//Isaac Richter
David Chernovetzky se avienta a traer al escenario esta obra maestra poética de Elena Garro (que fue esposa de Octavio Paz), inyectando poemas de Helena Paz-Garro, hija de ambos, interpretada en la puesta por Ilana Flores. A sus 50 años, Clara (Michelle Villarreal) está parada en un balcón, preguntándose cómo fue a caer en este momento a contemplar lo que está contemplando. Clara se convoca a sí misma a los 8 años (Sharon Kusner), a los 20 (Sarah Herrera) y a los 40 (Emily Levy) para explorar diferentes momentos de su vida en los que rechazó algo que la desviaba en su búsqueda por la felicidad, que para ella era un lugar llamado Nínive, un lugar que todos los hombres de su vida le dijeron que no existe. Pero, ¿será que la felicidad eterna, la felicidad pura que tanto buscamos, no existe?
Lo que vi en escena:
El mayor placer de una puesta como esta es oír las palabras de Elena Garro. Puede que no sea tan reconocida como Shakespeare, pero sus palabras requieren el máximo respeto. No siempre queda claro que los actores en escena entienden el peso de lo que están diciendo, pero logran que las palabras cobren vida al crear los pesos de sus diferentes personajes. Es cierto que las cuatro actrices que interpretan a Clara en sus diferentes edades no se parecen en nada, pero cada una crea una etapa diferente de esta mujer, y las etapas están lo suficientemente dispersas para que creamos que vienen de la misma mujer. Los tres hombres en la vida de Clara son interpretados por el mismo actor (Ari Melamed), que tiene la misma ropa (con un artículo particular que diferencia a cada uno) y el mismo estilo, haciendo el mínimo trabajo para diferenciarlos, cosa que funciona para la interpretación que para Clara, todos estos hombres son lo mismo. La escenografía es minimalista (que consiste básicamente de un balcón donde vemos a la Clara de 50 años mirando en lo que retratan su vida).
Festival de Teatro Habima 2015
