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Los cuatro elementos en el judaísmo

Centro Deportivo Israelita, A.C.

///Rabino Leonel Levy Comunidad Bet-El

El número cuatro, es un número especial en la tradición judía. Cuatro fueron las matriarcas de Israel (Sará, Rivká, Rajel y Lea), cuatro son las especies que tomamos en Sucot (lulav, etrog, hadas y arava), cuatro copas de vino bebemos en Pésaj, la Hagadá habla de cuatro hijos y son cuatro las preguntas en la noche del Séder.

Por otro lado cuarenta (diez veces cuatro) años estuvimos deambulando por el desierto cuando salimos de Egipto e íbamos rumbo a la Tierra Prometida, cuarenta días estuvo Moisés en el Monte Sinaí para recibir la Torá.  

Sin embargo, menos conocida es la relación del judaísmo con los cuatro elementos que en la cultura occidental (y con leves variaciones en la China antigua, en Japón y en otras culturas de Oriente) son los patrones para explicar y organizar la naturaleza y el mundo.

El origen de la teoría de los cuatro elementos se encuentra en los filósofos presocráticos y perduraron a través del Medioevo hasta el Renacimiento, influyendo profundamente en la cultura y el pensamiento europeo. Empédocles (siglo V a. e. c.)  presenta a estos cuatro elementos como los básicos en la Creación: tierra, agua, aire y fuego. Estos son mencionados por Aristóteles y tiene un profundo impacto en el pensamiento filosófico clásico.

El judaísmo no es ajeno a esta idea, y hubo pensadores judíos medievales como Najmanides y Gersonides que hablan de un jomer hayuli (una materia informe) creada por D-os y con la cual se desarrolla la creación, y hay quienes ven en este material los cuatro elementos. Estas ideas también influyeron en la Cabalá, en el Sefer Hayetzira y en el Zohar (libros básicos del misticismo judío).

Ya desde los relatos de la Creación en el Génesis capítulos 1 y 2, vemos la presencia de estos cuatro elementos de una forma muy clara y D-os con su palabra hace que estén todos presentes. D-os crea la Tierra y la separa de las aguas, Su espíritu está en el viento y el aire que recubre su creación y el fuego aparece como luz, o como el sol.

En cada festividad judía podemos ver la presencia de estos elementos, por ejemplo en Pésaj narramos la historia de liberación de nuestro pueblo que comienza con la aparición de D-os a Moisés en la zarza ardiente (fuego), las plagas que afectan la tierra, el agua y el aire. Sucot nos relaciona con la Tierra, con el camino del pueblo de Israel en el desierto que era guiado por una columna de fuego, la Sucá nos tiene que permitir ver las estrellas en el cielo (aire), las cuatro especies y el sjaj (techo de la Sucá) están tomados de la tierra. Cada semana en nuestro calendario recordamos la presencia de estos cuatro elementos en el Shabat. Este día sagrado inicia con el encendido del fuego de las velas y finaliza con el fuego de una vela trenzada. En la Havdalá olemos especies aromáticas que nos recuerdan nuestra neshamá yetera, el alma suplementaria que recibimos ese día (representa el aire, nuestra respiración, lo más espiritual en el mundo material: los aromas). A través de la mesa de Shabat con su mantel blanco que nos recuerda el maná que caía del cielo y a través del pan (jalá) en la mesa nos relacionamos con la creación que comenzó con la separación de las aguas de arriba de las de abajo. Este día de unión familiar concluye cuando se ven las primeras tres estrellas.

Como vemos los cuatro elementos están muy presentes en la vida judía, en nuestras festividades y en el ciclo de vida judío. El retorno a la tierra de Israel y tener nuestra propia Mediná, nos conectó nuevamente con un elemento del que estábamos alejados y ahora podemos disfrutar y celebrar.

43 Festival Aviv: Tzadik