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El violín de Feivel Wininger

Centro Deportivo Israelita, A.C.

Este violín proviene de Schönbach, un pintoresco pueblo de la República Checa conocido por sus fabricantes de violines.

Feivel Wininger y su familia vivían en Vama, Rumania, cuando comenzó la guerra. Él y su esposa Breina tenían una pequeña hija de 18 meses de edad, Helen. Con la invasión nazi tuvieron que vender su hogar e irse a casa de sus abuelos en Gura Humorului; sin embargo, al poco tiempo fueron deportados a Transnistria, el 10 de octubre de 1941. Marchó junto con sus ancianos padres, un tío, su mujer y su pequeña, así como otros miles de judíos, en condiciones de frío extremo, lluvia y nieve hasta atravesar el río Dniester. Durante la marcha surgieron enfermedades y epidemias, la gente moría de inanición y fatiga. Así murieron la madre y el tío de Feivel, Helen poco a poco perdía peso y fuerzas, inclusive para llorar.

A pesar de correr el riesgo de que los mataran, Feivel decidió llevar a su familia a Shargorod, un gueto ya establecido en Transnistria, pues ahí tendrían más oportunidad de sobrevivir. Logró rentar un cuarto el cual compartiría con otra familia (17 personas en total) y consiguió trabajo como leñador de un campesino ucraniano, el cual le pagaba con una hogaza de pan rancio y mohoso. El pan se lo daba a su familia y él sobrevivía comiendo nieve y sobras que encontraba en los basureros. Breina ganaba algo de dinero disfrazándose con la ropa de la esposa de su casero para poder viajar y vender las salchichas que el casero hacía y Feivel eventualmente robaba algo de leña para poder calentar el hogar.

Diez días después de que llegara a Shargorod, lo visitó un distinguido señor, casi no reconoció al juez Robinson, jefe de Justicia de Gura Humorului. Este le dijo: “Sé que eres músico, yo también lo fui, pero ya no puedo tocar más. Tú eres joven y podrás tocar por muchos años más”, dicho esto abrió un estuche y sacó un violín Amati, hecho por uno de los mejores fabricantes de instrumentos del mundo. Las manos de Feivel temblaban de la emoción. El juez Robinson entonces le ofreció el violín: “De qué sirve tener un buen violín si no tengo comida. Si logras conseguir algo a cambio de la música que salga del violín, no te olvides de mí”.
La música siempre había sido un elemento muy importante para Feivel, quien aprendió a tocar el violín desde los nueve años. El violín lo acompañó en momentos importantes y le trajo gratas experiencias.

Al día siguiente, cuando regresó de trabajar, sacó el violín de su estuche y comenzó a tocar. La música lo transportó a otro lugar, a otra época, ya no estaba en el gueto, no estaba hambriento, ni entumecido por el frío, ni vestía de forma andrajosa. ¡Era la persona más rica del mundo! Poco a poco, la gente que pasaba por ahí se fue acercando. Gente hambrienta, enferma, cansada, simplemente se paró a escuchar con una sonrisa en la boca.

El casero de Feivel también pasó por ahí, entró y le propuso que si conseguía a otros músicos los recomendaría para tocar en una boda. Así fue como, con un instrumento prestado, tocó hasta el agotamiento para llevar a casa sobras de la fiesta. Inmediatamente fue a ver al juez Robinson para darle parte de las ganancias, pero al llegar se enteró que él y sus dos hermanas habían fallecido poco antes.

Poco a poco Feivel y sus amigos se hicieron populares entre los oficiales rumanos y los campesinos ucranianos que buscaban entretenimiento. Los músicos eran felices tocando música a cambio de comida. Sin embargo, el violín Amati le fue confiscado a Feivel y tuvo que dejar de tocar por un tiempo. Cierto día, el campesino para el que tocó en la primera boda lo visitó para invitarlo a interpretar música en la boda de su hija, al enterarse que ya no tenía violín se ofreció a conseguirle uno. Feivel le comunicó que prefería comprarlo para que fuera de su propiedad y pudiera quedárselo después de la fiesta, así con la ayuda del campesino logró adquirir su violín. Este provenía de una casa de fabricantes en Shönbach y aunque era de menor calidad que el Amati, era perfecto para tocar en bodas y fiestas, y gracias a él Feivel tocó por otros tres años ganando comida, agua y leña para abastecerse a él y a las otras 16 personas con las que vivía, además de transportar a todos los que lo escuchaban a lugares y épocas más felices, consiguiendo que tuvieran, por lo menos, algunos momentos de paz.

Feivel y su familia llegaron a Israel en 1948, donde trabajaron duro para hacerse una nueva vida. Feivel siguió tocando su violín, aquel que le salvó la vida a él y a su familia, aquel al que llamó amigo, hasta que debido a la edad lo tuvo que dejar.

Después de un tiempo, le pidió a Helen que le reparara el violín pues lo quería tocar por última vez. Así es como Amnon Weinstein conoció el violín de Feivel Wininger y su historia.

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