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Sucot: el valor de lo que nos rodea

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Rabino Carlos A. Tapiero Vicedirector General & Director de Educación Unión Mundial Macabi

Queridos amigos: En la búsqueda de un material significativo para Sucot, me encontré con una historia jasídica larga, elaborada - y me conmoví en su inicio mismo -. Me referiré entonces únicamente a su primera parte, instructiva y edificante:

“Había un jasid (un alumno, seguidor) muy, muy pobre del Rav jasídico de Karlin. Él vivía en un pequeño shtetl, en una casa diminuta y muy deteriorada. A pesar de las dificultades económicas, el jasid era conocido por todos en su pueblito por su enorme felicidad, que contagiaba a los demás.

Cada año, en la víspera de Sucot, el humilde jasid, incapaz de afrontar los gastos que significaban la compra de materiales para construir una sucá, esperaba que todos finalizaran la construcción de sus “cabañas”, y comenzaba entonces a recorrer el shtetl solicitando a sus habitantes cualquier material que hubieran desechado o que les sobrase - un clavo oxidado, un listón de madera roto... cualquier cosa que le pudiese ser útil. Así, cada año, el pobre jasid del Rav de Karlin lograba construir su sucá - y la habitaba, por siete días, con alegría, verdadero gozo, canciones, y sonrisas, en la compañía de todos sus queridos”.

Esta historia, sencilla y pequeña, es definitivamente aleccionadora en dos niveles centrales. En cuanto a la holgura económica y su relación con la felicidad, hoy, que vivimos en una era donde la medida del éxito pasa por el tamaño del capital acumulado, el jasid de la historia testifica que la felicidad no es patrimonio de la riqueza. También, y en cuanto a nuestra manera de relacionarnos con todo lo existente, la historia nos habla de la valoración de todo lo que nos rodea, tantas veces desdeñado por nosotros - en especial, aunque no exclusivamente, en tiempos de prosperidad -.

En relación a este último aspecto en lo que hace a Sucot (la Fiesta que iniciaremos este miércoles por la noche), este jasid era capaz de construir su sucá con lo que le sobraba a los demás - con aquello que no era visto como valioso por los demás -. Él había desarrollado la capacidad de ver lo que la mayoría había olvidado. Él sabía construir con aquello que era desechado por otros, reparando el valor de todo lo existente; relacionándose a este mundo desde un lugar de humilde reconocimiento del milagro cotidiano de la vida, con todos sus componentes y aspectos.

El jasid, en su simple accionar, lega un mensaje tierno, feliz - y poderoso, por ello - para este Sucot: es posible, siempre, construir nuestros edificios, temporales y permanentes, basados en la apreciación de todo aquello que nos regala la vida - utilizando esas coyunturas, esas cosas que son desechadas por los demás.

Existe la posibilidad de percibir el valor de todo; podemos devolvernos nuestra capacidad de apreciar lo que nos rodea, lo que nos es propio, lo que compone nuestra existencia cotidiana; contamos a cada instante, con la oportunidad de transformar la construcción de nuestra sucá en una producción que combine lo mucho que tienen los demás para dar, levantando con aquello desdeñado por otros un lugar dedicado al encuentro, a la celebración, a la familia, a los amigos, al calor de quienes nos son importantes. La sucá del espíritu - la sucá de la unión de lo mucho que tienen todos para dar; la sucá del reconocimiento del valor de lo existente -, es motor de reflexión y de apreciación; de agradecimiento y de gozo; de alegría y de canto - como la sucá física del humilde jasid -.

Quiera D-os que nuestra sucá se arme en la valoración de todos los componentes de nuestra vida, no tomando nada “for granted”, no dando nada por sentado, combinando todo lo que los demás puedan y quieran darnos para potenciar la alegría, el diálogo, el calor del encuentro, la celebración de la vida.

Quiera D-os que festejemos este Sucot en la alegría de nuestra acción; una alegría que traduzca metas en logros, sueños en realidades.

Quiera D-os que veamos en esa alegría una fuerza edificante capaz de transformar el mundo, comenzando por nuestros más cercanos, y multiplicando esa alegría entre todos. Y quiera D-os que este Sucot nos encuentre más realizados, más felices, más completos, celebrando las incontables oportunidades con las que nos regala la vida diariamente.
Con nuestros mejores deseos,

¡Jag Sucot Saméaj! ¡Jazak Ve'Ematz!

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[1] Durante la festividad de Sucot, se nos ordena vivir en cabañas - las muy frágiles Sucot - por siete días - Vaikrá (Levítico) XXIII, 42. Debemos considerar a la sucá como nuestra vivienda permanente por esos días - Talmud Babilónico, Sucot 28b.