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Una historia de los sefardíes hispano-portugueses

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Alicia Benmergui

Desde muy joven sabía que era livornés. Pero fue a Livorno por primera vez hace muy pocos años. Desde la ventana de su hotel podía ver la vieja bahía, la Darsena Vecchia. Allí había llegado su probablemente antepasado materno, Rodrigo Cardoso desde Egipto en 1614 abordo de su barco, N.S. de la Buenaventura. Durante el mismo periodo, el galeón de Nathan Nunes comerciaba entre Livorno y Túnez, aquellos judíos nuevos – excristianos nuevos – desde Livorno iban en sus barcos por todo el mundo, fondeaban sus naves en cada puerto de Europa y del Mediterráneo. Iban desde Amsterdam a Hamburgo y desde allí a Túnez, a Alepo y Estambul.

El prestigioso historiador francés Fernand Braudel, acuñó la frase ‘el imperio marítimo de Livorno’ para describir el alcance extraordinario de las naves de esos mercaderes. No se sabe exactamente cuántos barcos eran propiedad de los judíos nuevos de Livorno pero en Curazao, la isla holandesa del Caribe, por lo menos 2 000 barcos eran conocidos por haber pertenecido a los judíos ibéricos; y más de 200 capitanes también lo eran.

La Inquisición los acusaba y perseguía por judaizar en secreto, muchos de ellos cuando se descuidaron fueron encarcelados, torturados, quemados vivos y sus bienes confiscados. Cerca de 20 000 lograron escapar a otros sitios menos peligrosos a través del Viejo y el Nuevo Mundo, pero solo 200 familias eligieron retornar al judaísmo en Amsterdam, Livorno y otros países europeos. Estos recién llegados a Livorno tenían apellidos españoles y portugueses y se casaron dentro de su propia comunidad al menos durante cuatro siglos. Hablaban castellano en su casa, portugués para los negocios e incorporaron el italiano para su lenguaje cotidiano, fueron los únicos judíos en el mundo que tenían derechos plenos de ciudadanía desde fines del siglo XVI. Estos judíos nuevos, gracias a la Carta de Tolerancia, La Livornina, otorgada por el Gran Duque de la Toscana, Ferdinando de Medicis, tenían garantizada la ciudadanía como grupo de ricos cristianos nuevos, que les permitía retornar abiertamente a la fe de sus antepasados.

Privilegi e grazie concesse alla Nazione Ebrea da Ferdinando III

La Livornina se convirtió en ley, el 10 de junio de 1593, de acuerdo con sus estatutos podían tener sus propias leyes, comerciar libremente y legar con igualdad de derechos sus negocios a sus hijas e hijos, también podían casarse y divorciarse. Pero lo más importante, podían vivir libremente en la ciudad sin ser confinados en un gueto como los judíos que vivían en Florencia, Siena, Venecia y Roma. Podían residir libremente en cualquier lugar de la Toscana.

Eran muy ricos, se dice que Righetto Nunes perdió 70 000 ducados jugando a las cartas con Ferdinando de Médicis, era conocido por haber vendido mercadería en Florencia por valor de 40 000 ducados. La fuente principal de la riquezas de estos cristianos nuevos era el comercio de especies, que había florecido a los largo de las nuevas rutas marítimas abiertas por Vasco da Gama, en el Siglo XVII, en la ruta que bordeaba África y que desde el Cabo de Buena Esperanza comunicaba al océano Atlántico con el Índico.

Pero también había una gran pobreza entre los judíos de Livorno. La mayoría de los pobres llegaron de Roma, de otras ciudades italianas y desde el Norte de África. A estos recién llegados se les daba algo de dinero antes de pedirles que se fueran de la ciudad. Cuando llegaban chicas ashkenazim generalmente eran contratadas como criadas y podían llegar a ganar una dote después de trabajar en Livorno. Pero estaba prohibido el matrimonio entre una tudesca – una muchacha polaca o alemana – y un joven livornés. El amor transgresor era castigado con el exilio de la joven pareja. Hay que recordar que los livorneses eran con frecuencia bastante pretenciosos – consideraban que el grado de distinción era directamente proporcional a la cantidad de sangre española que corría por sus venas.

En Túnez los judíos hablaban un dialecto judeo-árabe; eran muy pobres y en su mayoría usaron solamente la chilaba (caftán) y la chechia, una especie de gorra o sombrero negro. No podían creer que los livorneses fueran judíos cuando los veían con sus camisas de seda y capas negras y carmesíes.

A comienzos del siglo XVII todos los recién llegados tenían nombres hebreos y conservaron sus apellidos ibéricos. Esto es lo que pasó con los parientes de los Nunes: los Morenos, Boccaras, Medinas, Sorias, Lumbrosos, Mendes y Francos. En los registros de la comunidad judía, recuperados entre las ruinas de la sinagoga destruida durante la Segunda Guerra Mundial, todavía podían ser hallados los nombres Nunes Abravanel y Nunes Mendes. Aaron Leone Leoni señala en su bello libro sobre la Comunidad Española de Ferrara, que los Nunes, Benvenistes, Abravanels y Mendes han sido prominentes familias de judíos españoles y portugueses en sus países de origen.

Los Massari – los dirigentes de los judíos de Livorno – eran reacios a permitir que judíos pobres se establecieran en la ciudad, mientras que familias muy adineradas como los Recanati, de Roma, o los Bacri, de Argelia, fueron entusiastamente bienvenidos. Se creó otro fondo de caridad llamado HaMeraj Betoulot o Jebrà para donar el ajuar o la dote de chicas huérfanas o indigentes de países tan lejanos como Polonia o Turquía. HaMeraj Betoulot fue particularmente interesante, era una sociedad fundada para recibir las contribuciones de los mercaderes más ricos de Livorno, recaudada para asegurar los barcos y las mercaderías de los mercaderes cuando se iban de Livorno, lo que no era distribuido entre los accionistas era utilizado para la caridad.

La dote traída por un cónyuge era la forma principal de herencia y era esencial para que una pareja joven comenzara su propio negocio. Cuando moría el marido la dote volvía a la viuda que también era autorizada a continuar el negocio en nombre de sus hijos. Un tercer tipo de caridad fue creada para poder liberar a los judíos esclavos capturados por los piratas. La comunidad portuguesa de Livorno creció poco a poco cuando llegaron judíos de otras ciudades italianas, desde el Norte de África y luego del Imperio Otomano, Grecia y Turquía – como lo muestran los nombres de un censo de 1809.

También imprimían y editaban libros en hebreo que distribuían por todo el Mediterráneo. Pero las cosas cambiaron cuando las tropas francesas lideradas por Napoleón Bonaparte llegaron a la Toscana luego de la Revolución Francesa en 1789 y luego, con la creación del Reino de Italia. El estatuto de puerto libre fue abolido y toda la actividad comercial fue severamente limitada durante el bloqueo continental por parte de los ingleses. Aunque los judíos de Livorno dieron la bienvenida a las ideas de la Revolución Francesa y muchos se convirtieron en miembros de la masonería – esta decisión podía dificultar mucho las cosas con la partida de los franceses, derrotados, y el retorno del Gran Duque de la Toscana. Parte de la historia de los judíos de Livorno tuvo su continuidad en otros lugares del mundo. En Gran Bretaña por ejemplo como veremos en algún otro momento de esta historia que aún continúa.

Fuente: www.itongadol.com