Los tres reinos

Género: Cuento
Categoría: Abierta
Pseudónimo: TM

El Reino de No Molestar se encontraba en la parte norte de un pequeño valle.   A veces la vida era complicada para sus habitantes, porque nadie quería incomodar ni alterar a los demás, así que lo que parecía cordialidad resultaba a veces en un detonador de dolor, incomodidad y resentimiento.  Permítanme explicar: la Reina no quería molestar al Rey con la realidad de que los plebeyos no tenían qué comer, los artesanos no querían molestar para solicitar más materia prima, los sacerdotes no querían que los feligreses sintieran culpa al confesarse y los soldados no querían defender su territorio para no enojar al enemigo.  El Rey no quería molestar a sus ministros preguntándoles por la situación actual, ni los ministros querían sacar de su zona de confort a sus secretarios para que escribieran reportes al respecto.  Ya se pueden imaginar el estado del Reino de no Molestar, aunque no quisiera molestarlos con tratar de imaginarlo. 

A unos pocos kilómetros, al este del mismo valle, se encontraba el Reino de No Mentir.   Ahí, no les quiero mentir, los problemas eran de la misma magnitud o hasta mayores que los del Reino de No Molestar.  La Reina no podía contenerse de contestar con la verdad cuando el Rey le pedía su opinión sobre su gallardía, su guapura y su valentía, ¡ninguna de las cuales era sobresaliente!  El Rey, a su vez, no le mentía a ella sobre sus aventuras románticas con las cortesanas más bellas de la corte.  Y ambos no le podían mentir al pueblo sobre cómo no les importaba un bledo su pobreza ni mejorar su situación a costa de la propia. 

Al sur del ya mencionado valle, se encontraba el Reino de No Temer, donde se veía pasar frecuentemente al príncipe heredero, cabalgando a gran velocidad, lleno de moretones en su cuerpo pues, como no tenía miedo de caer, tenía una total ausencia de cautela al montar.  Luego, llegaba a su castillo sin una sola pieza de oro, despojado por villanos en los escondites más obvios del camino, que la falta de temor no le permitía divisar.  Era muy liberador para todos los pobladores de su reino vivir de igual manera, sin miedo; más a la vez les era difícil vivir con las consecuencias que a cada uno le sucedían por ello.  Para no ir más lejos, les contaré que cuando el Rey apenas conoció a la que sería la Reina, no tuvieron temor de festejar, bailar y literalmente revolcarse en las garras del deseo, hasta el amanecer, culminando en la concepción de su retoño, el príncipe cabalgante, y de su obligada boda en la que les cuento que, sin mayor cautela, se gastaron todo el oro del reino, dejando a este en paupérrima situación.   Y debo de agregar que, les cuento todo esto sin el menor temor de que se sepa que fui yo quien les conté las intimidades de la realeza, pues aquí nadie teme que se sepan sus intimidades.

En fin, hace unos años se organizó una gran kermesse en medio del valle para que hubiera unión y convivencia en la comarca.  ¡Ya se imaginarán el desastre! ¡Los del Reino de No Temer corrían por toda la fiesta, apostaban todo su dinero, y ganaban y perdían oro por igual!  Los del Reino de no Mentir le decían a estos últimos lo tontos que eran por perder su dinero a lo idiota, caerse continuamente, y chocar contra los puestos de comida.   ¡Los del Reino de No Molestar estaban confundidos!  No querían detener a los que corrían y apostaban sin cuidado, ni a los que acosaban a estos últimos llamándoles ineptos, para no incomodar a nadie, pero tampoco querían molestar a sus propias familias diciéndoles que se mantuvieran al margen del desorden o que incluso mejor regresaran a casa.

Lo triste fue que, al finalizar el día, los tres reinos estaban ya en guerra.  No quiero mentirles de que sé exactamente qué la detonó, pero tampoco temo incluirlos en el chisme, pues creo que sería molesto para ustedes no estar enterados de cómo progresó la situación, ¡ya que les conté todo este lío de la famosa Kermesse!

Lo que sí está claro es que la guerra la declaró oficialmente el Reino de No Temer, ¡claro!  Y los del Reino de No Mentir no podían negar lo enojados que estaban con estos últimos, así que también hicieron sonar su clarín de franca y sincera llamada a batalla.    El Reino de No Molestar no quiso agraviar a nadie negándose a participar, por lo que preparó a su amable ejército para de alguna manera cooperar con el llamado a pelear.    

Se recordaría siempre como “La guerra de la Kermesse”, y duró exactamente tres días.  El primer día dominó el Reino de No Temer; atacaban sin compasión, aventaban pasteles y todo lo que encontraban en su camino: hot-dogs con todo y kétchup, algodones de dulce, peluches de los puestos de  premios…en fin, de todo.  Los demás reinos, por reflejo, se refugiaron donde pudieron, escondiéndose de los misiles voladores.  El segundo día, sin embargo, los del Reino de No Mentir no podían más ocultar sus posiciones y al salir a la vista le avisaron a sus enemigos todo lo que pensaban hacer, tanto para defenderse como para atacarlos.  Además, cada vez que aventaban algo, le decían al oponente todas sus verdades, ¡tanto buenas como malas! Esto causaba una disonancia cognitiva en la víctima, desarmándola, pues le caía encima un balde de palomitas a la vez que le decían lo bella que era y lo malévola también.  El tercer día dominó el Reino de No Molestar, ya que cachaban los proyectiles que lanzaban los otros dos ejércitos, y los devolvían con cuidado a sus mesitas de origen, para no molestar a los puesteros ni mucho menos a sus enemigos con alguna agresión.

El cuarto día se declaró la paz, pues nadie estaba claro de por qué estaban peleando y todos estaban ya cansados.  Los del Reino de No Temer no tuvieron ningún empacho en darle la espalda a sus enemigos e irse a sus hogares descansar, sin el mayor temor a que les atacarán por detrás.  A los del Reino de No Mentir les preguntó el Rey si preferían defender el honor de su pueblo o irse a casa y, muy sinceramente, contestaron que preferían honrar a su a cansancio que a su estirpe.  Y los del Reino de No Molestar no quisieron llevar la contra insistiendo en pelear y partieron de regreso a casa, a comer en sus restaurantes, para no molestar a la familia en tener que cocinar, y a dormir en hoteles, para no molestar a nadie en preparar sus aposentos.

¿Y qué resultó de todo esto y por qué se los conté?  ¡Pues para explicarles por qué, hoy en día, cada reino tiene su propia Kermesse anual, únicamente para sus habitantes e invitados, y cada uno celebra feliz en su propio extremo del valle!  Espero se animen a ir a alguna de las tres. ¿Para cuál prefieren que les aparte boletos?  Yo ya sé a cuál pienso ir.  ¡¿Cuál creen que elegí?!