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¿Por qué un monumento en honor al recuerdo?

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Sofía Mercado Atri

Un memorial es un proyecto que materializa ausencias y conserva su memoria; es la ausencia de millones de víctimas del genocidio, de la crueldad, la impunidad y de todas las personas que han sufrido algún tipo de violencia; y también de los familiares que sufren por esas ausencias.

Un memorial es un espacio de acero, cemento y piedra, que está vivo y en continua transformación: cambia cada día por el color del acero que se transforma según el clima, por los árboles y los organismos vivos que lo rodean, por la gente que los creó, por la gente que los observa…

Si la violencia es destrucción, por oposición, la no-violencia debe ser construcción. Sin embargo, para recordar y conmemorar un acto de violencia extrema:

• No se necesitan monumentos colosales.

• No se necesita contemplar el crimen o el terror.

• No se necesita un cementerio de esculturas.

Lo que se requiere son espacios que permitan la reflexión para celebrar la vida; espacios de interacción social, donde el pasado macabro exprese abiertamente el horror de sus acciones, y que no vuelvan a suceder.

Para generar un espacio significativo que promueva la transmisión del dolor y de la ausencia, es importante evidenciar la ausencia física de las víctimas y rescatar su esencia, transmitir su mensaje, que el monumento diga día a día “mira el horror del que fueron capaces los hombres”.

Ojalá estos monumentos no se tuvieran que construir; ojalá no hubiera que recordar la tragedia. Tristemente, han sucedido tantos y tantos eventos crueles a lo largo de la historia y es importante recordarlos para no repetirlos.

El Holocausto judío es una herida de la humanidad. Ya no es solamente un trauma en la memoria de un sobreviviente; es un dolor de todos, judíos o no judíos. Es un dolor del mundo.

El recuerdo del Holocausto figura en museos y monumentos en todo el planeta. Solo en Francia hay 55 centros dedicados a la memoria de los judíos muertos durante la Segunda Guerra Mundial y de la Resistencia contra el nazismo. En Hong Kong y Shanghái, en Sudáfrica, Australia, Brasil, Argentina, Canadá o Estados Unidos, también se recuerda la tragedia.

En Washington, D.C., Estados Unidos

El United States Holocaust Memorial Museum (USHMM) es un monumental museo que conmemora a las víctimas y sobrevivientes del Holocausto. Se encuentra adyacente al National Mall en Washington, D.C.

En 1980 el Congreso de Estados Unidos autorizó la creación de este colosal testimonio. Su misión, ayudar a los líderes y ciudadanos del mundo a superar el odio, impedir el genocidio, promover la dignidad humana, y fortalecer la democracia. El exterior del edificio es de líneas amplias en consonancia con los grandes edificios gubernamentales del contexto inmediato, mas el interior provoca resonancias íntimas y viscerales.

Desde su inauguración en 1993, el museo ha recibido millones de visitantes, incluyendo niños en edad escolar y jefes de Estado. Hoy en día, el 90 por ciento de los visitantes del museo no son judíos, y su sitio web es líder mundial en línea sobre el Holocausto.

En Viena, Austria

Desde la creación de la Judenplatz en Viena, Austria, y el establecimiento del Museo sobre la Judería Medieval, este sitio se ha convertido en un espacio de recuerdo y conmemoración para judíos y no judíos. En esta zona se encontraba el gueto judío en la Edad Media. Las excavaciones de la antigua sinagoga medieval se pueden visitar a través del museo. En el centro de la plaza se levanta la estatua de Ephraim Lessing, quien luchó por la tolerancia hacia los judíos, durante la Ilustración. El régimen nazi destruyó la estatua en 1939, fue reconstruida por el mismo escultor y reinstalada en la plaza.

El lugar central de la conmemoración en la Judenplatz es el Monumento a la Shoá, como recordatorio de los crímenes del Holocausto y otros elementos de la persecución de los judíos de Austria. Se trata de un cubo masivo de cemento, de 10 x 7 metros y 4 metros de alto. En los azulejos que rodean el mausoleo están inscritos los nombres de los campos de concentración en donde 65 mil judíos de Viena fueron asesinados por el Nacionalsocialismo.

El monumento representa los relieves de una biblioteca con volúmenes sin fin del mismo libro, representando el gran número de víctimas y sus historias. Las puertas, que sugieren la posibilidad de entrar y salir, están herméticamente cerradas, y la habitación vacía reclama la pérdida de las vidas.

Con excepción de la notoria escultura cerca de la Albertinaplatz que mostraba a un judío fregando el pavimento, este monumento, creación de la escultora inglesa Rachel Whiteread sería el primer memorial austriaco a las víctimas judías del Holocausto. Representa el primer reconocimiento oficial de la complicidad austriaca en el genocidio. Como tal, debería poner fin a un silencio de más de 50 años con respecto a la problemática relación de Austria con su pasado nazi. Desde el final de la guerra, Austria se ha declarado confortablemente como la primera víctima de Hitler con el fin de negar su complicidad en los crímenes cometidos.

Finalmente, el monumento fue inaugurado en la Judenplatz, el 25 de octubre de 2000, en una ceremonia con una muy escasa asistencia, especialmente marcada por la ausencia de representantes nacionales clave, incluyendo a Jörg Haider.

Desde entonces, el edificio de Rachel Whiteread se levanta dentro de la Judenplatz en Viena, con su inesperado poder de impactar a los ciudadanos austriacos con su mensaje.

En Budapest, Hungría

Entre diciembre de 1944 y finales de enero de 1945, elementos de la Cruz Flechada arrestaron a 20 mil judíos del gueto de Budapest y los fusilaron a lo largo del Danubio, arrojando sus cuerpos al río.

El Monumento de los Zapatos conmemora este genocidio. Las piezas fueron realizadas en 2005 por Gyula Pauer y Can Togay.

Tristemente, este hecho sucedió unas dos semanas antes de que las fuerzas soviéticas liberaran Budapest el 13 de febrero de 1945.

Antes de la Segunda Guerra Mundial los 825 mil judíos húngaros, junto con la comunidad rumana, eran la segunda comunidad más grande de Europa, después de la polaca. Su vida antes de la guerra no fue un camino de rosas, pues siempre estuvieron sometidos a una fuerte y violenta tradición antisemita, sobre todo a partir de 1938. En ese año, poco después del Anschluss (la anexión de Austria a Alemania, en marzo de 1938), se promulgó una legislación discriminatoria que reducía en un 80 por ciento los derechos laborales y económicos de los judíos. En el momento de la liberación, solo quedaron 70 000 judíos en la ciudad.
Los sesenta pares de zapatos de hierro, solitarios y sin dueño, son una alegoría de lo que quedó de los 20 mil judíos asesinados y tirados a la corriente de agua por estos fascistas.

En Oviedo, España

“Que nunca vuelva a repetirse”.
Esta sencilla frase estaba grabada en la placa del hoy desaparecido monolito que la ciudad de Oviedo dedicó a las víctimas del Holocausto nazi. Se encontraba en uno de los espacios verdes más concurridos, el Parque de Invierno. Sin embargo, parecía haber ofendido a los vecinos, ya que constantemente se realizaban actos de vandalismo hasta que finalmente, en el año 2015, alguien lo arrancó dejando en su lugar un manchón de pintura negra.

Dos años después, en enero de 2017, fue inaugurado el nuevo memorial a las víctimas del Holocausto, en el Campo de San Francisco de Oviedo. Este monumento sustituye al que fue repetidamente saboteado en el Parque de Invierno y donde se reunían los judíos una vez al año para recordar aquel terrible episodio. El monolito del Campo de San Francisco lleva una inscripción con una cita del escritor Elie Wiesel, Premio Nobel de la Paz, 1986: “En recuerdo de las víctimas de la Shoá: guardar su memoria, conocer lo sucedido y nunca, nunca jamás, permitir que se repita”.

La presidenta de la Comunidad Judía de Asturias, Aída Oceransky, comentó el día de su inauguración: “El actual monumento, con la estrella de David en lo más alto, tiene una trascendencia muy especial, está en el principal parque de la ciudad y, si se mira de frente, se distingue el teatro Campoamor, el lugar en donde estuvo el antiguo cementerio judío de Oviedo”.

Han transcurrido más de setenta años del asesinato sistemático de seis millones de judíos por órdenes del Tercer Reich. Un genocidio que ocurrió impulsado por el odio racial y ante la indiferencia de todas las naciones del mundo, que decidieron no hacer nada para detenerlo.

Sí, el recuerdo del Holocausto figura en museos y monumentos en todo el planeta. Las plazas de muchas ciudades se han adornado con espectaculares monumentos en memoria de las víctimas de la maquinaria nazi del terror; un derroche de acero, cemento y piedra cuya misión es rescatar a las víctimas del silencio y difundir el mensaje: “que nunca jamás vuelva a suceder”.

¿El hombre ha escuchado el mensaje? ¿Ha asimilado la lección?