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Shimon Peres, águila visionaria

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Silvia Cherem

Cuando Shimon Peres —último eslabón de los fundadores de Israel— emigró de Polonia a Palestina, se apellidaba Persky. En ese 1932, siendo un niño de 11 años, vio volar un águila en ese árido desierto y escuchó que alguien dijo: “Ahí va un peres”. Adoptó ese nombre hebreo como apellido, como convicción, porque hasta el último día, sería un Peres, un águila astuta de enormes alas y poderoso vuelo, un estadista visionario que, al planear alto, pugnaría por alcanzar el único y primordial objetivo de su vida: la paz en Medio Oriente.

Dos veces Primer Ministro, dos más Primer Ministro interino, noveno presidente de Israel, formó parte de doce gobiernos distintos. A los 29 años,impulsado por David Ben Gurión, fue el ministro de Defensa más joven;y a los 91, el presidente más viejo del mundo. El poder, para él, servía para alcanzar objetivos. En una entrevista en 1999, me dijo: “Para mí no es importante la popularidad, después de cincuenta años de vida política, el poder ya no me interesa, es una ilusión vacía. Prefiero concentrarme en lo único en lo que creo: la paz. Cuando era joven junté armas para Israel, ahora en el gobierno o fuera de él, junto buena voluntad."

Hijo de una generación que perdió un mundo y se puso a construir otro, Peres decía que pese a que algunos lo tildaban de soñador o de tener una postura entreguista, él se consideraba un optimista con los pies en la tierra. Pragmático, tenaz y creativo creía en el diálogo, en la buena voluntad y en la posibilidad de alcanzar acuerdos donde otros no los veían. Fue artífice de los Acuerdos de Oslo. En agosto de 1993, como Ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Itzjak Rabin, convocó a los líderes palestinos a pláticas en Oslo, uno de los secretos diplomáticos mejor guardados de la historia, mismas que condujeron a la firma de la paz en los jardines de la Casa Blanca, cuando Arafat, Rabin y Peres se dieron la mano con Clinton como testigo, cuando todo parecía miel sobre hojuelas.

Peres, quien vagaba por las avenidas de la historia con las alas de la imaginación como estandarte, cambió la retórica. Con hambre de alcanzar,a Arafat le decía ‘Ra´is’, en árabe presidente o jefe, promoviendo la creación de un Estado Palestino autónomo e independiente. Me contó: “En una de esas largas noches que pasamos negociando, Arafat me reclamó: "Yo antes era un líder popular, cada niño árabe tenía mi foto y ahora la rompen en pedazos; por tu culpa me he convertido en un hombre controvertido. Le respondí que los palestinos habían tenido dos grandes líderes, Haj Amin el Husseini y él. El primero, le dije, lidereó durante 45 años incitando a la violencia, imponiendo el terror y, entre más popular, mayor fue la desgracia de su pueblo. Luego, viniste tú. Primero seguiste su ejemplo terrorista y condenaste a tu gente, pero ahora les has dado un lugar geográfico, un nuevo orgullo y la esperanza de un Estado. ¿Qué será mejor, que todo el mundo tenga tu estampita o que tu gente pueda prosperar, aunque seas un hombre controvertido?”

Culto y erudito, Peres pugnó por un Estado judío que tuviera altos estándares morales, amor por el conocimiento e igualdad humana. Se negaba a ver al judaísmo como una colección de preceptos rígidos que debían ser aceptados o reverenciados; para él, el judaísmo era más que una fe, un acicate moral ante el descontento del hombre, un combustible en la búsqueda de perfección.

Nieto de rabinos jasídicos ortodoxos, e hijo de un acaudalado comerciante maderero y de una bibliotecaria que muy temprano le enseñó a leer a Shalom Aleijem y a Dostoievsky, Peres heredó el gusto por los libros, la crítica talmúdica y la cultura. Políglota y lector agudo podía citar frases de García Márquez o Carlos Fuentes, con quienes tuvo amistad, pero también de autores franceses, rusos o chinos, o de profetas de la Torá. En secreto escribía poesía y continuamente se reunía con Amos Oz y David Grossman para discutir ideas, o con autores jóvenes de quienes era primer lector de sus escritos.

Sostenía que Jean Monnet hizo más por Europa que Napoleón y, con este credo, tras recibir el Nobel, creó el Centro Shimon Peres por la Paz cuyo objetivo era crear puentes de entendimiento a través de la educación y la creación de fuentes de empleo, el intercambio de avances económicos y culturales, científicos y tecnológicos entre judíos, árabes y palestinos, a fin de vivir con prosperidad respetando las diferencias. Buscó alianzas inclusive con la creación de equipos deportivos y orquestas musicales biculturales.

Con un respeto reverancial a la historia judía, consciente del horror del Holocausto y protagonista de las guerras de Israel, mantuvo la excitación de saberse constructor de un Estado democrático judío de primer mundo. Un país que floreció en el desierto, que compensó la pobreza de territorio con hazañas científicas y en el que los inmigrantes rubios de Rusia comparten sus sueños con judíos y árabes o etíopes de piel obscura.

A sus 93 años, empeñado en vivir para presenciar la paz, con sus sandalias bíblicas aún seguía dando pasos firmes en el mundo moderno. Mantenía la visión de ser partícipe de un nuevo Génesis creado a la imagen de D-os y de los que aman a la humanidad.

Descanse en paz Shimon Peres.