Un golpe de suerte

Un golpe de suerte
Cuento – Infantil A
Por: Estrella

Había una vez una sirena que era muy bonita, sin embargo, a veces era un poquito egoísta. Era egoísta porque esto lo había aprendido de sus papás, quienes robaban mercancía de los barcos de la gente del pueblo que más cerca les quedaba. Eran unos villanos. Además, nunca le decían que la querían, pero la obligaban a robar, así que la sirena aprendió que tenía que aprovecharse de los demás.

La sirena y sus padres vivían en un mar cercano a un pueblo con hermosos paisajes, pero la gente que vivía ahí, se volvió muy egoísta por todo lo que sufrieron con los robos. Trataron de investigar quiénes eran los responsables de los robos, pero nunca supieron la verdad, así que todos sospechaban de todos.

La sirena sentía que tenía mucha suerte de vivir ahí porque aunque robaba, no quería saber nada de esas cosas, así que vendía las perlas de las ostras que eran muy valiosas y luego la gente del pueblo hacía hermosas joyas con esas perlas. Con el dinero que ella ganaba, compraba esas joyas, pues le encantaba estar súper enjoyada. Era vanidosa.

En ese mismo pueblo vivía un oso que no tenía amor. Su mamá había muerto cuando él nació, así que nunca la conoció. Vivía con su papá, pero a él no le importaba lo que le pasara a su hijo, y nunca se hizo cargo de él, pues lo explotaban en el circo del pueblo.

Un día, mientras la sirena se cepillaba el pelo cerca de la playa, vio al pequeño oso triste, entonces se acercó y le dijo:

—Siento mucho por todo lo que estás pasando. No sabía que tu mamá había muerto, perdón por eso.

—No pasa nada, está bien —dijo nervioso el oso—, si quieres te puedes ir. No quiero que me molestes.

—No te voy a tratar feo, solo quiero ser tu amiga.

—Ah, ¿quieres ser mi amiga? No sabía.

—Sí, claro —contestó la sirena—, yo no tengo amigos y me gustaría saber qué se siente tener uno.

—Sí me gustaría, ¿pero me prometes que no me vas a tratar mal?

—No, claro que no. Ahora sí voy a ser amable —dijo la sirena.

—Me da gusto que digas eso —dijo el oso sonriendo.

Desde ese día, el osito y la sirena se hicieron grandes amigos. Aunque los papás de los dos, no los querían, ellos aprendieron lo que era el amor de familia gracias a su amistad. La sirena poco a poco dejó de ser egoísta.

Una noche, se le ocurrió una gran idea a la sirena.

—Osito, quiero contarte algo —dijo nerviosa—, mis papás son los que roban las cosas —el osito se quedó asombrado—. Se me ocurré una idea: ¿qué te parece si te traigo todo lo que han robado mis padres y tú lo regresas a los verdaderos dueños?

—Pero, ¡qué tal si nos cachan! —dijo el osito asustado.

—No te preocupes, será hoy en la noche que mis papás se reunen con otros tritones y sirenas de los 7 mares. No estarán en casa.

Esa misma noche, la sirena y el osito hicieron realidad su plan. Nadie se dio cuenta, y al llegar la mañana, todo el pueblo gritaba de felicidad. Unos a otros volvieron a confiar y con la ayuda de la sirena, protegieron más a los barcos para que nadie más les robara.

Desde ese día, la sirena cambió su corazón y no volvió más a ser egoista. El osito se sintió feliz porque por fin tenía una amiga que lo trataba bien y su papá se volvió más amable porque ya no lo maltrataban en el circo. La sirena cambió sus joyas por un corazón bueno, amoroso, amable y agradecido, y el oso consiguió tener una amiga para toda la vida.

Haberse encontrado aque día el osito y la sirena, fue un gran golpe de suerte.

Fin.