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Venecia, Bet Hayladim

Centro Deportivo Israelita, A.C.

En el más puro estilo del melodrama, Venecia pone en juego a un grupo de personajes que fácilmente reconocemos dentro de nuestro “paisaje urbano”: un payasito con globos en el pantalón, un vendedor callejero de chicles y cigarrillos o un limpiaparabrisas.

Lo primero que el público percibe en oscuro, son los clásicos merolicos grabados que ofrecen tamales o que compran colchones usados para iluminar lentamente la escena, en ella los niños que protagonizan el drama muestran su alegría, su desenfado; es decir, su humanidad, primer acierto del montaje en donde no se busca la conmiseración gratuita; de ahí la historia conduce al problema, los niños viven en una casa donde los recoge una vieja ciega, que vive del recuerdo de un viejo amor italiano, y de la manera maliciosa en la que se hizo del dinero de dicho galán para comprar la casa en donde ahora todos habitan, este asunto dispara la intención de los niños de agradecer, de buscar la manera de hacer realidad el sueño de “la Gringa” como llaman a la anciana invidente, que les da cobijo en una casona un tanto vieja, y urden un plan por demás fantástico y absurdo que se torna en el disparador de situaciones hilarantes y conmovedoras, finalmente se lleva a cabo la inocente empresa en la que sin salir del patio de la casa llevan a “la Gringa” a Venecia, e incluso a bailar con aquel viejo amor… al finalizar la aventura la vieja conmovida, emocionada, agradece para morir repentinamente en brazos de los niños.

Si bien es cierto, que la historia nos llevó a la risa, la habilidad del director siempre nos dejó percibir en el desarrollo de la historia una pátina de nostalgia y de ternura que logró impactar al público asistente.

Un buen trabajo de Juan Carlos Torres, director del grupo de Secundaria del Colegio Bet Hayladim.

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