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Los viejos a través del tiempo y la cultura

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Gabriela Calderón

La vejez es la última etapa que el ser humano vive cumpliendo un ciclo de vida completo antes de morir; va asociada a la edad cronológica y biológica, así como a la utilidad y productividad del individuo. Ser viejo no significa lo mismo en la historia o las diversas culturas; sin embargo, hay elementos comunes en sociedades muy diferentes y excepciones que vale la pena destacar.

En las sociedades prehistóricas las condiciones de vida eran muy duras, llegar a los treinta o cuarenta años era difícil, y se asociaba con influencias sobrenaturales favorables y con las capacidades del individuo, por lo que este accedía a una posición de respeto y de influencia como líder o chamán. Hasta mediados del siglo pasado, esta situación se seguía observando en las llamadas civilizaciones primitivas, que se ubican en grandes extensiones de África y Oceanía, principalmente.

En la mayoría de las llamadas civilizaciones antiguas que se desarrollaron en Medio Oriente, el norte de África y Asia se manifiesta un trato diferenciado y preferencial a los viejos. Sociedades como la china, japonesa o la india aún hoy consideran la longevidad como el resultado de una vida virtuosa, y de la intervención de los antepasados o de los dioses.

Caso aparte sería la cultura griega, con el culto a la belleza y a la juventud, la vejez se entendió como un castigo y una tara -salvo en Esparta, donde el senado estaba compuesto por miembros de más de 60 años- y sin embargo, fue en Atenas donde surgieron las primeras instituciones de caridad para los viejos.

Roma dio mayor participación a los ancianos e incluso les dotó de gran poder; la figura del pater familia le daba decisión sobre la vida de sus hijos y los habitantes de su casa.
Para los hebreos, el respeto y consideración a los ancianos fue fundamental. En los libros del Éxodo y Números encontramos sentencias al respecto.

Las sociedades de influencia islámica también tienen en alta estima el cuidado y respeto de los padres cuando son viejos, y el deshonor y repudio recae en quien no cumple la norma.

El cristianismo agrupó a los ancianos con los desvalidos, enfermos y pobres; ocupándose de ellos por caridad. Sin embargo, el Medievo representó uno de los momentos más difíciles para Europa con sus plagas, hambrunas y guerras, así que la supervivencia del más apto prevaleció.

El Renacimiento recuperó la tradición griega y los viejos, sobre todo la mujer, pagaron las consecuencias de esto. La figura de la bruja hizo aquí su aparición.

En casi la totalidad de las culturas americanas previas a la Conquista, la avanzada edad se asocia a sabiduría. Los consejos de ancianos siguen vigentes hasta hoy en gran parte de estas comunidades, y en general los viejos son merecedores de un trato preferente. Sin embargo, hay grupos que rompen con esos modelos. Por ejemplo entre los inuit, habitantes de Groenlandia, Alaska y Canadá, cuando un hombre o mujer ya no se consideraba útil, abandonaba el hogar para morir congelado y evitar ser una carga para su familia, misma situación de los chukchi, pueblo de la parte nororiental de Siberia. Los mapuches y los araucanos al escapar de sus enemigos dejaban atrás a los más débiles, fueran niños o ancianos para garantizar la supervivencia del grupo.

En el mundo entero, los viejos han oscilado entre ser figuras de respeto y consideración, a cargas y lastres para la sociedad, en concordancia con el pensamiento de la época. Este somero repaso por la historia y las culturas permite reconocer el valor que los grupos humanos les han dado a los viejos por siglos.

Los avances médicos y las mejoras en la calidad de vida, han aumentado en los últimos tiempos la esperanza de vida para casi cualquiera, pero por otro lado, la cultura moderna ha contribuido al creciente abandono de los viejos por sus familias, y a que la sociedad los vea como un estorbo y olvide sus aportaciones.

Beyajad El Encuentro, 3ª. edición