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Disyuntivas de América Latina

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Diana Kuba

En términos generales América Latina, oscila entre dos proyectos de nación, ensayados históricamente desde hace menos de dos siglos. Uno, el del neoliberalismo tendiente a lograr una mayor democracia política, y otro, el socialista o proteccionista socializante, que a manera de redención, promete acabar con la desigualdad e injusticia social de los países que lo sustentan.Bajo estos proyectos, subyacen las aspiraciones de los países latinoamericanos de lograr superar sus atrasos, debilidades económicas, sociales y políticas, para llegar a ser una nación moderna de primer mundo, al modo que lo son algunas de Europa Occidental o de los Estados Unidos y Canadá. Sin embargo, si a vuelo de pájaro damos un vistazo a la situación de los diversos países distintivos de esta región, se puede concluir, que ninguno, fuera probablemente de Chile, avanza hacia ese destino. 

Por el contrario, México pese a que ya cumple 26 años aplicando con tropiezos y vaivenes el proyecto neoliberal y desde el año 2000 intenta practicar la democracia política, entendida como alternancia del poder entre los partidos, si bien actualmente inicia un período de reformas en diversos ámbitos, en algunas regiones del país se observan focos rojos de descomposición social, debido a la inserción del crimen organizado y narcotráfico, a la pérdida de autoridad de las instancias federales, estatales y municipales, y a la falta de un desarrollo y crecimiento económico integral que ofrezca trabajo y medios de subsistencia a sus pobladores, por lo que la emigración hacia los Estados Unidos se ha convertido en un canal esperanzador, pese a los peligros y riesgos que implica este trayecto.

Por otro lado, está Venezuela, que desde hace más de veinte años, con la presidencia vitalicia del presidente Hugo Chávez, se alineó al modelo autoritario, socialista y antiimperialista de Cuba, bajo un discurso de permanente revolución donde la fe en el marxismo clásico y en el comunismo de inicios del siglo XX, resolvería los problemas de desarrollo económico y de desigualdad social. A últimas fechas, en este país, gobernado por la bota militar del presidente Maduro, se observan las manifestaciones estudiantiles y sociales de inconformidad, debido a la carestía de productos básicos que sufre la población, que muestran la descomposición del modelo de izquierda, pero que no obstante, la represión de la fuerza pública continúa esperanzada en reproducir bajo estrategias económicas que no benefician a las mayorías de la sociedad –y probablemente tampoco a las minorías- pero que sí las mantienen inconformes e inermes para enfrentarse al régimen.

Por último, está Brasil, que aparentemente desde el gobierno de Ignacio da Lula y el actual de Vilma Russef -que si bien provienen de un partido de izquierda- parecía que había encontrado las destrezas para el desarrollo y crecimiento, gracias a un manejo racionalizado de la economía basado en los principios de la libre competencia. Uso las palabras “aparentemente” y “parecía”, porque ya se avizoran focos rojos en la economía brasileña, que todavía no implican una alarma, pero que mantienen a los latinoamericanos a la expectativa de lo que sucederá después de que este país, salga de la borrachera del Campeonato Mundial de Fútbol y de las próximas Olimpiadas.

Ante las distintas circunstancias expuestas, la pregunta toral que nos debemos hacer, es ¿por qué ambos modelos, ensayados en diferentes tiempos y modalidades en los países latinoamericanos, no surten los efectos de beneficio social que se espera de ellos? ¿Qué hay bajo la profundidad política y social de todos estos países colonizados antaño, por España y Portugal, que después de sus independencias, no pudieron alcanzar el rango de desarrollo político, económico, social y cultural que esperaban, pese a que desde el siglo XVIII han experimentado distintas reformas para alcanzar la “modernidad”; modernidad que solo a manera de llovizna, llega a las élites? Formulando una hipótesis, pareciera que la solución no solo depende de los modelos a seguir, ya sean hacia la derecha o la izquierda, sino de las formas de cómo se van a aplicar esos modelos, donde una buena administración racionalizada, integral y congruente es imprescindible, donde se necesita grandes estudios de logística para aplicarlos y hacerlos operativos a fin de que rieguen sus beneficios a la sociedad, donde los sectores económicamente productivos tengan una mentalidad competitiva dispuesta a concurrir a escala mundial, donde es indispensable gobiernos comprometidos, honestos, pujantes y con visión a futuro, para que los objetivos que hayan decidido tomar en todos los ámbitos, se cumplan y tengan continuidad,  y donde no haya cabida para una mala administración de justicia, la corrupción y la impunidad. Todo esto significaría cambiar nuestra cultura política, económica y social practicada por siglos en Hispanoamérica.