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La (construcción de la) historia de mi vida

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Jonathan Gilbert

Casi cualquier adulto sabe que la forma en que pensamos sobre una situación, afecta el modo en que la experimentamos. Porque si es así, ¿por qué insistimos en empapar de negatividad lo que, con un poco de optimismo, sería mucho más llevadero? ¿Por qué no podemos ser un poco más como Yosef?

Yosef es vendido como esclavo por sus hermanos y, luego, enviado injustamente a prisión por trece años. Sus hermanos son responsables de una gran parte de su sufrimiento. Y cuando llega el momento de revelarse como su salvador, Yosef se contenta con asegurarles que no deben sentir culpa, pues seguramente el Todopoderoso así lo quiso. Prueba de ello es que Yosef está ahora en posición de salvarles de la terrible hambruna que amenaza la región.

¿Cuál de las historias es la verdadera? ¿Es Yosef una víctima o un salvador? La respuesta es obvia: es ambas. Para dar sentido a nuestras vidas, los seres humanos generamos narraciones que integran los eventos y sucesos ocurridos. La forma en que acomodamos estos eventos (o sea, nuestra ‘historia de vida’) que es nuestra personalidad. Con base en nuestro temperamento, valores, metas y demás, generamos estas narraciones, que sirven como línea conductora entre pasado, presente y futuro. Nuestra vida es nuestra historia, y nuestra historia, nuestra vida.

Dichas narraciones se hacen evidentes cuando tenemos que explicar a alguien más quiénes somos. Lo que es menos evidente es que hacemos lo mismo con nosotros mismos: nos contamos historias que nos permiten dar sentido a la vida.

La terapia narrativa es una corriente psicoterapéutica que busca ayudar a los consultantes a generar narraciones distintas de sus historias personales. Una de sus contribuciones teóricas más interesantes (basada en los postulados filosóficos de Michael Foucault sobre el poder moderno), sugiere que las personas generan historias dominantes de sus vidas que excluyen otras historias secundarias. De la misma manera, un individuo cuya narrativa oficial sea la de ser ‘tímido y antisocial’, excluirá aquellas ocasiones en que se haya comportado de modo opuesto, o simplemente las devaluará considerándolos ‘casos aislados’.

Las consecuencias de esta idea son fantásticas. Si nuestra historia de vida no es más que la inclusión selectiva de ciertos sucesos y la exclusión de otros, entonces es posible generar nuevas narraciones integrando aquellos sucesos previamente excluidos. Esta insurrección de las historias subyugadas es uno de los objetivos de la terapia narrativa.
Aún sin acudir a consulta psicoterapéutica, la idea misma de cómo configuramos nuestra historia de vida resulta transformadora. En nuestra búsqueda de sentido, olvidamos incluir evidencia que apunta a que, en realidad, ya somos aquello que siempre hemos deseado ser. Más que ‘enojones’, ‘envidiosos’ o ‘perezosos’, somos personas que hemos experimentado enojo, envidia y pereza, así como todo lo contrario. Está en nuestras manos la historia que vayamos a contar.

Algunos autores sugieren que la negatividad es una función humana natural con funciones de supervivencia, ayudándonos a evitar el peligro y reaccionar rápidamente en casos de crisis (Alderman, 2017). Pero también es un pésimo narrador de historias de vida, y la fuente principal de estrés y preocupación en nuestras vidas.

Estoy convencido de que es posible seguir el camino de Yosef y construir vidas en las que seamos los héroes y no las víctimas, recordando que somos nosotros los propios narradores.

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