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Los tres nombres de Shavuot

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Rabi M.M. Schneerson

Al principio, todo nuestro foco de atención se centra en reconocer cómo funciona la cosa, como si la vida fuera una máquina gigante y nosotros simplemente tuviéramos que aprender a pulsar los botones correctos. Descubrimos que el llanto genera nutrición y atención; percibimos que algunas de nuestras acciones encuentran aprobación y otras son censuradas; deducimos qué habilidades y recursos se requieren para preservar y mejorar nuestra existencia.

En determinado momento, sin embargo, nos percatamos que la vida es más que dominar un conjunto de comportamientos. Descubrimos que dentro de nosotros existe todo un universo: ideas, sentimientos, una personalidad. Ya no más contentos con apenas hacer cosas simplemente de la manera correcta, nos esforzamos por mejorarnos a nosotros mismos: por expandir nuestra mente, agudizar nuestros sentimientos, refinar nuestro carácter.

Finalmente, llega un momento en el que también esta meta empalidece en importancia ante un empeño mucho más ambicioso. ¿Por qué contentarnos con la perfección del ser individual, cuando se nos ha facultado para transformar el mundo? ¿Por qué relegar nuestra procura de paz a la búsqueda de una armonía interior, cuando una raza de cinco mil millones de seres plagados de conflictos clama suplicando nuestra asistencia? ¿Por qué limitar nuestra capacidad de descubrimiento y crecimiento al interior de nuestras almas, cuando todo un universo espera nuestra exploración y desarrollo?

El Mandato en Sinai

En el sexto día de siván del año 2448 desde la Creación (1313 a. n. e.), todo el pueblo de Israel estuvo parado al pie del Monte Sinai. Allí, D-os se reveló a nosotros y nos dio la Torá, Su “plan maestro para la creación” y nuestra Carta Magna como “nación santa” y “luz para las naciones”. Desde entonces, el día ha sido marcado como la Festividad de Shavuot.

La Torá funciona en muchos niveles. En el nivel más básico, es una guía para la vida en el sentido más elemental y técnico. Sus 613 mandamientos (mitzvot) y sus millares de cláusulas y leyes nos instruyen en los ‘harás’ y ‘no harás’ de la vida, delineando lo permisible y lo prohibido, lo sagrado y lo profano, lo benéfico y lo dañino para nuestros cuerpos y almas.

Pero la Torá es más que una reguladora del comportamiento. “Se dio para refinar a la persona”: para desyerbar lo malo y cultivar lo bueno en nuestros corazones; para desarrollar nuestras mentes como vectores de la verdad Divina; para traer a luz la imagen Divina en la que han sido moldeadas nuestras almas.
Finalmente, la Torá es el vehículo para el más emprendedor de nuestros potenciales: para “hacer del mundo físico un hogar para D-os”, un sitio que alberga, expresa y sirve a la perfección de lo Divino.

Tres nombres

La festividad en la que conmemoramos y reexperienciamos la revelación en Sinai tiene tres nombres, correspondiéndose con las tres áreas de influencia de ese día en nuestras vidas.

En las plegarias de Shavuot, nos referimos al día como Zmán Matán Toratéinu, la Época de la entrega de Nuestra Torá.

En Deuteronomio 16:10 se llama Jag Shavuot, Festividad de Semanas. Esto, porque la festividad sigue un conteo de siete semanas que comienza en el segundo día de Pésaj.
Un tercer nombre para la festividad, también de origen bíblico, es Yom Habikurim, Día de los Primeros Frutos, las Primicias. En este día, los bikurim, los primeros frutos madurados del huerto del granjero israelita eran presentados al kohén (sacerdote) en el Gran Templo, como lo ordena la Torá.

Torá significa ley e instrucción. El significado más básico de Época de la entrega de Nuestra Torá es que este es el día en que a las 600 000 almas reunidas en Sinai se les instruyó acerca de “la senda por la que deben andar y los actos que deben hacer”. 

Pero Shavuot no es solamente la ‘Época de la entrega de Nuestra Torá’; también es la Festividad de Semanas, la culminación de un viaje de autodescubrimiento y refinamiento de siete semanas.

En el capítulo 23 de Levítico, la Torá instruye: “Contaréis para vosotros, desde el día siguiente al Shabat, desde el día en que traéis la alzada ofrenda del omer, siete semanas completas serán. Hasta el día siguiente a la séptima semana, contaréis cincuenta días; y ofreceréis una nueva ofrenda cerealera a D-os. De vuestras residencias traeréis dos panes para alzar… hechos de harina fina… Y proclamaréis ese mismo día como uno de festividad santa…”

En el segundo día de Pésaj (el día siguiente al Shabat) un omer de cebada era alzado y ofrecido en el Gran Templo de Jerusalem. Esto marcaba el comienzo de un conteo de siete semanas -la Cuenta del Omer- seguido por el alzado de los shtéi haléjem, una ofrenda de dos panes en la festividad de Shavuot. La enseñanza jasídica explica que el progreso de forraje animal (cebada) a alimento humano, los dos panes, preparados con harina de trigo finamente molido significó el refinamiento del ‘alma animal’ del hombre -sus instintos inferiores y materialistas- y su elevación al nivel humano de un alma forjada a imagen de lo Divino.

Las siete semanas del conteo se corresponden con los siete impulsos básicos en el corazón del hombre, cada uno de los cuales incluye aspectos de los otros: cada semana del conteo es dedicada a la tarea de refinar uno de estos impulsos, y cada uno de los siete días de la semana a otro de sus siete aspectos. En el día 50 logramos Shavuot, la Festividad de Semanas, la perfección de las siete semanas del corazón humano.

El tercer nombre de la festividad, el Día de los Primeros Frutos, representa al hombre yendo más allá de la perfección del propio ser, hacia el desarrollo y la elevación de los recursos materiales de su mundo.

En Deuteronomio 26 leemos: “Cuando entres a la tierra que el Señor tu D-os te da como legado, y la heredes y te radiques en ella, tomarás de los primeros frutos de la tierra… y los pondrás en una canasta. Irás al lugar que el Señor tu D-os escogerá para hacer descansar Su nombre…” Cada año, el granjero israelita repetía el proceso, seleccionando de lo primero y más fino de su huerto para traer al Gran Templo en Jerusalem en la festividad de Shavuot. Al hacerlo, estaba proclamando:
“Mis días se consumen trabajando la tierra, mis noches con pensamientos de semilla, suelo y clima; pero el propósito de todo esto no es el desarrollo de lo material para fines materiales, sino hacer de este mundo un hogar para D-os. Mira, lo primero y mejor de mi producto que he traído aquí, al lugar elegido por D-os para albergar Su presencia”.

Semanas disminuidas

La historia de una nación -como la historia de una vida individual- conoce periodos de mayor y menor sofisticación espiritual. Tal como en nuestras propias vidas experimentamos momentos de profundos logros personales y universales, así como también períodos en los que meramente funcionar es una lucha, del mismo modo es con el progreso de Israel en el curso de las generaciones.

Si contemplamos los tres nombres de Shavuot, notamos que varían en el grado de su concreción de era en era y de generación en generación.

La primera y más básica definición de la festividad es también la menos sujeta al flujo del tiempo. Cada mañana agradecemos a D-os por Su regalo de verdad con las palabras: “Bendito eres Tú, D-os, quien da la Torá”; da, en presente, pues “todos los días, las palabras de la Torá deben ser como nuevas a tus ojos, como si hoy las recibieras de Sinai”. La instrucción Divina para la vida diaria no se ve afectada por las alzas y bajas de la conciencia y el logro espirituales: Shavuot es igualmente la Época de la entrega de Nuestra Torá para cada generación. Esto no ha sido el caso, sin embargo, con respecto a su designación como Festividad de Semanas. El omer solo puede ser ofrendado en el Gran Templo en Jerusalem. Dado que la Torá define el conteo de siete semanas desde Pésaj a Shavuot como comenzando en “el día en que traéis el omer alzado”, la mayoría de las autoridades halájicas sostienen que no hay obligación bíblica de llevar la Cuenta del Omer cuando el Templo no está en pie. Hoy seguimos contando los días y las semanas cada noche entre Pésaj y Shavuot, pero esta es una institución rabínica, establecida por los Sabios a fin de conmemorar el ‘verdadero’ conteo que se llevaba a cabo cuando la Presencia Divina era una realidad manifiesta en nuestras vidas. En las circunstancias de nuestro presente, hasta el inminente día en que el Templo será reconstruido, Shavuot es la Festividad de Semanas solo en nombre, dado que la Cuenta del Omer y sus resultados no gozan de su condición plena.
Si apenas una versión menor de la Festividad de Semanas puede concretarse en esta era espiritualmente inestable, el Día de los Primeros Frutos está totalmente ausente de nuestra observancia contemporánea de la Festividad. Los bikurim, también, requieren la presencia de la nación judía sobre su tierra y del hogar Divino en Jerusalem; no hay, en este caso, ninguna versión ‘rabínica’ de esta mitzvá. Nuestra experiencia de Shavuot del presente no incluye ninguna observancia concreta vinculada a este aspecto de la Festividad.

Tarea, lucha y sueño

Una cosa no ha cambiado en toda la tortuosa travesía de la historia a través de las luces y sombras del tiempo espiritual: en todo momento, y bajo todas las circunstancias, tenemos nuestra Divinamente entregada guía para la vida cotidiana. No importa cuán duros sean los conflictos en el interior de nuestras almas, no importa cuán escurridizas sean las metas de un mundo justo y armonioso, siempre podemos hacer lo correcto. Siempre podemos abrir la Torá que D-os nos dio, estudiar qué desea Él que hagamos en cualquier circunstancia determinada, y hacer que nuestro comportamiento se ajuste a la voluntad Divina.

En la búsqueda de autoperfección, la imagen es menos definitiva, nuestras capacidades más limitadas. Todavía podemos contar el Omer, escalar la montaña de 49 pasos a la plenitud de siete semanas del corazón. Pero nuestra Festividad de Semanas del presente no es sino un eco de lo que es lograble en tiempos espiritualmente más luminosos. En cuanto al sueño de un mundo unido en el servicio a su D-os, de una realidad física que más revela que oscurece la armoniosa verdad de su Creador, solo tenemos la memoria de una época en la que Shavuot era el Día de los Primeros Frutos. Todo lo que podemos hacer es recordar la dedicación a D-os de lo más selecto de su campo por parte del granjero israelita, esforzarnos por hacer lo mismo en nuestros respectivos campos de empeño, y orar por el día en que nuevamente podamos experimentar lo Divino en nuestras vidas y realmente hacer de nuestro mundo un hogar para D-os.

La historia de Ruth

Rachel Avraham

La historia de Ruth nos enseña grandes valores judíos de cómo debemos vivir nuestras vidas como judíos.

En Shavuot, los judíos tradicionalmente leen la historia de Ruth en el Tanaj. Según varios sabios judíos, esto se hace porque: a) gran parte de la historia de Ruth tuvo lugar durante la cosecha de la cebada, y ofreció un buen ejemplo de cómo el granjero judío debe tratar a los pobres, mientras que la festividad de Shavuot cae en la temporada de cosecha; b) porque el rey David era uno de los descendientes de Ruth, y el cumpleaños del rey David y la fecha de su muerte ambos caen en Shavuot, y c) porque Ruth fue una excelente modelo para todos los justos conversos al judaísmo, y en el evento del Monte Sinai, el pueblo judío vivió una experiencia similar al vivir su propio renacimiento. La historia de Ruth tiene un montón de enseñanzas importantes escondidas en su interior. Para empezar, la historia de Ruth demuestra cómo todos los judíos deben tratar a los extranjeros entre nosotros. En efecto, Ruth, a pesar de que era de origen extranjero, formó parte de la nación moabita, que no tuvo una historia tan agradable con la nación de Israel. El trato que Ruth dio a los habitantes del campo de Boaz, nos enseña que siempre debemos mirar hacia el desafortunado, forme parte o no de nuestra nación.

Excelentes ejemplos contemporáneos que ocurren cada día en Israel pueden servirnos para ver cómo Israel sigue la ética de nuestros an-cestros: un hospital israelí al cuidado de un bebé palestino, residente en Gaza, discapacitado que ha sido abandonado por sus padres, o el de Israel proporcionando tratamiento médico para los niños iraquíes con problemas del corazón, o los soldados israelíes ayudando a un niño palestino que resultó herido por un palestino que lanzaba cohetes. Israel también ofrece ayuda médica a una mujer sudanesa, y trata a los heridos sirios, mientras que Assad intenta cometer un genocidio contra su propio pueblo. Como vemos, Israel continúa proporcionando a los palestinos, iraquíes, sudaneses, y a otros miembros de las naciones ‘enemigas’ la posibilidad de recibir tratamiento médico en Israel debido a nuestra comprensión por la ética y los valores judíos.

Boaz, dejó a Ruth espigar en sus campos, para asegurar que Naomi estaba al cuidado de alguien, a pesar de que tanto ella como su marido abandonaron Israel en tiempos de hambruna, mientras que Boaz se quedó para ayudar a los demás.

El tratamiento de Boaz nos enseña que siempre debemos cuidar de nuestra familia cuando están en necesidad, especialmente si son viudas, sin importar lo que la relación haya podido cambiar. Ayudar a los necesitados es un principio básico que todos los judíos deben seguir. Otra lección importante que la historia de Ruth ofrece, es una guía de cómo todos los no judíos pueden llegar a ser judíos. El judaísmo enseña que todos los conversos son ‘rechazados’ tres veces, antes de que se les permita abrazar la fe judía. Luego, al entrar en la nación judía, se convierten en judíos fuertemente comprometidos, ya que superaron todos los obstáculos para lograr su objetivo.

Sin duda, todos estos ejemplos muestran que de todas las fiestas judías, podemos encontrar mucha filosofía de vida, que de guiarnos por estos principios, aportaríamos mucha luz al mundo, tal como hace hoy día el Estado de Israel. ¡Jag Sameaj a todos!