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La Shoá como identificador judío

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Deby Roitman

Los identificadores son aquellos rasgos que particularizan al Pueblo Judío; que interponen las fronteras entre el Nosotros y el Ellos. Eventos recientes como el Holocausto y la creación del Estado de Israel han enfatizado y rearticulado la sensación y la pertenencia al judaísmo en la nueva era.

Estos son elementos que todos los miembros del colectivo judío concuerdan que son los rasgos que caracterizan a la identidad judía en su totalidad, independientemente de su posición o grado de identificación frente a los mismos. No obstante, se debe aclarar que cada uno de estos identificadores contienen diferente peso y valor entre los integrantes del grupo judío. Es justamente esta diversidad de apreciación en cuanto al valor de cada uno de los  identificadores la que provoca y produce el pluralismo al interior del grupo en lo referente de cómo cada individuo practica, observa y considera el judaísmo en la actualidad.

Consideremos que los identificadores son producto de un entretejido de particularidades que han acompañado al Pueblo Judío a lo largo de su historia, aunado a elementos que han sido rearticulados y otros que fueron insertados en épocas recientes. En la actualidad se contemplan cinco identificadores de la identidad judía: a) religión; b) tradiciones; c) sentimiento de Pueblo, d) Israel, y, f) el Holocausto. En referencia a los últimos dos identificadores, con el fin de señalar el fuerte lazo entre ambos, citamos a Anita Shapira (2000:145) quien dice: “...el Holocausto se anticipó al Estado de los judíos. El Estado de Israel no impidió el exterminio de los judíos, sino que se creó a partir de él”.

Frente a la ola emancipadora de los siglos XIX y XX, donde el individuo judío ya no era considerado como colectivo sino más bien un ciudadano con igualdad de derechos, se presentó un parteaguas de suma importancia con implicaciones y consecuencias en el mundo entero. En los años previos a la Segunda Guerra Mundial (IIGM), los judíos de Europa comienzan nuevamente a ser considerados en términos colectivos. Esto les permite a ciertos gobiernos de dicho continente comenzar a excluir de algunos derechos a los judíos como colectivo. Este fue el paso previo que condujo a la aniquilación masiva de millones de judíos (Webber, 1992:266); fenómeno que más tarde sería conocido como el Holocausto, la Shoá.

De forma violenta y sumamente dramática, el Holocausto demuestra el fracaso histórico de la asimilación como ideal judío. Abarcando a aquellos judíos que se consideraban totalmente asimilados e incluso convertidos al catolicismo desde generaciones anteriores, durante el horror nazi todos fueron considerados judíos y exterminados por esa razón. El antisemitismo que dominó durante las décadas de los treinta y los cuarenta del siglo XX era de carácter inescapable: no existía forma de sustraerse de ser judío, sin importar el grado de asimilación que el sujeto tuviera. De este modo, la catástrofe del Holocausto socavó las esperanzas asimilacionistas judías y las expectativas concernientes a la relación entre el Estado y la población judía (Webber, 1992:266 y 274). 

Este trágico evento demostró una vez más, la vulnerabilidad de un grupo particular que no tenía, en su momento, un espacio soberano que pudiera velar por sus intereses y ser territorio de refugio en caso de emergencia. A partir de esto se establece la existencia de una relación causal entre el Holocausto y el establecimiento del Estado de Israel (Gutman & Schatzker, 1984). 

El Holocausto cambió el perfil del Pueblo Judío. En la IIGM perecieron dos tercios de la población judía; el judaísmo europeo y sus grandes comunidades, fue borrado de la faz de la tierra.1 Para principios del siglo XX, el 81% de todos los judíos del mundo vivían en Europa (8,900,000 millones); a principios del siglo XXI solo un 15% de ellos viven en ese continente (Gutman & Schatzker, 1984; Gutman, 2003). 

Yom Hashoá se conmemora el 27 de nissan (mes del calendario hebreo) que coincide con el día que se inició el levantamiento del gueto de Varsovia. En Israel se establecieron una gran cantidad de instituciones para la rememoración, fundamentalmente a través de trabajo educativo y de esclarecimiento. Estas son Yad Vashem, organización estatal en Jerusalem; Bet Lojamei Haguetaot, al norte de Israel; Moreshet, en el kibutz Yad Mordejai, al sur del país; y Masúa, en el centro de Israel. A su vez, también en ciudades de los Estados Unidos como Los Ángeles, Nueva York y Washington y en países como Polonia, Francia y Australia.

El tema de la Shoá se relaciona directamente con la memoria. La memoria, ya sea individual o colectiva, significa la presencia activa del pasado en el presente en función de un futuro deseado o de un horizonte de expectativas proyectado (Bárcena, 2004). Para el Pueblo Judío la valoración de la memoria histórica es una piedra angular de su tradición cultural y religiosa. Bajo el imperativo bíblico del recuerdo, trasfiriéndolo del ámbito religioso al profano y al histórico concreto (Baer, 2004:79). La memoria del Holocausto se entrelaza con la necesidad de testimoniar y relatar (Gutman, 2003); aquella que se centra en la comunidad de las víctimas, que sería la memoria colectiva tradicional (grupal, étnica, religiosa) en este caso, la memoria judía de la catástrofe (Baer, 2004:78). En el caso de la Shoá (por muchos considerado la catástrofe judía sin precedentes ni comparación alguna)2 lo relevante es no olvidar, ya que a raíz de La Solución Final llevada a cabo por los nazis durante los últimos años de la IIGM, un tercio de pueblo judío fue exterminado. De acuerdo a las características de la memoria judía del Holocausto y de sus formas de transmisión, esta memoria se trata de una concepción del testigo que se inscribe en la tradición judía del relato y la escucha: no importa tanto los hechos y los datos específicos de los acontecimientos como la conjura del olvido de la constante relectura y actualización de la memoria (Baer, 2004:92). Es la instalación viva en el tiempo; por eso, de lo que se trata es, no de olvidar los crímenes pasados, sino de aprender a vivir en el presente con los conflictos de la historia (Bárcena, 2004).

Para poder comprender la complejidad de la memoria del Holocausto, se debe de captar cuál fue el proceso de evocación de este mismo evento después de terminada la IIGM. En el periodo de posguerra, bajo el sistema de la Guerra Fría predominante en el mundo, se manifiesta la invisibilidad del Holocausto (Baer, 2004; Mintz, 2001); acontecimiento que estaba subsumido a categorías como crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra, a pesar de que existían las pruebas, los estudios y la conciencia de su existencia (Sánchez-Biosca, 2004:116). En Israel, el silencio sobre el Holocausto en parte se atribuye a la imposibilidad de integrar la tragedia en la narrativa nacional imperante, lo que domina es una escasa atención oficial al Holocausto. Los años posteriores al Holocausto, el recuerdo del mismo es poco específico; y no existió como memoria colectiva  más allá del propio colectivo de las víctimas judías, tanto en Israel como en otras partes del mundo (Baer, 2004; Mintz, 2001). 

En la década de los sesenta comienza un cambio en la conciencia pública sobre el genocidio judío: éste se singulariza; la memoria del Holocausto pasa de la esfera intracomunitaria al ámbito de lo público. Son varios los acontecimientos que sustraen al Holocausto de su estado de marginación a una esfera central. Se publica el Diario de Ana Frank en 1952; la película se proyectó en 1959. Se lleva a cabo el juicio de Adolf Eichman, en Jerusalem, en el año 1961. Fue por primera vez en este evento donde los términos Holocausto, y su análogo en hebreo Shoá (esto fue gracias al escritor Elie Wiesel), pasan a ser empleados como sinónimos del genocidio ocurrido al pueblo judío en el periodo nazi (Baer, 2004:82-84). 

El Holocausto se adviene como elemento de identidad en Israel y en la diáspora. Cabe destacar la relevancia de la participación de las elites judías norteamericanas, que a partir de la Guerra de los Seis Días (1967), y más adelante con la Guerra de Yom Kipur (1973), ponen al Holocausto como valor central en la memoria del pueblo judío (Sánchez-Biosca, 2004:116). La Shoá se convierte en memoria colectiva de todo un pueblo y no sólo de sus supervivientes.

Otro evento de suma importancia en el impacto del Holocausto a nivel público, por más trivial que esto parezca, fue la miniserie televisiva Holocausto en 1978. De suma importancia fue la creación de una comisión gubernamental para la construcción de un museo memorial del Holocausto3 en Washington, ese mismo año bajo la presidencia de Jimmy Carter. 

En los setentas y ochentas, Israel deja de ser objeto romántico y heroico de identificación para los judíos americanos y mucha de esta energía, antes puesta en ayudar al Estado de Israel, pasa al tema del Holocausto, ya sea en preservar su memoria y en educar sobre él mismo (Mintz, 2001:164). 

Años después, en 1994, nuevamente una película, La lista de Schindler, funge como elemento educativo de alta relevancia en el mundo entero. A esto se le suma el proyecto de video-grabación de testimonios Survivors of the Shoá Visual History Foundation. Ambas empresas fueron realizadas por el director de cine estadounidense Steven Spielberg.

En parte debido a los eventos mencionados, el Holocausto no sólo dejó la marginación de lado, sino que pasó de ser un fenómeno particular del Pueblo Judío, a un evento de carácter universal; es la interpretación judía de validez y usos universales (Mintz, 2001; Baer, 2004).

En la actualidad existe un programa de carácter global, que incluye tanto judíos de la diáspora como de Israel, es la Marcha de la Vida. Este plan implica un viaje al campo de exterminio de Auschwitz (conmemorando el día del Holocausto – Yom Hashoá) para finalizar el viaje en Israel (festejando el día de la independencia de Israel – Yom Haatzmaut). Asimismo, existen otros viajes de estudios a varios campos de exterminios de Europa y visita a Polonia, esto último como intento de comprender cómo era la vida de las comunidades judías principalmente aquellas al Este de Europa antes de la guerra.

La Shoá, más allá de los escritos legados de los testimonios de las víctimas (Ana Frank, Elie Wiesel, Primo Levy, entre otros), es un tema central de estudio en varias universidades. Su estudio es materia obligada en la red escolar del Estado de Israel, así como en muchas instituciones educativas de la diáspora. 

El Holocausto prueba que el hombre moderno, a pesar del progreso en las esferas culturales, científicas y tecnológicas, no se ha vuelto más tolerante por el ‘otro’, ni es sensible a su sufrimiento. Está claro que en tiempos de crisis, el hombre fácilmente adapta teorías e ideologías radicales y extremistas, y desarrolla un egoísmo de masas o colectivo. Es un fenómeno por el cual todavía el mundo continúa cuestionándose cómo sucedió.

Santiago de Chile, marzo de 2012

1 Para mayores detalles sobre la demografía del pueblo judío anterior y posterior al Holocausto y su posible especulación ver artículo de S. DellaPergola “Between Science and Fiction (1996). 

2 Una de las grandes discusiones alrededor del tema del Holocausto en la actualidad es acerca de si este es un evento únicamente que le empate al pueblo judío o es de índole occidental o más bien, universal. Este debate nunca logró a una uniformidad de ideas; no obstante se llegó a un compromiso “una definición de Holocausto y una propuesta de contenido de la exposición que no excluyera a los otros grupos de víctimas, pero subrayara la centralidad del Holocausto como una tragedia judía” (Baer, 2004: 86). Gente representativa de este debate son Bauman; Miller, 1990; Kertész, 1998:26, Bokser & Waldman, Ely Wiesel, Jacob Talmon; Gutman 2003 y Wahnón 2004. Ver también la revista Anthropos, No. 203, año 2004. No se va a entrar en esta polémica pero sí es relevante darla a conocer ya que implica el enfoque general o particular que se le pueda conceder a este elemento tan relevante dentro de la historia de la humanidad en general y del pueblo judío en particular. 

3 Dicho Museo inaugurado en 1993, inauguración que significó la hegemonización del Holocausto en Estados Unidos (Sánchez-Biosca, 2004).

BIBLIOGRAFÍA

Baer, A. (2004). De memoria judía a memoria universal. El Holocausto y la globalización del recuerdo. Revista Anthropos. No. 203, pp. 76-94.

Bárcena, F. (2004). Enseñar Auschwitz. El aprendizaje de una decepción. Revista Anthropos. No. 203, pp. 139-160.

Gutman, I. (2003). Holocausto y Memoria (Capítulo XX, pp. 367-379). Centro Zalman Shazar de Historia Judía y Yad Vashem, Jerusalém.

Gutman Y. & Schatzker, Ch. (1984). The Holocaust and its significance (pp. 232-242). The Zalman Shazar Center and The Historical Society of Israel, Jerusalem. 

Mintz, A. (2001). Popular Culture and the Shaping of Holocaust Memory in America. University of Washington Press. 

Sánchez-Biosca, V. (2004). Equívocas sombras. La obstinada actualidad de Auschwitz. Revista Anthropos. No. 203, pp. 110-124.

Webber, J. (1992, autumn). Modern Jewish Identities: The Ethnographic Complexities. Journal of Jewish Studies, 43:2, pp. 246-267.

Suplemento especial de la Shoá