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Los valores en nuestros hijos

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Emilio Bettech

Cómo se han desgastado nuestros valores, nosotros como padres de estas nuevas generaciones nos tocó recibir la cubetada de agua helada de una generación mal agradecida; en muchos casos, por culpa de nuestros propios errores de facilitarles la vida a tal nivel, que todo lo dan por hecho, todo llega fácil y sin esfuerzo.

Qué diferentes eran nuestros tiempos cuando te hacían luchar por lo que anhelabas, te obligaban a convertirte aunque sea por unos segundos, minutos o días en una mejor persona, cuando menos para representar serlo y lograr tus objetivos de demostrar a tus padres principalmente un avance.

Demostrabas interés, responsabilidad o educación; esto por el simple hecho de lograr tener lo que ambicionabas, claro está que al repetir ese método por cada situación se va uno acostumbrando y nuestro proceder va modificándose instintivamente, haciéndonos tristemente una de las últimas generaciones que tuvo que luchar por todo lo que deseaba tener.
Es preocupante hoy en día, cómo los padres jóvenes no guardan en gastos para eventos, fiestas, viajes y demás.

Hay una sobrexposición hacia el mundo de querer explorar todo, aprender todo, disfrutar todo. Hoy en día siete de cada diez jóvenes salen al extranjero a estudiar un año, no tengo duda que muchos de ellos lo trabajaron y se lo ganaron seguramente aprovechando la oportunidad para aprender y madurar, pero puedo asegurar que muchos de ellos no; solamente se subieron a la corriente de las familias que evolucionaron y creen que deben crear hijos superdotados en conocimientos para manejar a veces, mega empresas, fondos de inversión, o cualquiera que sean sus negocios, y así nuestros hijos continuarán con mucho orgullo nuestros logros económicos y claro, modernizarlos y crecer los negocios hasta puntos inimaginables con nuevas ideas y tecnología.

Me pregunto….

¿Dónde quedan los valores que nos inculcaron nuestros padres hace apenas dos generaciones atrás? 
¿Dónde queda la simpleza de poder jugar con una pelota o una canica por horas? 
¿Dónde quedan esas rodillas raspadas, reunir a tres o cuatro amigos parados uno al extremo de otro sosteniendo un resorte a la altura de sus tobillos y otro saltando de lado a lado? 
¿Dónde queda esa sorpresa de ver que el resorte seguía subiendo y él seguía triunfando? ¡Ya no!
Todos los juegos simples que requieren habilidad de repetirlo una y otra vez hasta lograrlo, casi, casi han desaparecido, todos ellos son aburridos e insignificantes.
¿Dónde quedan los nervios de subirse a una patineta e intentar avanzar un tramo sin caerse?
¿Dónde quedan los juegos de girar la botella donde el castigo mayor era darle un beso a quien se dirija la punta de la botella?
¿Dónde queda la inocencia de nuestros hijos?
Hoy en día todo se enfoca a tecnología, redes sociales, mensajes, fiestas, viajes, marcas, competencia y envidias inimaginables.
Hoy en día, los iPhones son una nueva extremidad en cada brazo de los jóvenes, verlos sin un teléfono o sin batería sería algo fatal.
Los números de teléfonos de nuestra propia familia, ya no hay necesidad de aprendérselos, si uno es superdotado a lo mejor se sabe cuatro o cinco números diferentes, para todo lo demás dependemos del iPhone.
¿Dónde queda la valentía y el nerviosismo para hablar a invitar a una chava a salir?

Todo nos lo han facilitado, ahora con un mensaje de WhatsApp se consiguen las citas y para qué decirlo, solo con su nombre encontramos en Facebook  o Instagram todos sus gustos, pasatiempos, amistades, viajes, forma de ser, perfil educativo y muchas cosas más.

Hoy en día hasta puede ser motivo de discusión haber leído un mensaje de WhatsApp y no contestarlo, hay que saber que al que lo mandó se le informa a qué hora lo leyó, y es una falta de respeto no contestar oportunamente al mismo.

Ya es muy raro tener privacidad y el don de poder sorprender a alguien con alguna historia macabra, en menos de un segundo y con teléfono en mano puede investigarlo en Google y te toman por mentiroso, loco o aburrido.

Pensar en sentarse a platicar en una fogata, sin fumar narguile o sacarse selfies, no es vida.

Hoy en día, las familias tienen mucho menos comunicación entre ellas y también nos cuesta mucho más reprender a nuestros hijos por el simple hecho de sentir que pueden ser orillados y reprimidos por la sociedad.

¿A dónde hemos llegado? ¿Cómo frenaremos esta corriente de degradación de nuestra sociedad?

Hay que fortalecer nuestros valores fomentando la carencia en todos los sentidos, así como inculcar la Torá; todos los excesos alimentan nuestro poder de incrementar esa escala de satisfacción que es cada vez más difícil de alcanzar, siempre habrá algún aparato, destino o artículo que anhelaremos tener.

Hay que tomar conciencia antes de que sea demasiado tarde, y ahora continúe la asimilación ya que también sería deductivo que algunos lo quisieran intentar y dar por terminado en muchas familias la tradición y costumbres de nuestros antepasados.

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