Mi Cuenta CDI

Amor por el CDI

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Rackel Mizrahi de Alfille

Mi padre me enseñó a amar al CDI.

Era yo muy pequeña, cuando ya pasábamos todos los domingos en el Dépor.

¿Por qué no vamos a otro lado? Preguntaba yo a veces. La respuesta de mi papá era siempre la misma: ¿A dónde podríamos pasar mejor el día?

Asistí a clases de Natación, de Gimnasia, aprendí la diferencia entre trotar y correr y me apasioné jugando Squash en las canchas ‘de atrás’.

Se convirtió en el lugar de reunión con mis amigos, ahí aprendí lo que es el trabajo voluntario, trabajando en Gurim y Macabi durante mi adolescencia.

Mi papá no faltaba un solo día al Dépor. Le gustaba llegar temprano, correr en la cancha de Fútbol, darse un baño y ver a sus amigos. Decía, en aquel entonces, que no había mejor manera de comenzar el día.

Cuando me casé, el Dépor se hizo el lugar perfecto para que yo platicara con mi papá y para que mis hijos vieran al abuelo.

Mi papá me acompañaba a los partidos de Béisbol o de Fútbol de mis hijos, luego se iban a bañar juntos, y muchas veces cenaba con ellos en el Dépor, para regresarlos a la casa listos para dormir.

Mi papá se hizo mayor y me tocó traerlo al Dépor.

En cierto momento insistí en que entrara a tomar cursos, que escuchara algunas conferencias, pero siempre me decía:

“Después hija, ahora prefiero solo venir, platicar con mis amigos y hacer lo que me gusta”.

El tiempo ha seguido su curso.

Hoy mi padre tiene 90 años. Le cuesta un poco de trabajo caminar, pero BH sigue con esa buena disposición de caminar, de salir y de estar siempre de buenas.
La semana pasada pasé por él y lo invité a ir a donde él quisiera.

No me sorprendí en lo absoluto cuando me dijo:

“¡Vamos al Dépor! ¿En qué lugar podríamos pasarla mejor?”