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Conocer a D-os

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Rab Yosef Bittón

En su Pirush haMishnayot, Maimónides (1135-1204) formuló los trece principios de la fe judía.

“El primer principio consiste en creer en la existencia de D-os”. En su libro Mishné Torá Maimónides describe la creencia en D-os, en primer lugar, como “conocer a D-os”.

¿Qué es el conocimiento de D-os? 

Nosotros, el pueblo judío, experimentamos colectivamente la revelación de D-os en el Monte Sinai, cuando nos fue entregada la Torá y celebramos el pacto (berit) con Hashem. En un sentido absolutamente técnico, nuestro conocimiento de D-os, el saber de Su existencia, se basa en este evento histórico. En este nivel muy básico, nuestra fe en D-os está íntimamente relacionada, y es dependiente de la fe que tenemos en nuestros antepasados. Es decir: Yo creo en mis padres, que creyeron en sus padres, que creyeron en sus padres, etcétera, que experimentaron personalmente la revelación de D-os en el Monte Sinai. Esa generación, los que salieron de Egipto, escuchó la palabra de D-os al revelar los 10 Mandamientos (ver Shemot-Éxodo- cap. 19, 20 y 24). 

Algunas reflexiones sobre este punto: como dice rabbi Yehudá haLevi en su libro El Cuzarí, ninguna otra nación vivió la experiencia colectiva de la revelación Divina. Otras religiones, según sus propias palabras, se basan en revelaciones individuales. El Islam se basa en el testimonio de un solo individuo, Mahoma, quien privadamente recibió el Corán del arcángel Gabriel. La única persona que presenció la resurrección de Yeshu fue María Magdalena.

La historiografía cristiana subsiguiente se basa en su exclusivo testimonio. Lo mismo pasó con Joseph Smith (1805-1844), el fundador de la religión Mormona, quien tuvo visiones religiosas privadas. El pueblo de Israel, sin embargo, presenció la revelación de D-os como pueblo. Con 600,000 hombres de entre 20 y 60 años de edad, más mujeres, ancianos y niños. Un total de no menos de tres millones de personas. El Cuzarí explica que ningún pueblo podría “inventar” el haber tenido una experiencia colectiva -y de hecho ninguno lo hizo, a pesar de que este argumento daría más credibilidad a sus creencias-porque sería una invención insostenible: bastaría con que un solo individuo de esa generación la ponga abiertamente en duda, para que pierda su valor como testimonio histórico.

El pueblo judío es el único que declara haber vivido esa “revelación nacional”, que, dicho sea de paso es una afirmación aceptada por todas las demás religiones bíblicas: Cristianismo, Islam, etcétera. 

Este evento histórico, al cual llamamos Maamad Har Sinai,  es solo la base de nuestra fe. Es el primer elemento de fe que, según Maimónides debemos transmitir a nuestros hijos. Es el fundamento sobre el cual se sustentan todos los demás aspectos espirituales y filosóficos de nuestra fe. Así definió el profeta Yeshayahu al pueblo judío (43:10): atem ‘edai, “Ustedes son mis testigos”; ustedes, el pueblo judío, son el único testigo que presenció Mi existencia.

El conocimiento de D-os comienza por este fundamento histórico, pero evidentemente no termina allí. La búsqueda de D-os consiste en un largo camino. Y recorrer este camino es la misión existencial del individuo judío. No es un camino fácil, especialmente para quien no se crió en él. Y más en nuestros días, cuando la creencia en la existencia de D-os es cuestionada desde el campo de la Biología (evolución), la Psicología, la Cosmología, la Teodicea, la crítica bíblica, etcétera.