Un cuadro es la pista perfecta

Título: Un cuadro es la pista perfecta.
Categoría: Secundaria
Pseudónimo: Gallo

—¿Un barco perdido? ¿Y su nueva competencia?

—Efectivamente.

Sami en verdad no lo creía. ¿Cómo era posible? En un día lo había perdido todo. Su negocio se fue a la quiebra. Ya no era el mismo auténtico negociante. Esa noche no pudo dormir. ¿Cómo era posible que le hubieran robado su barco? Y lo peor de todo era que le habían traído competencia. Si no le hubieran robado su barco, le hubiera ganado al otro barco y habría hecho uno de los mejores negocios de su vida.

—Ya está la cena —gritó su esposa desde la cocina.

—No quería cenar, estaba desilusionado y frustrado. De repente, entró una llamada.

—¿Quién es?

—Soy yo, tu tío Ramón.

—¿Qué quieres?

—Siento mucho que te hayan robado el barco. Me da tristeza saberlo, no te preocupes, todo estará muy bien con la ayuda de D-os. 

—¿Por qué dices eso? 

—Porque sé que no hay muchos modos de encontrarlo. No te sugiero preguntarle al FBI si pueden encontrar tu barco, porque es raro que a una persona con tanto éxito le hayan robado el barco.

—Ok, bye.

“¡Como, que no vaya! Creo que sería mejor ir al FBI y ahí decir mi caso” pensó.

Salió a la calle rápidamente y paró un taxi.

—Lléveme a la central del FBI, por favor.

El edificio era muy alto.

— Segundo piso a la derecha, por favor —dijo un guardia.

El jefe del FBI era alto y moreno.

—Usted es el señor Sami, ¿verdad? —preguntó el jefe entusiasmado.

—Sí.

— Ya estamos enterados del robo de su barco. Tenemos entendido que su tío tiene algo que ver en este asunto.

—¿Qué?

Al principio parecía que querían hacer algo, pero no hicieron nada y pasaron los días.

— ¡Qué vergüenza, fue una pérdida de tiempo! —pensó—¿Qué tendrá que ver mi tío con todo eso?.

Al llegar a su casa, llamó a su tío. 

—Hola, tío, ¿cómo estás? Supongo que bien, quisiera hablar contigo en privado.

—No sé si podré, ¿depende de dónde?

—¿En tu casa? En la mía no puedo porque por la noche mis hijos duermen y no quiero hablar de día.

—Tampoco en la mía puedo —dijo su tío un poco indeciso.

—¿Por qué no puedes en tu casa? Tú no tienes hijos que te estén molestando y llorando: “mi hermano me pegó, me molestó, quiero una paleta’’, todo el día.

Su tío le colgó de inmediato.

—¿Por qué colgó?  ¿Por qué no quiere que vaya a su casa? —se preguntó—¿Qué hay en su casa para que no quiera que vaya?

Todo estaba muy raro y nada quedaba claro. En el FBI le dijeron que su tío tenía algo que ver y ahora tenía algo secreto en su casa ¿Qué era esa cosa tan secreta, para que no quisiera que fuera a su casa?

***

—¡Sean bienvenidos todos —gritó con potencia —a la inauguración de una nueva innovación, de un nuevo avance en el mar! Les presento el Verde Profundo.

Todos aplaudieron.

—Y para la inauguración, compré un cuadro exclusivo. —gritó con emoción.

El cuadro se consideraba el décimo cuadro más caro del mundo, con un borde de diamantes de rubí y en el centro una placa de oro que decía en letras grandes: “Verde profundo”.

Todo eso había sucedido hacía tan solo dos años.

***

—¿Cómo puede ser que ya no lo tenga? De un deseo a un fracaso.

En ese instante se le ocurrió una idea. Y si iba a casa de su tío, a descubrir con sus propios ojos el secreto tan oculto que tenía. Lo tenía que pensar muy bien, sería muy complicado y de mucho riesgo.

Esa mañana se sentó a leer el periódico, y se asombró por lo que leyó. Una muchedumbre se abalanza a la casa de un tal Ramón. La nota decía que el hombre se había comprado un cuadro de más de un millón de dólares, un cuadro que ya se había visto anteriormente, pero la gente entrevistada no pudo recordar dónde lo había visto.

—Ese cuadro el mío. —dijo enojado. —¿Por qué él lo tiene?

Tomó una decisión: esa noche iba a ir a la casa de su tío en secreto e iba a quitarle cuadro. Ahora entendía por qué el FBI le decía que su tío tenía algo que ver. Obviamente si él tenía el cuadro iba a tener algo que ver. 

Esa noche fue a casa de su tío. ¿Por dónde se podría meter? Tuvo una idea, recordaba que una vez tuvo que entrar a esa casa. Se acordó de la puerta trasera y de la clave que anteriormente le había dado su tío. Fácilmente se metió y, con mucho silencio, empezó a caminar por en el pasillo hasta que llegó a la sala. Estaba seguro de que ahí estaba su cuadro. Pero, lo único que vio en la pared fue un cuadro grueso, gastado y con mucho polvo; seguro no era ese su cuadro. 

Sin querer se tropezó con una pila que estaba tirada y, al recargarse en el cuadro sucio, este cayó y se volteó. 

—¡Mi cuadro! —exclamó con entusiasmo, atrás del cuadro sucio estaba el suyo, disfrazado.

En la oficina había tres personas: Sami, su tío Ramón y el jefe del FBI, que pistola en mano, amenazó a Ramón para que respondiera a sus preguntas.

—Mátame —dijo enojado Ramón.

—¿Dónde está el barco? ¿Por qué lo había tomado? —gritó con potencia. 

Nada más respondió a la primera pregunta.

—El barco se encuentra en la playa de Cancún, al lado del puerto de Simulla, escondido entre las piedras.

Esa noche, Ramón estaba desesperado. Armó todo su plan loco para robar el barco; estaba muy seguro de que nadie lo iba a encontrar.  Estaba convencido de que no iba a pasar nada. No sabía cómo seguir; sabía que su sentencia sería dura por robar un barco entero y también un cuadro. Se podía quedar de por vida en la cárcel.

No esperó un segundo más, sacó el revólver y…