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El costo de boicotear a Israel

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Lituania Mendelevick

El Primer Ministro Benjamin Netanyahu, el pasado jueves 25 de de febrero, se reunió con el CEO de Microsoft, Satya Nadella, que llegó a Israel para una visita corta.

El Primer Ministro Netanyahu dejó claro que habrá el menor número posible de restricciones a la exportación de tecnología cibernética y dijo que la prosperidad de la industria es muy importante para Israel. Los dos hombres discuten la estrecha cooperación entre Israel y Microsoft y señalaron que el centro de desarrollo de la compañía en Israel está celebrando su 25 aniversario.

El CEO de Microsoft, Satya Nadella, señaló el compromiso de Microsoft de Israel, sus inversiones en el mercado local y su compromiso con el crecimiento continuo de la industria de alta tecnología y la innovación en Israel, que se expresa en los programas de asistencia para la creación de empresas, la introducción de tecnologías avanzadas para todos los sectores de la economía, la promoción de la ciencia y la tecnología, y la educación en las computadoras y las matemáticas.

El Primer Ministro Netanyahu, dijo: “Y vamos a celebrar 25 años de cooperación entre Microsoft y el Estado de Israel. Ahora deberíamos trazar los próximos 25 años, Israel es un centro de gran innovación tecnológica; Microsoft es una gran compañía tecnológica. Es un matrimonio hecho en el cielo, pero reconocidos aquí en la tierra”.

El CEO de Microsoft, Satya Nadella expresó: “Muchas gracias, Primer Ministro, y es un verdadero placer estar en Israel, y como usted ha dicho, los 25 años han sido fantásticos 25 años, y esperamos a 25 más.”

Precisamente con este tipo de noticias nos enfrenta a lo que hace ya una década surge la campaña denominada BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) con el objetivo de boicotear rotundamente a Israel, por más de 170 organizaciones civiles palestinas para presionar en favor del retorno de los refugiados palestinos y por la plena igualdad de derechos entre árabes y judíos.

Si estos actos pudieran frenar de alguna forma, la insistente provocación, acción bélica y terrorismo a través de ataques a la población civil de Israel, probablemente Israel aceptaría dicho boicot, quizás hasta podrían cambiar la comercialización de sus productos con los países que más se alinean al boicot, con tal de que apoyen un proceso digno de paz y el reconocimiento al derecho de la existencia del Estado de Israel, sustentado en las bases históricas y legítimas. Pero esto por supuesto es un gran disparate, porque decirlo es darle argumentos y potencia a una iniciativa de escasa legitimidad moral, al que varios países y sus sectores comerciales y académicos, se han prestado en los últimos años. Como sabemos la situación económica en Europa no es la más boyante actualmente, cerrar las fronteras a un país con las características de Israel, sería desafiar al oscurantismo, y esto no es una exageración, y si este es un lenguaje que viene desde las entrañas de defensa a Israel, que sea tomado como tal, porque la Unión Europea no está para juegos de palabras ni de ninguna índole. Desde el mes de enero aprobó directrices sobre adjudicación de subvenciones, becas y ayuda financiera a instituciones israelíes, fuera del margen de los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania, y esta nota aclaratoria también es preocupante porque la UE nunca hasta ahora, había trasladado su rechazo a la ocupación de Gaza y Cisjordania a sus políticas presupuestarias o comerciales.

El intenso comercio entre la UE e Israel, incluidos los territorios, no es objeto de control alguno sobre su origen por parte de las autoridades europeas, de forma que buena parte de la producción de los colonos recibe el trato preferencial concedido por Bruselas a Israel, sin que sean de aplicación las restricciones que deberían desprender de la legislación europea y del proyecto Horizonte 2020, en el que la UE concentra gran parte de sus actividades de investigación e innovación comprendido en el periodo 2014-2020, que implementa como retos sociales: promover liderazgo industrial en Europa y reforzar la excelencia de su base científica, con un presupuesto disponible que ascenderá a los 76 880 millones de euros, del cual Israel se benefició años atrás con el 1.5 por ciento del conjunto de inversiones en investigación.

Existe una corriente de opinión israelí, en cambio, que considera esta toma de posición europea como una señal de esperanza. Intelectuales como Amos Oz, Abraham Yehoshua, David Grossman o Shlomo Ben Ami, o el judío estadounidense Peter Beinart, consideran que hay que aplicar la campaña BDS, pero solo a los territorios ocupados, y no solo por razones de justicia y legalidad internacional, sino ante todo para legitimar la existencia del Estado de Israel y garantizar su futuro como Estado judío democrático.

El peligro de los sellos que aparecen en algunos productos europeos es que la opinión pública se mezcla con la ignorancia y los grandes titulares se refieren a un boicot a Israel, mientras que en la mente antisemita, va más allá. Rechacen entonces a Karl Land Steiner (insulina), Jonas E. Salk y Albert B. Sabin (vacuna antipolio), Valdemar Mordejai Haffkine (cólera), Tadeusz Richstein (cortisona sintética), Alexander Marmorek (vacuna tuberculosis), Chain Ernst Boris (penicilina), Isaac Singer (máquina de coser) Emil Berliner, (micrófono), Philip Reiss (teléfono), Abraham Stern (máquina para calcular), Durkheim, Adorno, Strauss, Chomsky, Freud, Fromm, Marx, Lanny Page (Google), Michael Dell (Dell), Joshua Lionel (Energizer), Mark Zuckerberg (Facebook), Spileberg, Isador Straus (Macys), Donna Dubinsky (Palm), Howard Jonas (tarjetas telefónicas), Helena Rubinstein, Estee Lauder, Revlon, tantos y tantos… pero eso tampoco importa.

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