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México le canta a Israel, no solo fue un sincretismo

Centro Deportivo Israelita, A.C.

No podemos imaginar un evento como el que aconteció el pasado mes de abril en otro país del mundo. Tuvo que ser en México y para los judíos mexicanos, el poder presenciar a artistas no judíos y otros que sí, cantando las canciones israelíes más emblemáticas de muchas generaciones. Y más allá de haber sido espectadores de un evento que cautivó tanto al público como a los propios artistas intérpretes, el lenguaje detrás tiene un gran significado para toda una comunidad que lleva formalmente, tan solo un poco más de cien años de haberse establecido en México.

Cien años no representa mucho si nos comparamos con lo que fueron las comunidades judías con siglos de permanencia en poblaciones o ciudades de Europa, o en los países árabes como Siria o Líbano, o en infinidad de lugares donde la presencia judía ha marcado parte de la historia e influido en el folklore, en el arte y la cultura de muchos pueblos. En México, sí llegaron judíos durante las expediciones españolas y posteriormente, hasta con el mismo Maximiliano, pero sin duda, le intención de establecerse fue en 1912, y una cantidad mayor que se calcula en 9 000 judíos llegaron durante el periodo de 1924 al 1930. Podemos decir que la Comunidad Judía de México es relativamente joven en el sentido de que son quizás cinco o seis generaciones asentadas en el país, las que han absorbido las costumbres, la idiosincrasia, la forma de vida y de pensamiento, siendo parte de su desarrollo en múltiples ámbitos, de sabernos mexicanos porque nacidos en México, lo somos, y nada de esto se contrapone a nuestras raíces y a nuestra religión, Israel es y seguirá siendo una parte sustancial en nuestra conexión espiritual y en nuestros rituales. Es en ese sentido, el sincretismo que define un estilo particular de combinar identidades como fuerza vital de creación y existencia.

Por supuesto que nos entusiasmamos de sabernos queridos y respetados, de percibir que se pueden fusionar los dos postes que nos sostienen, nuestro amor a México y a Israel juntos, nos enorgullece y nos confirma el compromiso con ambos. Fusionar estos dos elementos integradores es lo que nos conforma comos Comunidad. Mexicanizamos nuestras tradiciones con una calidez singular en todo lo que hacemos y sin duda fue esto lo que vimos gracias a la organización del Comité Central de la Comunidad Judía de México en el foro del Auditorio Rafael y Regina Kalach del Colegio Hebreo Monte Sinai, en un evento que deja en nuestro espacio geográfico, un testimonio de nuestra presencia y de nuestro ser judeomexicano, que seguramente se convierte ya en parte de la historia comunitaria, gracias al marco que existe en México.

Fue evidente la empatía de cada cantante, el entusiasmo en el aprendizaje de un idioma que transmite el reflejo del pueblo de Israel, del pueblo judío, de entender cada palabra y cada párrafo, la letra de esas canciones que no solo hablan de amor, algunas o muchas llevan incertidumbre, pérdida, lucha, pero también sin duda esperanza. Fue un proceso de espejo en la boca del otro, si esto hace vibrar al que en ocasiones nos suele aparecer como ajeno por el desconocimiento que existe de sus conciudadanos judíos, lo que resultó muy claro es el propósito común de paz para el mundo, sin importar ninguna diferencia, solo el común denominador de hermandad y el deseo de que sean solo canciones de alegría y tranquilidad las que siempre se escriban para todo el mundo y especialmente en el Medio Oriente. Un respeto mutuo, una fusión que hace conciliar muchos elementos, los cuales se entrelazan en una mezcla valiosa de aportación cultural y artística.

Sorprende además que toda la Comunidad Judía, sus diferentes núcleos, las diversas instituciones, divididas precisamente por los diferentes lugares de procedencia, se unan en el objetivo común de trascender en el festejo de 70 años del Estado de Israel, sin ningún tipo de competencia, ni protagonismo, lo que resalta es unirse todos para brindar por Israel. Se comprueba así que el camino que debemos tomar sin duda alguna es de homologar metas y trabajar por nuestra Comunidad y sus instituciones, saber las fortalezas, la pericia y habilidad de cada una para evitar deslealtad entre nosotros mismos, porque el evento de Yom Haatzmaut mostró que los esfuerzos comunes llevan el navío a buen puerto sin ninguna tempestad como obstáculo. Presenciar el homenaje de México a Israel fue un enorme privilegio que parecía un sueño imposible, pero que traspasó la expectativa y que demostró lo que la unión de fuerzas hace posible.

¡Am Israel Jai!