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Sinfonía de las lamentaciones

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//David Attie

El gran filósofo judeoalemán Theodor Adorno, sobreviviente de la Shoá, sentenció al término de esta, que la poesía había muerto, que la Alemania nazi, símbolo de la decadencia de la civilización había acabado con la poesía, y por lo tanto, con el arte.

Tiempo después ante la obra de otro gran poeta judío, Paul Celan, Adorno desmiente su aseveración. 

La poesía vive, mientras el hombre exista, existirá la poesía.

Es en este sentido, exaltando el arte y entendiendo que a través de él, es la única manera (aunque lejana) de acercarnos a este tema, es como quisiéramos rememorar Yom Hashoá.

No mencionaremos cifras, campos de exterminio ni suásticas, por el contario, a través del arte, indirectamente evocaremos lo inentendible, apenas un pequeño acercamiento, para reflexionar sobre este episodio incomprensible.

Utilizando la tercera sinfonía de Górecki como referencia para distintas imágenes, que aluden a la pérdida de la libertad, el encierro, las cartas escritas y no siempre recibidas.
La pérdida de los hijos por las madres. Narraremos la historia de un soldado, de un prisionero, de un partisano, de un hombre que nos simboliza a todos en nuestro dolor, en nuestra nula capacidad de comprender.

Plaza Macabi del Centro Deportivo Israelita se convertirá en un bosque encantado donde sucederá un rito comunitario.

La música será el catalizador ritual del dolor.

Entre otras grandes tragedias, a raíz de lo sucedido en la Shoá, se habló de la muerte de la poesía, de la muerte del arte. Después de tales tragedias no hay más arte.
Hoy la poesía vive, mientras el hombre exista, existirá la poesía. Donde exista arte ahí estará el pueblo judío.

Es imposible querer ‘vivir la experiencia de la Shoá’ no hay la mínima pizca de acercamiento a lo vivido y experimentado en esa época.

Lo único que podemos hacer es acercarnos a través del arte, en comunidad a vivir un rito que enaltezca y recuerde lo vivido.

Finalmente hubieron madres que perdieron a sus hijos y huérfanos.

Este evento habla de esta tragedia, la más terrible de las experiencias humanas, madres perdiendo hijos, hijos perdiendo madres. La humanidad perdiendo todo.

Tercera Sinfonía

Górecki compuso esta sinfonía a finales de 1976, por una comisión de la Radio alemana de Baden-Baden. La letra fue tomada de tres fuentes: un lamento del Monasterio de la Santa Cruz, en Łysa Góra; una oración grabada en las paredes de una prisión del cuartel de la Gestapo en Zakopane, Polonia, por Helena Wanda Blazusiakówna (una prisionera de 18 años de edad); y también de una canción folclórica del dialecto de la región Opole, en la Alta Silesia. 

La sinfonía se estrenó el 4 de abril de 1977 en Royan, Francia, con la soprano Stefania Woytowicz.

Mientras que el primer movimiento de la sinfonía es una pieza para orquesta con un breve y emotivo centro vocal, el segundo movimiento es una sola canción, de una sencillez tal, que nos hace adentrarnos más al efecto producido por el primer movimiento. La continuidad de dicho efecto no está dada solo por la relación temática de las letras de las lamentaciones, sino por la repetición de esta apuesta a la sencillez, y la repetición de texturas, propias del minimalismo.
En el último movimiento, Górecki toma la letra de un poema folclórico de la provincia de Opole. Esta vez se trata de una madre lamentando la muerte de su hijo, un soldado caído en batalla.

¿A dónde se ha ido mi amado hijo?
Tal vez el cruel enemigo lo mató durante el levantamiento.

¡Ay, gente malvada! En el nombre de D-os y de lo más sagrado
díganme por qué mataron a mi hijo.

Nunca más tendré su apoyo.
Aun si acabo con estos viejos ojos de tanto llorar.

Ni aunque mis lágrimas amargas
crearan otro río Oder
podrían devolverle la vida a mi hijo.

Él yace en su tumba
y yo no sé dónde está su tumba.
Aun así le pregunto por él a toda la gente en todas partes.

Tal vez el pobre muchacho yace en una zanja
en lugar de estar recostado en la tibieza de su cama.

¡Ay!, canten por él, aves de D-os,
ya que su madre no puede hallarlo.

Y ustedes, pequeñas flores de D-os,
florezcan alrededor de su tumba
para que mi hijo pueda tener dulces sueños.

Cuando terminamos de escuchar el tercer movimiento ya nos es familiar la repetición de las cuerdas, la constancia de la textura, la invitación reflexiva de la música. De ahí que las lamentaciones, ya no solo como heridas sino también como expresiones de un reconocimiento del otro, y de uno mismo buscando al otro, reaparezcan en el silencio.

Yom Hashoa sinfonía de las lamentaciones