de mi, aunque a lo lejos sí se veía nublado.
Desde que vi eso, decidí pedalear más fuerte. Iba cada vez más y más rápido, y cada vez se iba nublando más y más el cielo, hasta que empezó a llover.
Eso me sacó una sonrisa. Seguí leyendo: mi libro decía que, ya que haya llegado a la lluvia, tenía que ver un sol muy fuerte a lo lejos (eso me pasa por no terminar de leer).
Después de leer eso, me frustré mucho, pero recordé cuánto quería ver ese final. Entonces seguí pedaleando, ahora más relajada que antes. Nada me iba a detener.
Pasé por varios climas: soleado, muy lluvioso, como de otoño, y hasta por nieve.
Todavía no llegaba al final del arcoíris.
En ese momento decidí parar a comer algo. Mientras comía, me acordé que le había escrito una nota a mi mamá para que no se preocupara. Pero la nota no estaba tan especifica que digamos, solo decía que ya me iba por las tortillas y que me iba a tardar un poco porque iba a descubrir mi teoría más grande: ver qué hay al final de un arcoíris.
Después de comer y de relajarme, volteé hacia arriba y vi que el arcoíris se me estaba yendo. Fui corriendo a subirme a mi bicicleta y empecé a pedalear más fuerte que nunca.
En ese momento quería llorar, pero el problema era que no tenía tiempo, ni siquiera para eso. Seguí y seguí pedaleando. Ya estaba muy cansada, pero no me iba a rendir, no iba a dejar que todo lo que había hecho se echara a perder, así que inhalé profundo, tomé agua y seguí pedaleando. Después de esto seguro me iba a volver muy fuerte.
Ya quería llegar y ver a mi mamá. Estaba destrozada y muy cansada, hasta que me puse a pensar: “¿Cómo voy a regresar?” No tenía idea. Pero ahora lo único que importaba era llegar al final, al arcoíris, no me iba a meter más dudas en la cabeza. Me calmé y ahora sí pedaleé como nunca, iba muy rápido.
De momento sentí que ya estaba lloviendo otra vez y a lo lejos se veía un sol fuertísimo, entonces decidí dejar de ir tan rápido. Fui calmada y con mucha emoción, pensándolo bien, estaba a punto de ver y descubrir mi teoría más grande: ver qué hay al final de un arcoíris. Empecé a llorar de felicidad, ¡estaba a punto de lograrlo!
Ya había llegado al final y, justo cuando me iba a bajar de mi bici, pasó lo peor:
¡PUM! Me caí a un hoyo negro.
“¡Aaaaaaaaah!” bostecé.
—Emi, Emi, ya es hora de pararte. Tienes que ir a la escuela —dijo mi mamá.
No me lo podía creer, ¡todo eso había sido un sueño!
Bajé a desayunar y le conté a mi mamá todo lo que había pasado. Ella me dijo que yo ya sabía lo que había al final del arcoíris, aún sin llegar a él.
En ese momento entendí lo que mi mamá quería decir, me di cuenta de lo que había al final del arcoíris: había lo que mi imaginación decidiera, y que está bien proponerse algo, pero también poner límites, aunque la imaginación no los tiene.
