Para mi sorpresa, la persona que evidentemente sin querer dañó mi puerta al estacionarse junto a mí, tuvo la amabilidad de dejar sus datos acompañados de una disculpa por el inconveniente.
¿Cuántas veces no nos ha pasado que la gente, a veces nosotros mismos, cometemos una falta y no tenemos la suficiente honestidad para dar la cara? ¿Cuántas veces no hemos ignorado las molestias que hemos podido causarle a nuestros semejantes a propósito o por error? ¿Qué tanto es tantito?
Todavía quedan personas honestas, íntegras y decentes entre nosotros… Todos debemos seguir el ejemplo de Shelly y transmitirlo a nuestros hijos. Los valores deben prevalecer por encima de todas las cosas.
El raspón era insignificante. La acción de Shelly fue enorme. Decidí no hacer esta llamada, no incomodarla y cubrir yo mismo la reparación. Shelly, sin embargo, “reparó” de cierta forma mi fe en la sociedad.